"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

martes, 30 de julio de 2013

"El crimen fue en Granada: a Federico G. Lorca" de Antonio Machado ( 1875-1939)



          1. El crimen
 
  Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada. 


          2. El poeta y la muerte
 
  Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

         
 3.
 
  Se le vio caminar...
                      Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!



Aunque más de un  apasionado de la Literatura me tachará de zopenca, admito que  jamás se encontró Machado entre mis poetas preferidos ; sin embargo, quiero dejar constancia de estos versos que hallé en su Antología  y que sí me llegaron al alma ( posiblemente por la republicana que llevo dentro)  Ya me contareis qué os parece. 

martes, 23 de julio de 2013

“Sombra de mí “ de Luís Cernuda ( 1902-1963)




Bien sé yo que esta imagen
fija siempre en la mente
no eres tú, sino sombra
del amor que en mí existe
antes que el tiempo acabe.

Mi amor así visible me pareces,
por mí dotado de esa gracia misma
que me hace sufrir, llorar, desesperarme;
de todo a veces, mientras otras
me levanta hasta el cielo en nuestra vida,
sintiendo las dulzuras que se guardan
sólo a los elegidos tras el mundo.

Y aunque conozco eso, luego pienso
que sin ti, sin el raro
pretexto que me diste,
mi amor, que afuera está con su ternura,
allá dentro de mí hoy seguiría
dormido todavía y a la espera
de alguien que, a su llamada,
le hiciera al fin latir gozosamente.

Entonces te doy gracias y te digo:
para esto vine al mundo, y a esperarte;
para vivir por ti, como tú vives
por mí, aunque no lo sepas.
Por este amor tan hondo que te tengo. 


Este poema  pertenece a “Poemas para un cuerpo” escrito en  1957.
Ya sé que repito autor pero Cernuda tiene la maravillosa capacidad de conmoverme el alma.

jueves, 18 de julio de 2013

"El holandés errante"


No debe sobrepasar los cuarenta, aunque en su estado es difícil precisar la edad, medirá al menos 1,75, tiene el pelo rubio pajizo y los ojos tan azules como el mar en calma escondidos tras unas gafas de pasta del mismo color que su mirada. Viste tejanos, camisa blanca y chaqueta beige, todo tan sucio como sus manos, que parece hubiera metido en carbonilla.
 Crhistian es un mendigo. Así se definió él.
Lo conocí la otra mañana en los bajos de mi portal, sentado en el suelo y apoyando la espalda en la pared. Mi acompañante, más curiosa y sociable que yo, si cabe, lo miró con descaro y él a nosotras con idéntico interés. No es extraño puesto que Ángeles se mueve en silla de ruedas. Teníamos que aguardar y nos acomodamos a su vera, con una complicidad a tres que enseguida se hizo evidente.
Crhistian nos dijo que estaba mendigando...para cerveza. Mi carcajada, espontánea por lo descarado de su explicación, hizo asomar una sonrisa en su atractivo rostro y, a partir de ahí, la charla estuvo abierta.
 Así supe que era holandés, que lleva cerca de treinta años en España (de ahí su magnífico dominio del idioma), que trabajaba como profesor de inglés en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no conseguía acordarse...- aquí fue cuando Ángeles aludió al Quijote y él recitó su primer párrafo como lo haría el mejor maestro de escuela - y que a pesar de amar su oficio, amaba más la cerveza. Porque eso es lo único que bebe. Cuando nos agradeció que nos tomáramos su confesión con ese buen humor y yo repliqué que si era su opción me parecía respetable, me aseguró que del mismo modo que hay personas que lo desprecian, otros se sienten compasivos y le dan dinero, como un señor que el día antes le había regalado veinte euros. Yo repliqué, jocosa ¡Pues con eso habrás tenido hasta para whisky! Y él denegó, asegurando que su interés se centra en la cerveza. O sea, que es un alcohólico de cebada, única y exclusivamente.
 Tuvimos que irnos y mientras nos despedíamos nos contó que su proyecto era marcharse al día siguiente a Portugal (ignoro el medio porque dinero no tenía); nosotras le deseamos suerte y se nos quedó grabada su sonrisa y buen talante.
 Hicimos nuestras cosas y a la vuelta seguía allí, con unas monedas a sus pies y la misma lata de Heineken al lado. Y su sonrisa volvió a florecer al vernos y nos saludó con un cariño de viejos amigos (a todo esto, los cotillas del banco de los bajos de mi casa estaban tan pendientes como lo estuvieron antes, con cara de escándalo por vernos compadrear campechanamente con un indigente)
 Ángeles le preguntó si había comido algo y dijo que no tenía hambre pero en sus ojos se leía la mentira y ella insistió en que tendría que comer. Acabó confesando, curiosamente arrebolado, que sí que tenía y yo me ofrecí a bajarle un bocata...con cerveza. Su respuesta fue una sonrisa que no supe hasta después que había sido de incredulidad, porque cuando regresé para llevarle dos sándwiches (del universalmente bien acogido york y queso), una lata de aceitunas y, por supuesto, una cerveza, sus ojos se abrieron con tal pasmo al tiempo que se humedecían que me sentí casi avergonzada. Y más cuando cogió mi mano y me la besó con reverencia farfullando un “No tenías por qué hacer esto. No me conoces de nada” ¡Jod...! Respondí con desparpajo “¿Quién sabe lo que nos depara la vida? Hoy por ti, mañana por mí” y me despedí dejando a mis espaldas a un hombre como una torre con los ojos húmedos por un simple arrebato de compasión.
Porque no soy de las que se ablandan a la primera. Bueno, hay días que sí y días que no. Habiendo trabajado tantos años con la marginalidad, aprendes que no siempre es bueno dar el pez en vez de la caña, aunque haya momentos en que el pescado está más a mano y tu corazón más tierno.
Pero con Crhistian me acordé de mi madre, que una vez hizo entrar a un mendigo a casa y le plantó delante un plato de cocido que el hombres se zampó ante mis atónitos ojos y los de mis hermanos como si fuera un manjar de dioses. También a aquel hombre se le humedecieron los ojos. Y a nosotros, claro. Muchas otras veces la he visto dar comida o dinero a gente que pasaba pidiendo y aún hoy, si mi hermana en un arrebato de mala uva les despacha sin nada, se le llenan los ojos de lágrimas y con un nudo en la garganta nos dice “Con la vergüenza que debe dar pedir, y vete a saber porqué lo hará”. Para ella es imposible de entender el mundo de las mafias y sólo cree en la motivación del hambre (que para algo vivió la posguerra). Nosotros, más modernos, tenemos más duras las entrañas.
Pero Cristian me removió por dentro, no sé porqué. Tal vez por mi imaginación desbocada que me hizo preguntarme qué habría llevado a un holandés alcoholizado hasta una secundaria avenida de una población tan poco “glamorosa” como Badajoz. A lo mejor fue por su físico, realmente atractivo, o por su locuaz comportamiento, o...por la pena que me dio ver a alguien con una vida que podría ser de otro modo tirado allí, desperdiciado.
¿Qué llevará, por Dios, a una persona a esconderse en el alcohol? Quiero imaginar a modo romántico, si es que puede clasificarse de ese modo a algo que te hace tirar tu vida por la borda, que fue el desamor de una mujer. Pero aún así ¿dónde está el punto que te hace pasar del desgarro del dolor al adormecimiento de unas cervezas? ¿Cómo se llega a eso? Supongo que nunca lo sabré porque no me llama el alcohol ni el resto de denominadas drogas blandas... (Nunca he oído de un cafeinómano que mendigue, la verdad, ¡aunque con la crisis, quien sabe!)
 A lo que íbamos, que divago; aún mi recuerdo se demora a ratos pensando dónde andará Crhistian, junto a qué portal pedirá y si habrá encontrado alguien noble que lo acercara a Portugal. También a Ángeles le ocurre. Somos dos bobas de cuidado. O no.
 Pero ojala los Crhistian del mundo no existieran. Aunque sólo fuera por no llenar de tristeza los recuerdos de los afortunados que sí tenemos una vida “normal”. Y que, el destino lo quiera, siempre podamos tenerla.

7/ 7/ 2013

Licencia de Creative Commons
"El holandés errante" by Mercedes Gallego is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

martes, 16 de julio de 2013

"Retrato" de Manuel Cidoncha







Maestra, no en paro
 sino constante exposición;
 mercado gratuito.
 Algunos sólo miran, 
otros se zambullen. 
Pensamiento alto 
no siempre certero, sí solidario
 como frente de sierra.
 Ojos grandes que repiten
 con su brillo 
la sonrisa amplia, la carcajada exuberante.
 Mosquitilla que pica, 
 eterna clown 
del gesto picaruelo y asombrado.


 Septiembre. 1986. 

Así me veía él en aquellos años; espero que su percepción no se haya modificado demasiado; nuestra amistad, desde luego, se mantiene intacta  (de ahí el símbolo chino que he escogido de cabecera; hubiera preferido exhibir una foto suya que para eso es bien guapo pero creo que la autora de este blog no habría podido seguir en activo) Espero que os guste a todos. A mí me encantó.



Licencia de Creative Commons
"Retrato" by Manuel Cidoncha is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

martes, 9 de julio de 2013

"Amores que matan" Joaquín Sabina ( 1949)





Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.

Yo no quiero vecínas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.

Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero cortarme la coleta, que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
brindar a tu salud.

Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardin.
Lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres,
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.

Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin tí.

No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "Volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.

Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres,
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.


Podría haber sido cualquier canción puesto que todo él es poesía; urbana, pero poesía. Si dediqué un martes a Melendi - que parece discípulo suyo -  bien puedo agasajarle con otro a él. Y se lo dedico a los millones de "sabinistas" que poblamos el mundo; entre ellos, mi queridísima hermana.

martes, 2 de julio de 2013

"Un relámpago apenas". Blas de Otero (1916-1979)



Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brisas y la rozas con tu beso.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.