"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 9 de enero de 2014

"Mujeres saharauis"


Para aquellos que desconozcan la historia del pueblo saharaui voy a hacer un breve resumen: A finales del siglo XIX el Sahara Occidental se convirtió en colonia española con el fin de explotar sus ricas minas de fosfatos ( Hasta aquí nada sorprendente puesto que en esa época ya se habían repartido las potencias europeas el territorio africano con todo el descaro del mundo sin previa consulta a los implicados) Más tarde, la zona se descubriría también como un banco pesquero de enorme importancia. Lo cual, lógicamente, la convirtió en objeto de deseo para sus vecinos.
 España dividió el enclave en dos provincias, estableció en ellas estructuras y organismos para su desarrollo y elaboró un censo en 1974 por imposición de la ONU, otorgando a los saharauis DNI y libros de familia españoles. Sin embargo, en febrero del 76 nuestro gobierno abandonó el lugar sin haber fraguado la independencia de la colonia.
 ¿Qué le llevó a tamaño despropósito cuando otros territorios ya se habían independizado y convertido en países autónomos? La respuesta más fácil es que España estaba lidiando con sus problemas internos, debido a la recién estrenada democracia tras el fallecimiento de Franco. No obstante, la cruda realidad es que Marruecos aprovechó la coyuntura para meter baza y aposentarse en la zona, reclamándola como suya. Y no lo hizo de buenos modos, pese al paripé de “la marcha verde”, sino que bombardeó a los habitantes de la zona con fósforo blanco, obligándolos a huir y matando a muchos en el intento.
 Por qué saco a relucir semejante tema a estas alturas os preguntaréis muchos...La réplica es tajante: porque me importa.
 El pueblo saharaui sólo es recordado cuando los famosos sacan fotos de sus visitas a los poblados de refugiados, cuando nos llegan los niños en verano a pasar un par de meses con familias que los acogen, cuando algo terrible ocurre y es imposible ocultarlo...Pero en general, a nadie le interesa las vicisitudes de un pueblo que sufre. Y no es el único: en el mundo hay miles de desplazados en Asia, África y América.
 ¡ Y luego nos asombramos de que nos asalten con las pateras! Se nos olvida que nosotros ya estuvimos en sus países de origen antes. Claro que lo hicimos a lo grande, robando sus riquezas y obligándoles a adoptar nuestras costumbres, despreciando las suyas.
Retomo el asunto que encabeza este escrito: las mujeres saharauis. Hablo de ellas con conocimiento de causa porque muchas han pasado por la escuela donde trabajo y dos son, además, activistas comprometidas.
 Una es Digya Lachgare. La otra, Sultana Jhaya.

Digya nació en El Aaiun y ha pasado 11 años ininterrumpidos de su vida en cárceles secretas marroquíes; sin proceso judicial, sin que su familia supiera dónde estaba. La detuvieron por posicionarse a favor de la independencia de su pueblo cuando contaba 22 años. Fue torturada y humillada junto a otras muchas. Pero no sólo había mujeres en esas cárceles; también había niños. Logró salir de prisión gracias a las presiones de Amnistía Internacional y Organismos similares en el año 91, pero no se le permitía trabajar por su condición de ex-presa y se la mantuvo bajo vigilancia continuada. Pese a ello, Digya continuó luchando a favor de los derechos humanos y la autodeterminación de su pueblo.
 En 2009 viajó a Argel con otros activistas y a su regreso fue detenida en Casablanca junto a sus compañeros ( algunos aún permanecen encarcelados) Regresó el calvario de las torturas, vejaciones, celdas de aislamiento, juicios militares improcedentes... Finalmente, tras una huelga de hambre que casi termina con su vida, obtuvo la libertad.
 Eso sí, continúa pendiente de juicios y sólo gracias a Organismos Internacionales ha podido salir de Marruecos y contarnos su odisea.

La historia de Sultana es más trágica si cabe. Cuando contaba 25 años ( hoy tiene 33), siendo estudiante en la universidad de Marrakech, se manifestó a favor de su pueblo liderando una sentada. Llegaron los antidisturbios, la golpearon, le saltaron un ojo y la metieron en una ambulancia con otras compañeras a patadas, tirándolas al suelo porque las camillas eran “para los marroquíes, no para los animales”. Se limitaron a lavarle la cara para que nadie le hiciera fotos y luego la llevaron a una comisaria subterránea en pleno centro de la ciudad – donde los turistas deambulaban tranquilamente ajenos a la realidad de esas personas - Aunque parezca asombroso, Sultana conservaba su ojo en un puño, rogando porque se lo recompusieran, pero excepto mantenerla en una celda durante hora y media, nadie hizo nada. Cuando la llevaron a otro hospital, medio desangrada, los militares la interrogaron y patearon por declararse “polisaria”; sólo la acompañante de un enfermo marroquí se compadeció de ella y le dio leche para calmar su sed, pero lo único que logró a cambio fue que la policía la abofeteara y que a ella la encerraran en una sala aislada. Le ofrecieron coserle el ojo si ella misma se compraba el hilo y finalmente un policía se apiadó de ella y anotó el número de un familiar para que pudieran ponerse en contacto y se lo comprara. Por suerte – ironías de la palabra – a su familiar la acompañó un representante de Derechos Humanos saharaui que exigió responsabilidades al médico. La operaron tras dieciocho horas de calvario. Lógicamente, perdió el ojo y sólo ha recuperado su aspecto normal – no la visión - tras varias operaciones de cirugía y reconstrucción realizadas año y medio después en España. Porque después de su detención fue condenada a ocho meses de cárcel y si logró salir del país fue gracias a la intervención de una asociación sueca de apoyo al pueblo saharaui.
 Tras tanto sufrimiento nos parecería normal que esas mujeres abandonaran su lucha y su pretensión de lograr un Sahara libre...Pero no es así. Por el contrario, la lucha, el conocer de primera mano los padecimientos de su gente, las ha convertido en defensoras ardientes ante el mundo occidental de lo que deberían ser los derechos de un pueblo que ha sido abandonado a su suerte.
Conocerlas me obliga a asumir sus razones, a afrontar que vivimos en un mundo cómodo – pese a la crisis, ¡quien lo diría! – que tenemos la gran suerte de pertenecer a un país donde los dimes y diretes de independencia se discuten en los parlamentos, en las manifestaciones, donde los medios de comunicación informan de cada postura...Un país donde tenemos grandes males, es cierto, pero no cárceles secretas, ni torturas ni vejaciones como las que ellas nos han contado y que ponen la carne de gallina al más audaz.
 Yo, si estuviera en su lugar, quiero creer que sería valiente, pero desde mi acomodado sillón presiento que me tragaría la rabia y no soportaría esas vilezas. Quizá he tenido la suerte de nacer en un momento en que mi país ya respira de otro modo. Hace tanto de la época de Franco que muchos jóvenes ni siquiera saben quien es. Gracias a Dios.
 Los saharauis aún no tienen esa suerte.
 Va por ellos este testimonio.


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"Mujeres Saharauis" by Mercedes Gallego is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

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