"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 12 de septiembre de 2013

Padres e hijos



Admito  que soy una persona extraña. Desde que tengo uso de razón dije que no quería ser madre. Poca gente lo entiende. Es posible que, a veces, ni yo misma. Pero uno debe seguir  los instintos de su naturaleza y aprovechar que el destino te permita no tener que ceder a las presiones de una pareja que sí los quiere.

Considero que ser padres es la tarea más difícil que a alguien se le puede presentar en la vida… Supongo que habrá momentos gratificantes, pero después de ser testigo de los mil y un disgustos que mis amigos tienen con sus hijos, me reafirmo en lo dicho.

Prefiero ser tía. Y tengo la suerte de serlo de verdad de mis sobrinas de sangre, y adoptiva, de algunas hijas de mis amigos.

A ellos les toca sufrir  los “¡Estas no son horas de llegar!”, “¡No pretenderás salir con esa pinta!”,”¡Ordena la leonera que tienes por habitación!”, “¡ La próxima factura del móvil la pagas tú!” y similares…

 A mí, los “Quedamos para tomar un café y hablamos”, “Porfa, mírate el capítulo de la serie X y me dices…”, “¿Te has leído ya tal libro?” o “¿Has visto la peli…?”
A algunas les he dedicado cuentos y con muchas he compartido charlas banales y divertidas sobre gente guapa,  series juveniles y  libros de vampiros, hombres lobos y “tonterías” que sus padres no consideran de interés… Pero que, a mi entender, sí lo son. Puede que no se necesite ver o leer todo lo que  a la juventud le interesa, pero sí está bien informarse sobre lo que forma parte de  sus vidas. Lo cierto es que para la mayoría de ellos, sería un incordio. Mi  ventaja es que yo disfruto de esas cosas tanto como ellas. Me flipan la mayoría de las bobadas que les gustan  y encima no se las tengo que censurar. (Por algo mi sabio subconsciente insistió en que no fuera madre, imagino…)

Suelo ser bastante crítica con los jóvenes en general – como lo fue la generación de mis padres con la mía, sin ir más lejos – No me gusta su carencia de vocabulario, cuando no su chabacanería, su apatía hacia el esfuerzo, su creencia de que “lo merecen todo”, su mano pegada al móvil… Sin embargo, las charlas íntimas que hemos mantenido mis chicas y yo me llevan  a considerar que no se puede ser intransigente. ¡Hay tantas cosas guay en ellas…! Si sus padres supieran lo que les pasa por la cabeza “de verdad” – no las contestaciones que les dan, guiadas por la rebeldía – se sentirían infinitamente más tranquilos con el  presente y el futuro de sus vástagos.

Sé de alguien con vocación de maestra, con un corazón como un templo aunque externamente sea una borde; de otra  con ilusión por escribir sus guiones  y  hacer cortos, de  otras  que abordan su entrada en el mundo laboral con vibrante energía…Y podría seguir así indefinidamente, ya que todas tienen sus puntos positivos…Además de eso, por supuesto, son marchosas, divertidas, gamberras en ocasiones, exasperantes e intransigentes a ratos…Pero ¿Quién no lo fue  a su edad?

Para mí, el problema de ser padres es que los adultos no quieren que sus hijos sufran, que pasen por lo mismo que ellos, pretenden quitarles todas las piedras posibles del camino…No obstante, se nos olvida que esas piedras ayudan a forjar el carácter, aunque a veces se quede  la ingenuidad por  el camino y eso duela.

Pero sobre todo, se nos olvida que nosotros, a ojos de nuestros padres, también fuimos así: rebeldes, contestones, vagos… Nosotros no nos criamos en sus tiempos difíciles  pero los hijos de hoy lo están haciendo, además, en los fáciles. Porque se lo hemos permitido; les hemos hecho creer que podían tener todo lo que quisieran. El problema es que la vida está cambiando y su futuro se ve un poco negro. Y me pregunto si  se les ha preparado para eso.


Pero, en todo caso, me reafirmo: Gracias, destino, por no hacerme madre. Ya “padezco” bastante siendo tía. 

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