"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

martes, 31 de diciembre de 2013

" Por lo visto" Gil de Biedma ( 1929- 1990)




Por lo visto es posible declararse hombre.
Por lo visto es posible decir no.
De una vez y en la calle, de una vez, por todos
y por todas las veces en que no pudimos.

Importa por lo visto el hecho de estar vivo.
Importa por lo visto que hasta la injusta fuerza
necesite, suponga nuestras vidas, estos actos mínimos
a diario cumplidos en la calle por todos.

Y será preciso no olvidar la lección:
saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos
hay un arma escondida, saber que estamos vivos
aún. Y que la vida
todavía es posible, por lo visto.

Comencé  este blog  con un poema de Gil de Biedma y me apetece terminar el año con otro suyo. Un poema que es  un  canto de esperanza. Con él  deseo un feliz 2014  a todos aquellos  que, como yo, creen que POR LO VISTO  el amor, seguir en la lucha, creer en los demás, tener ideales... ES POSIBLE.  
Envío un abrazo lleno de ternura a todos los que durante estos meses me habéis seguido. Ha sido, y espero que siga siendo, un honor para mí.

martes, 17 de diciembre de 2013

"Poema XX" de Pablo Neruda ( 1904-1973)



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Por si alguien se quedó decepcionado la semana pasada con mi elección del poema de Neruda. Siempre es bueno recordar que la obra de un poeta es algo más que su poema más conocido. 

martes, 10 de diciembre de 2013

"No te quiero sino porque te quiero..." Pablo Neruda. ( 1904-1973)



No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

jueves, 5 de diciembre de 2013

"Los invisibles"

Una vez me contaron acerca de una persona que nació sensible; demasiado sensible para el gusto de su familia y de la sociedad que lo rodeaba. Estamos hablando del siglo pasado, ése de hace apenas unos días.
Conforme se iba haciendo mayor, esa persona entendió que era diferente del resto. No le interesaban los deportes ni el tipo de asuntos que les gustan a los hombres. No le iban las chicas.
Una vez rescató a una paloma que tenía un ala quebrada y su padre la estrelló contra una pared y le dio una tunda con el cinturón para que aprendiese a no ser tan “blandengue”. Aquel hombre dejaba a su mujer preñada siempre que tenía ocasión y presumía de conquistar con su labia a todas las extranjeras de la ciudad costera donde residían. Debió serle intolerable haber sacado de sus entrañas un hijo “así”. Sin embargo, ese hijo emigró al extranjero, trabajó “como un hombre” en los oficios más duros que había ya que no tenía instrucción para otra cosa, y sobrevivió en un mundo hostil para los que eran “como él”.
En otro lugar de Europa un hombre sufría por su condición de “diferente” también. Este en una familia acomodada, que le proporcionó estudios pero no calor. Intentaron que comprendiera que era pecado lo que sus impulsos le hacían sentir pero él, pese a todo, salió adelante. Conoció gente que se burló de sus sentimientos y otros que le correspondieron. Y aprendió a crecer con su “diferencia”.
Un buen día, el camino de ambos se cruzó y la llama que habían estado buscando encendió sus corazones y comprendieron que ya no era necesario que siguieran buscando: habían hallado a su alma gemela. Les unió el amor por los animales, por la naturaleza, por la estética bella de las cosas…Aprendieron el uno del otro. Y se amaron como una pareja de verdad debe hacerlo: en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad… Demostrando al mundo que tener el mismo sexo no es ningún impedimento para que dos personas se quieran hasta el fin de sus días.


" Para todos aquellos que aún se sienten invisibles, para que sientan calor en lo más hondo de su corazón porque somos muchos los que rechazamos el ostracismo de los diferentes y les tendemos nuestra mano".

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martes, 3 de diciembre de 2013

"De senectute " Irene Sanchez Carrión ( Navaconcejo, 1967)



Cuando yo era muy niña
las viejas se peinaban como diosas.
Me gustaba acercarme y contemplar
el sencillo ritual de cada día:
las viejas, sentadas a la puerta, 
esperaban tranquilas a sus hijas 
que llegaban alegres, bulliciosas,
a deshacer el moño del día anterior.

Con la mirada absorta de la infancia,
observaba caer los escasos cabellos
sobre los hombros secos y la espalda abatida.
Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro
con los ojos cerrados
y no podía yo quitar mis ojos
de la piel transparente de sus sienes,
de la azulada red de duras venas,
de los largos mechones apagados.

Así avanzaba otro día,
se tejían las trenzas con esmero,
se trataban asuntos de mujeres,
a veces susurrados, 
a veces relatados con viveza,
mientras peinas y horquillas
flotaban en la blanca palangana. 

Cuando yo era muy niña
las viejas iban siempre de negro 
y vivían 
cara al sol en silencio y con los ojos cerrados, 
y se peinaban
como si fueran diosas.
Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba 
acababa cubierto por un pañuelo negro,
un día más, oculto.
un día más, perfecto.



" Para M. Luisa, por su aportación a esta página y por hacerme saber que me sigue  desde los inicios aunque prefiera no hacer públicos sus comentarios. Honestamente, gracias."

jueves, 28 de noviembre de 2013

"Los afortunados"

La otra noche regresaba del trabajo dando un paseo por el puente viejo de Badajoz, disfrutando de las más bellas vistas de la ciudad, la alcazaba árabe, la torre de la catedral, la de la Soledad, el colegio de las adoratrices…Al otro  tenía el puente Real, con sus cambios de luz , y una media luna árabe que resaltaba el encanto el cielo al atardecer. Todo ello acompañado de una temperatura idílica para el mes de noviembre. Y de repente, todos los pares de ojos que transitábamos el puente nos volvimos hacia las luces que invadieron el horizonte, acercándose poco a poco, y logrando que surgieran sonrisas en nuestros labios cuando un padre le dijo a su asustado hijo: ¡Es un avión! 
Volaba relativamente bajo y la mayoría nos detuvimos a contemplarlo como si fuera un espectáculo extraño y hermoso.
 Y sin querer, me vino a la mente el recuerdo de unas fiestas de San Juan, cuando estaba apoyada con unas amigas en el pretil del puente, aguardando ilusionadas el comienzo de los fuegos artificiales y de golpe, con el primer trallazo, un señor de edad que estaba a nuestra vera se puso descompuesto y se marchó diciendo: No puedo, por más que lo intente, no puedo. Me recuerda a los bombardeos de la guerra” Ni que decir tiene que nos dejó atónitas que algo tan bello pudiera causar pavor a un hombre ya curtido, y sin embargo, su marcha nos dejó un mal sabor de boca. Es rara la vez que acudo a ver los fuegos y no me acuerdo de él. 
Y esta otra noche se me ocurrió pensar en tantas y tantas personas para las que la visión de las luces de un avión no significaba lo mismo que para mí o las gentes del puente. Son aquellas personas en cuyos países se vive una guerra y el simple sonido de un avión debe darles pavor porque va precedido de bombas y destrucción. 
Qué asombroso ¿no? Que dos mismos acontecimientos tengan consecuencias tan distintas…
Visto de ese modo podemos entender mejor la dicotomía entre el mal y el bien, lo blanco y lo negro…La diferencia entre haber nacido en un país privilegiado o en uno destartalado por los intereses de los  poderosos.
Lo que me lleva, como siempre que me detengo a reflexionar sobre mí misma y mis circunstancias, a dar gracias por ser europea y  de clase media  en esta desastrosa época  que nos tocó vivir, con paro y desamparo político, pero en paz. Al menos en paz de bombas. 


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martes, 26 de noviembre de 2013

"El ojo de la aguja" de Mía Gallegos ( 1953)




Al amor llegué con un grito de seda
y puse las dos mejillas,
el cuerpo y la conciencia.

Nada quedó de mí,
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo en donde reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.

Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabía defenderme de la gente,
respondí con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que sólo los dulces heredarán la tierra.

jueves, 21 de noviembre de 2013

"Túmulos"



Hace mucho tiempo, sobre un planeta amarillo, existió un país al que todos conocían con el nombre de Túmulos. En él nadie era feliz. Sus habitantes vivían en un clima de crispación producido por el anhelo del pasado y la esperanza incolora del futuro.
 Los antiguos, como en todas partes y en todo tiempo, inculcaban sus ideas y sus ilusiones, pero los nuevos tumulienses sólo deseaban el avance, el progreso; ya se imaginaban alcanzando aquel planeta azul que se divisaba a lo lejos, ya internándose en las estrellas y propagando su optimismo…Eran jóvenes.
 Aquel país vivía en libertad. Al menos en eso que nosotros conocemos con dicho nombre, pero ellos no apreciaban tantas normas, tantas disciplinas. Fue entonces cuando decidieron adorarse a sí mismos y olvidar a aquellos dioses que antaño idolatraran.
 El impulso del país aumentó. Se relacionó con sus vecinos, los urnienses, tan tranquilos, tan apagados…Y les despreciaron por su pasividad e ignorancia. Sólo cultivaban el suelo y comían flores amarillas. 
 Ellos deseaban producirlas azules y verdes y llenar de colorido sus manjares.
 Cristales molidos cayeron sobre sus cabezas y el país quedó en silencio.
 Nadie pudo moverse. Un grupo de amigos lo intentó y, nadie sabe cómo, cayeron en un precipicio de las afueras.
 Pasaron los siglos, porque siglos parecieron aquellas décadas bajo el dominio de Goliat, y nadie se movía.
 Hubo alguien que soñó con un pájaro, no sabía bien su nombre; telepáticamente le dijeron desde el planeta azul algo de Juan Salvador. Él ignoraba quién era pero deseó emularlo. Y un huracán trocó su vuelo en vertiginosa caída hacia el vacío.
 Parecía imposible salir del abismo.
 Surgió entonces la nostalgia del pasado cercano, de aquel en que vivieron protestando cuando lo tenían todo. Y Túmulos se unió en un deseo común: sobrevivir.
 Nadie sabe como fue. Algunos hablaron de que llegó un platillo volante, otros que surgió de un cráter el gigante David, otros que… ¡Murmuraciones!
 Lo cierto es que Túmulos formó un corazón que latía a destiempo del de Goliat… Y éste no tuvo sangre suficiente para respirar.
 Así nació una nueva era
Los tumulienses aprendieron a apreciar las flores amarillas. Con sabiduría investigaron sobre las azules y con el paso de los atons llegaron a obtenerlas de todos los colores. 
 Alguien intentó protestar porque no salían en tonos grises pero un niño le explicó cuán hartos estaban de aquellos pigmentos tristes que sólo les recordaban tiempos de silencio. Fue entonces cuando el ciudadano apretó contra su pecho el rostro infantil… y comió un clavel amarillo.

 Febrero de 1984. 

“En recuerdo de aquellos que sufrieron la guerra y la postguerra española”

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martes, 19 de noviembre de 2013

"Amantes" de Jorge Gaitán Durán ( 1924-1962)


Desnudos afrentamos el cuerpo
como dos ángeles equivocados,
como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
boca que busca la boca, estatuas erguidas
que en la piedra inventan el beso
sólo para que un relámpago de sangres juntas
cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
sentados como dioses ebrios
para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
en tu cuerpo soy el incendio del ser.

martes, 12 de noviembre de 2013

"Si un hombre pudiera decir" de " Los amores prohibidos".Luis Cernuda ( 1902-1963)


Si el hombre pudiera decir lo que ama, 
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 
como una nube en la luz; 
si como muros que se derrumban, 
para saludar la verdad erguida en medio, 
pudiera derrumbar su cuerpo, 
dejando sólo la verdad de su amor, 
la verdad de sí mismo, 
que no se llama gloria, fortuna o ambición, 
sino amor o deseo, 
yo sería aquel que imaginaba; 
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos 
proclama ante los hombres la verdad ignorada, 
la verdad de su amor verdadero. 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien 
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina 
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu 
como leños perdidos que el mar anega o levanta 
libremente, con la libertad del amor, 
la única libertad que me exalta, 
la única libertad por que muero. 

Tú justificas mi existencia: 
si no te conozco, no he vivido; 
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.



(Disculpad mi insistencia, pero ya veis que Cernuda me llega al corazón)

martes, 5 de noviembre de 2013

"Las horas perdidas"





No quiero volver a ti,
a las horas perdidas.
Me araña la garganta
el reflejo del sol
y me quema los dedos
la tinta del bolígrafo
mientras un falso reloj de tiempo interminable
roba mis horas.
No suena el teléfono.
La vida se ha parado.
En algún lugar  la gente ríe
pero yo permanezco mutilada ante los libros.

(20- Abril -1988)

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jueves, 31 de octubre de 2013

"La despedida"


La madrugada comenzaba a despejarse lentamente y el frío era tan intenso que de las bocas salían toneladas de vaho formando un cálido y extraño paisaje.
 Dejó el equipaje a mis pies, de manera rara, un tanto ausente. Mi corazón le reprochó que no aguardara a verme partir para mostrar su indiferencia, pero mi orgullo logró sostener una sonrisa amable, casi alegre de tan falsa, y nada indicó que yo conociera su crimen, su venidera infamia. Mi sonrisa removió sus brazos que me cercaron como antes, cuando era mío y yo creía en él. Ahora lo simulaba, pero sabía que todo era falso, que ya no me cobijaba por ternura sino por pura inercia; y que sus manos no apretaban las mías con pasión sino con remordimiento. No obstante, respondí a su gesto y nos encerramos en un beso breve, de amigos; creí notar un intento de alargarlo pero me negué a participar más de lo correcto en la parodia pese a que el deseo me consumía mirándolo tan cerca, respirando ese aroma de aftershave que me traía a la memoria tantos recuerdos... y un latigazo de celos se fundió con ira sorda al pensar que ahora otra mujer podría sustituirme en su intimidad. Lo arañé sobre la ropa sin que siquiera lo notara, tan abstraído estaba buscando no sé qué bajo mis ojos; me angustió que pudiera intuir que yo sabía y dibujé otra sonrisa falsa aún más amplia, más dolorosa.
 Entonces sonó un pitido agudo, molesto, y el altavoz desgranó su mensaje informativo:
“Tren con destino a Madrid, procedente de Badajoz, va a efectuar su entrada en el andén número dos. La parada será de tres minutos.
- Bien, ha llegado el momento.
Me fascinó su voz. Por unos instantes no analicé el mensaje y me dejé seducir por el sonido. Rememoré el momento aquél en que lo conocí, cuando a su mirada verde unió un saludo amable y se metió en mi vida tan aprisa que ahora no podía parar de preguntarme a qué me iba a dedicar cuando quisiera sentirme conquistada; sería inútil buscar otros brazos como aquellos, u otros labios, pero sobre todo iba a ser imposible localizar otra voz que susurrara banalidades tiernas como ésta lo hacía. En un impulso busqué en rededor deseando captar una voz entre el barullo que gritara “¡Sí, es posible! ¡Hay otros brazos, otros labios, otra voz!” Pero fue mentira, no escuché nada. Y lo cierto es que ni siquiera deseaba oírlo. No deseaba otro ser que no fuera él, ni otra vida feliz con cualquiera. Deseaba el pasado en común, realizar el futuro planeado, la intensidad de los momentos recientes.
 Lo deseaba a él con toda mi alma.
  El tren apareció en la estación como un toro en el ruedo, bramando; iluminando el recinto, movilizando a los presentes, levantando despedidas y obligando a ponerse frente a él para tomarlo o dejarlo.
 Busqué sus ojos por última vez; apreté nerviosa las solapas de su abrigo y vi brillar una lucecita divertida en sus pupilas antes de que se inclinara para regalarme un beso, pero de nuevo mi orgullo le retiró los labios y en gesto que quiso ser nervioso me atusé el cabello y supliqué:
 - Ayúdame con el equipaje.
 - Claro, cariño.
La tentación de arañarlo por su falsedad me impulsó a andar más deprisa y a subir los escalones metálicos con la celeridad de una película muda. Agradecí el ajetreo que precede a las marchas y me entretuve en colocar las maletas, sonreír a los pasajeros y buscar en el fondo del bolso mi billete antes de bajar la ventanilla y enfrentarme al rostro infame que me abrasaba por dentro.
Continuaba allí, hipócritamente cálido, dejando resbalar una sonrisa cariñosa por sus labios y algún que otro guiño malicioso, augurio de momentos felices para cuando regresara. Sólo que yo no regresaría; tampoco él estaría allí, o en nuestros viejos rincones para revivir el amor; y aunque ninguno lo confesamos, en el fondo yo tenía la sensación de que era una despedida anunciada, un adiós latente.
 “Tren con destino a Madrid, procedente de Badajoz, estacionado en vía segunda, andén segundo, va a iniciar su salida.”
 Me martilleó la mente el mensaje de la azafata; me aferré a los bordes de la ventanilla y busqué sus ojos, le bebí los labios, le supliqué en silencio unas palabras que me retuvieran, que impidieran mi huída, que me invitaran a revocar aquel sin viaje sentido. Incluso ansié que me lo dijera falsamente. Pero sus labios sólo emitieron un sordo adiós, tan bajo que pareció decírmelo a mí y a los cuatro años compartidos.
 Agité la mano y su figura se hizo borrosa, empequeñeciéndose en el conjunto gris de la estación; sumándose a las ventanas esmeriladas, a las puertas de marcos carcomidos y a los carteles publicitarios de Ducados y Alimentos de Extremadura. Como una prolongada tortura aparecieron después la tapia horadada por un obús cuando la guerra, los campos yermos cubiertos por la helada de la noche y alguna que otra alameda lejana recortándose entre las colinas.
Y en todo aquel paisaje, su silueta siempre viva, nítida, hasta el extremo de sentirlo allí, tras la ventanilla.
 Ahogué el sollozo que me subía del pecho y cerré los ojos un instante; deseaba dejarlo a él en la oscuridad de mi interior. Resultó difícil, pero el recuerdo de su infamia, de su falso amor, reactivó mi orgullo y puso un latido en mi sangre parecido al de aquel día en que supe la historia y decidí dar un paso al frente, el que ahora daba, el que me empujaba a una nueva vida lejos de él, de mis costumbres, de mi seguridad.
 Bien. Ya sabía que sería duro; pero más lo hubiera sido soportarlo cerca y no poder tocarlo, no poder tenerlo. Nada podía esperarme más allá de aquellas vías que resultara más doloroso. Y yo sería fuerte. Sabía que lo sería. Y saldría victoriosa. Y olvidaría.
Algún día, quién sabe cuándo, olvidaría.
 
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martes, 29 de octubre de 2013

"A mano amada" de Angel González ( 1922- 2008)







A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más  negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
                                                                   otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
                                          me reclaman.

Reconozco los rostros.
                                                No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
                                            la memoria.

jueves, 24 de octubre de 2013

"Ser mujer"


Me encanta ser mujer. Eso por adelantado. Jamás he deseado ser  hombre, por muchas ventajas que su sexo les proporcione. Y aunque esto suene muy natural, tal vez en mí no lo sea tanto ya que me caracterizo por la “rareza” de que, desde muy joven dije que no quería ser madre, pese a que ese parezca ser el objetivo de toda hembra que se precie. Da igual. Con esa peculiaridad y todo, me encanta ser mujer.
 Siempre he elogiado ardientemente ante mis alumnas a las mujeres que hicieron posible el que otras de su misma especie pudieran tomar conciencia de sí mismas y de su valía. Desde Hipatia de Alejandría (gracias Amenábar, por sacar su nombre de las enciclopedias y mostrarla al mundo) hasta la última premio Nóbel del campo que sea. Han sido miles las mujeres que se han dejado la piel, las lágrimas e incluso la vida en ese largo camino. Y todo para que hoy, la mayoría de nosotras, ni siquiera las conozcamos. Pero gracias a ellas votamos, trabajamos en los mismos oficios que los hombres, decidimos nuestro futuro, nuestra tendencia sexual…Somos libres. Dentro de lo que las personas podemos serlo, claro, pero no voy a entrar en filosofías.
 No obstante, esta idílica visión se empaña en cuanto comprendo que vivimos así un porcentaje tan pequeño de población en comparación con las mujeres que pueblan el mundo que entran ganas de llorar de angustia. Las europeas, las americanas, las australianas (por hablar de continentes) sí tenemos esos privilegios, pero ¿qué pasa con las africanas y las asiáticas? Y si nos adentramos en las razas ¿qué decir de las gitanas, las indígenas americanas, las negras (me niego al eufemismo “de color”, ni que habláramos de pinturas)…?
 Todo esto viene a que hace poco visité una exposición de la Fundación Vicente Ferrer; en ella se relata la vida de varias mujeres hindúes con vidas traumáticas y que, pese a las adversidades, han conseguido mejoras para sí misma y su entorno. Era una visión llena de esperanza porque a pesar de tener sida (por culpa de su marido), de ser viuda, de tener alguna discapacidad…esas mujeres han logrado, a través de asociaciones, tener una vida plena, en la que no sólo se han salvado a sí mismas de la exclusión sino que continúan ayudando para que otras mujeres no padezcan lo que ellas sufrieron. Eso me conmueve hasta el fondo de los huesos. Porque… ¿Cómo no me voy a sentir orgullosa de ser mujer si hay personas como ellas? ¿Cómo voy a quejarme de mis pobrezas, mis limitaciones, mis tonterías, si ellas viven cada día un infierno y saben sacarle provecho?
 ¿Nos daremos cuenta las mujeres afortunadas del mundo de lo mucho que les debemos a esas mujeres y a las que en el pasado sufrieron por nosotras?
 Como no tengo alma de heroína, les doy las gracias con toda la humildad de mi corazón y me limito a poner un mínimo gramo de arena tratando de que las personas que se mueven a mi alrededor sean conscientes de ello.
 Ojala sea suficiente.


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martes, 22 de octubre de 2013

"Mis manos y mis labios y mis ojos..". Jorge Guillén ( 1893-1984)





 Mis manos y mis labios y mis ojos
rehacen
con creciente embeleso
próximo al éxtasis,
activo sin embargo,
un incesante viaje
de reconocimiento que a la vez descubre
tanta comarca donde nunca es tarde:
Aurora permanente
sobre cimas y valles.


Entre las combas y las sombras
de tu hermosura no me pierdo,
y tu nombre claro proyecta
luz muy personal sobre tu cuerpo,
que está en mi amor y fuera de
su mágico radio secreto.
Y a esa tu vida, más allá,
bajo sol y luna me entrego,
toda tú estás conmigo,
nuestro doble futuro yo lo quiero.

martes, 15 de octubre de 2013

VII Rima de "EL libro de los gorriones". G.A.Bécquer ( 1836-1870)




Voy contra mi interés al confesarlo,
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.



Mis felicidades, un año más,  para la bella mujer en la que se ha convertido Elena.

martes, 8 de octubre de 2013

"Cuando nos separamos..." Lord Byron ( 1788-1824)



Cuando nos separamos
en silencio y con lágrimas,
con el corazón medio roto,
para apartarnos por años,
tu mejilla se tornó pálida y fría
y tu beso aún más frío...
Aquella hora predijo
en verdad todo este dolor.
El rocío de la mañana
resbaló frío por mi frente
y fue como un anuncio
de lo que ahora siento.

Tus juramentos se han roto
y tu fama ya es muy frágil;
cuando escucho tu nombre
comparto su vergüenza.
Cuando te nombran delante de mí,
un toque lúgubre llega a mi oído
y un estremecimiento me sacude.
¿Por qué te quise tanto?
Aquellos que te conocen bien
no saben que te conocí:
Por mucho, mucho tiempo
habré de arrepentirme de ti
tan hondamente,
que no puedo expresarlo.

En secreto nos encontramos,
y en silencio me lamento
de que tu corazón pueda olvidar
y tu espíritu engañarme.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¿cómo habría de saludarte?
¡Con silencio y con lágrimas!

martes, 1 de octubre de 2013

" Campo de batalla" de Rafael Alberti ( 1902-1999)



Nace en las ingles un calor callado,
como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.
Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.
Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, veneno y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.
La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.




“Ojala todas las batallas de la especie humana  fueran así.”
 




jueves, 26 de septiembre de 2013

"Vidas ajenas"



La línea que separa nuestra vida de otra posible que podríamos estar llevando es a veces tan fina, como un sinuoso velo. Esa es la sensación con la que vivo desde hace una semana.
 Ya estuve allí antes, y por temporadas como ahora. En un hospital, me refiero. Por eso, cada vez que pasaba ante su fachada me estremecía pensando “¿Quiénes estarán ahí dentro? Pobre gente. Menos mal que no soy yo.” Y continuaba mi camino. Disfrutando del hecho de sentirme del lado bueno, el de la gente sana que no guarda cama o el del acompañante que reorganiza su jornada para que todo gire alrededor de ese lugar.
 Pero esta vez me tocó el otro lado. Y paso noches en vela, entre ronquidos del acompañante vecino, luces que se encienden en mitad de la noche para poner una medicación o cambiar un pañal, conversaciones a filo de pasillo acerca del mal que aqueja a esos otros que también se han visto empujados a una reestructurarión de sus vidas…
Hay una parte amable, la de la gente que trabaja para lograr que el enfermo esté a gusto, limpio, sin dolor… Caras agradables que soportan quejas y confidencias, que realizan su trabajo con estoico trato pese al cansancio de los dobles turnos y de sus propios problemas… Que esbozan una sonrisa y te hacen sentir como si sólo te estuvieran atendiendo a ti. Esa gente merece un premio, sin duda. Y no me refiero a su salario. Otros hacen lo que ellos pero con malos gestos, alguna que otra observación de mal gusto, algún olvido involuntario…Pero son los menos. Deo gratias.
Aparte están los enfermos. Desesperados, esperanzados, doloridos, adormecidos por los fármacos… Asustados. Creo que esa es la palabra que mejor define a un enfermo. Asustado por no saber qué tiene exactamente, asustado por saberlo, asustado por ignorar hasta cuando estará amarrado a esa cama con barandillas en la que dejas de ser dueño de tu propio cuerpo para que otros lo muevan, aseen, pinchen, ausculten… Asustado hasta cuando te dan el alta y piensas ¿Cuando estaré de vuelta?
 Y por último, estamos los acompañantes, las personas que vivimos haciendo virguerías con los turnos de nuestra existencia fuera de semejante sitio y los de dentro. Los que  creamos una especie de adicción y no estamos realmente tranquilos si no nos hallamos dentro, si nos apartamos para seguir con lo que nuestros horarios nos obligan en el devenir normal. Casi nos sentimos insustituibles. Pese al agotamiento, a las malas noches, a los ricos cafés de máquina, a las consultas con los médicos…
Y, de repente, un buen día, estás fuera. Y respiras con alivio por ti y tu familia. Por la vuelta a la normalidad. Por haber tomado conciencia de la suerte que se tiene de estar sano.
 Y cuando vuelves a pasar ante la inmensa mole del hospital te estremeces y rezas en voz baja “Gracias a Dios que estoy fuera”. Aunque sabes que el fino vela de las dos realidades, se puede hacer trizas en cualquier momento… y el torbellino del pasado te vuelve a atrapar.



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martes, 24 de septiembre de 2013

"Ciertas horas"






Ciertas horas de la noche
 me recuerdan tus besos;
 evocan tus manos abarcándome toda,
 y me llenan de pena
porque no estás en ellas.
 Susurran al oído
las palabras que tus dedos
 dibujaron en mí,
 misteriosas y amantes.
 Traen en el aire
tu imagen,
que se desdibuja
tras los años de voluntario olvido
 porque tú no quisiste vivirlos.
Pero, pesea todo,
hay ciertas horas en la madrugada
dende yo soy tuya
y tú eres mío, irremediablemente.



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martes, 17 de septiembre de 2013

" Amanecer" Irene Sánchez Carrón. Navaconcejo, Cáceres, 1967




Mientras duermes te miro.

Me recuerdas
el frío de las fuentes en los labios,
el prado debajo de la espalda,
la indescifrable danza de las nubes,
el dulce sabor de diminutos dedos en la masa,
la tierra en las uñas,
los pies mojados en los charcos,
los bolsillos repletos.

Contigo junto a mí
los días recobran la suave textura de la cera
y repiten mil veces el amanecer.

Contigo junto a mí
veo pasar de largo la tristeza.

De "Escenas principales de un actor secundario" 2000

jueves, 12 de septiembre de 2013

Padres e hijos



Admito  que soy una persona extraña. Desde que tengo uso de razón dije que no quería ser madre. Poca gente lo entiende. Es posible que, a veces, ni yo misma. Pero uno debe seguir  los instintos de su naturaleza y aprovechar que el destino te permita no tener que ceder a las presiones de una pareja que sí los quiere.

Considero que ser padres es la tarea más difícil que a alguien se le puede presentar en la vida… Supongo que habrá momentos gratificantes, pero después de ser testigo de los mil y un disgustos que mis amigos tienen con sus hijos, me reafirmo en lo dicho.

Prefiero ser tía. Y tengo la suerte de serlo de verdad de mis sobrinas de sangre, y adoptiva, de algunas hijas de mis amigos.

A ellos les toca sufrir  los “¡Estas no son horas de llegar!”, “¡No pretenderás salir con esa pinta!”,”¡Ordena la leonera que tienes por habitación!”, “¡ La próxima factura del móvil la pagas tú!” y similares…

 A mí, los “Quedamos para tomar un café y hablamos”, “Porfa, mírate el capítulo de la serie X y me dices…”, “¿Te has leído ya tal libro?” o “¿Has visto la peli…?”
A algunas les he dedicado cuentos y con muchas he compartido charlas banales y divertidas sobre gente guapa,  series juveniles y  libros de vampiros, hombres lobos y “tonterías” que sus padres no consideran de interés… Pero que, a mi entender, sí lo son. Puede que no se necesite ver o leer todo lo que  a la juventud le interesa, pero sí está bien informarse sobre lo que forma parte de  sus vidas. Lo cierto es que para la mayoría de ellos, sería un incordio. Mi  ventaja es que yo disfruto de esas cosas tanto como ellas. Me flipan la mayoría de las bobadas que les gustan  y encima no se las tengo que censurar. (Por algo mi sabio subconsciente insistió en que no fuera madre, imagino…)

Suelo ser bastante crítica con los jóvenes en general – como lo fue la generación de mis padres con la mía, sin ir más lejos – No me gusta su carencia de vocabulario, cuando no su chabacanería, su apatía hacia el esfuerzo, su creencia de que “lo merecen todo”, su mano pegada al móvil… Sin embargo, las charlas íntimas que hemos mantenido mis chicas y yo me llevan  a considerar que no se puede ser intransigente. ¡Hay tantas cosas guay en ellas…! Si sus padres supieran lo que les pasa por la cabeza “de verdad” – no las contestaciones que les dan, guiadas por la rebeldía – se sentirían infinitamente más tranquilos con el  presente y el futuro de sus vástagos.

Sé de alguien con vocación de maestra, con un corazón como un templo aunque externamente sea una borde; de otra  con ilusión por escribir sus guiones  y  hacer cortos, de  otras  que abordan su entrada en el mundo laboral con vibrante energía…Y podría seguir así indefinidamente, ya que todas tienen sus puntos positivos…Además de eso, por supuesto, son marchosas, divertidas, gamberras en ocasiones, exasperantes e intransigentes a ratos…Pero ¿Quién no lo fue  a su edad?

Para mí, el problema de ser padres es que los adultos no quieren que sus hijos sufran, que pasen por lo mismo que ellos, pretenden quitarles todas las piedras posibles del camino…No obstante, se nos olvida que esas piedras ayudan a forjar el carácter, aunque a veces se quede  la ingenuidad por  el camino y eso duela.

Pero sobre todo, se nos olvida que nosotros, a ojos de nuestros padres, también fuimos así: rebeldes, contestones, vagos… Nosotros no nos criamos en sus tiempos difíciles  pero los hijos de hoy lo están haciendo, además, en los fáciles. Porque se lo hemos permitido; les hemos hecho creer que podían tener todo lo que quisieran. El problema es que la vida está cambiando y su futuro se ve un poco negro. Y me pregunto si  se les ha preparado para eso.


Pero, en todo caso, me reafirmo: Gracias, destino, por no hacerme madre. Ya “padezco” bastante siendo tía. 

martes, 10 de septiembre de 2013

“El poeta dice la verdad” de Federico G. Lorca.



Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores 
en un anochecer de ruiseñores 
con un puñal, con besos y contigo.
 Quiero matar al único testigo 
para el asesinato de mis flores 
y convertir mi llanto y mis sudores 
en eterno montón de duro trigo.
 Que no se acabe nunca la madeja 
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.
 Que lo que no me des y no te pida 
será para la muerte, que no deja 
ni sombra por la carne estremecida.
 
 “Dedicado a Diego Guisado y la libertad por la que siempre brindó, 
así como a  todos los que tuvimos la fortuna de conocerlo y  amarlo” 
 
 Me fui y regreso con Lorca, pero ¡cómo evitar  recordarlo 
siendo uno de nuestros más laureados poetas!
Este poema pertenece a “Sonetos del amor oscuro”.
Para mayor placer, escucharlos  todos de boca de Amancio Prada.
 

martes, 20 de agosto de 2013

"Deseo" de Federico G. Lorca ( 1898-1936)

Sólo tu corazón caliente,
y nada más. 


Mi paraíso un campo
sin ruiseñor
ni liras,
con un río discreto
y una fuentecilla. 


Sin la espuela del viento
sobre la fronda,
ni la estrella que quiere
ser hoja. 


Una enorme luz
que fuera
luciérnaga
de otra,
en un campo
de miradas rotas. 


Un reposo claro
y allí nuestros besos,
lunares sonoros
del eco,
se abrirían muy lejos. 


Y tu corazón caliente,
nada más. 



Poema escrito en 1920 cuando sólo tenía 22 años  y toda una vida por delante, aunque la maldad se encargaría  de truncarla  años después. 
Mi homenaje a todos aquellos que sufren o mueren por su condición de "malditos", sea por cuestión de raza, condición sexual  o religión. 

jueves, 15 de agosto de 2013

"Mi padre"

Mi padre se llamaba Manuel Pérez Lomba, nació en Don Benito un día de Agosto de 1929 y ejerció la profesión de calderero desde que era un niño hasta que se jubiló, “dejando huérfana a la localidad de su buen hacer artesano” según consta en “La crónica de Don Benito”.
Murió en 2007, un 25 de abril, el día que los portugueses celebran su revolución de los claveles, y estoy segura de que mi padre hubiera preferido estar en cualquier tascucha lusa celebrando dicho evento que siendo el protagonista de su funeral puesto que era un hombre que amaba tanto la vida que le daba pánico la muerte; pero como en eso no se puede mandar, él se fue a cantar coplas con “los de arriba” mientras nosotros nos quedábamos para añorar su presencia.
No voy a ensalzar a mi padre como si hubiera sido perfecto, porque no lo fue; la vejez lo volvió gruñón y entrometido, pero hoy, al rememorarlo, son las imágenes más lejanas las que emocionan mi corazón.
Si estoy escribiendo esto es porque tirando papeles encontré el recorte del periódico que menciono más arriba y mis ojos se regodearon en su imagen, en la del hombre al que tantas y tantas veces contemplé trabajar – a veces hasta le ayudaba a sujetar un caldero mientras él remachaba los clavos, o mantenía caliente la fragua cuando moldeaba los hierros – con el que me sentaba a la mesa, con el que veía partidos de fútbol mientras me mandaba callar porque alborotaba como una loca y lo ponía de los nervios, o al que molestaba siempre que veía una corrida de toros en una tarde calurosa y se empeñaba en que mirase la “tele” con él cuando a mí siempre me ha repelido “la fiesta”… ¡Tantos momentos que entonces no significaban nada y ahora son un cúmulo de hermosos recuerdos!
Quizá no fue el mejor padre del mundo si lo miramos desde la óptica moderna aunque su papel resulta comprensible si pensamos que se crió en una época donde la obligación del hombre era simplemente traer el sustento a casa; con todo, hubo momentos en que lo intentó, en los que expuso a pecho descubierto sus buenas intenciones, como el día en que me compró mi primera cassette original de Miguel Bosé, ya que no podía llevarme a un concierto suyo, o el que me escuchó decirle que me gustaba un niño – teniendo apenas trece años- y no se rió ni enfadó, conversando conmigo como si fuera una adulta.
También le debo haberme iniciado en el glorioso arte de los crucigramas. La primera palabra que aprendí fue “tas” (yunque de platero); después vinieron “oto”, “eral”, “arana”…Tantos y tantos vocablos que despertaron en mí el amor por las letras.
Pero si algo me transmitió mi padre fue el valor de la amistad. Para él, después de la familia - y a veces hasta en el mismo nivel - estaban sus amigos. Manolo Lomba fue el mejor amigo que alguien pudo tener. Divertido, amante de la buena mesa, dispuesto a meterse en jarana, a soltar el primer gorgorito…”Mi niñez son recuerdos de un patio de Sevilla”, citaba Machado; y yo podría decir que la mía lo son de un patio con taller en el que mi padre trabajaba al compás del “Protagonistas” de Luís del Olmo o al de las canciones de “doña” Concha Piquer, o de su preferida, Marifé de Triana – aunque mi madre se decante en su memoria por Rocío Jurado o Manolo Escobar.
En todo caso, lo mismo da. Consiguió que yo heredara su devoción por la copla, llenando mi mente con las historias truculentas que en ella se narraban, como en “La bien pagá”, “Tatuaje” o “Picadita de viruela”.
Como ya he dicho, mi padre me enseñó a valorar la amistad y desde muy joven he presumido con que mis amigos son mi mayor riqueza. Así lo festejamos cada día de San Silvestre, cuando emulando a mi padre y su pandilla en lo que antaño fuera el bar Verea, despedimos el año al son de villancicos o coplas – dependiendo del grado de alcoholemia y de lo que nos pidan los parroquianos   (que tantas veces me reconocen como “la hija de Lomba”). Rememoro especialmente ese día porque en sus últimos años, cuando él ya tenía tan diezmados a sus amigos, no dejaba de pararse a saludarnos, con lágrimas en los ojos por los recuerdos de lo que tiempo atrás vivió él entre aquellas paredes, mientras se tomaba un “chato” con nosotros. Desde su muerte, no hay año en que algún amigo no me recuerde ese dato ¡Cómo si yo pudiera olvidarlo!
Poco más puedo decir, aunque queden tantos instantes en el tintero, para expresar quien fue mi padre, “el calderero de la calle Ancha”.
Sólo le deseo que esté feliz allá donde se encuentre, y que me mire con una sonrisa tierna, dándome el beneplácito por lo que conté al mundo de él.
En su nombre ¡Aúpa el Valencia! ¡Y en su defecto, el Real Madrid!


Este artículo apareció publicado en la revista "Vegas Altas y la Serena" durante la primera semana del mes de Julio lo cual me llenó de orgullo, pero también de alegría al saber que mucha gente volvió a recordar la figura de mi padre. Si hoy lo  presento aquí es porque ayer, 14 de Agosto, hubiera sido su cumpleaños y  creo que este regalo le hubiera gustado. Gracias papi, allá donde estés.


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