"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 25 de septiembre de 2014

"Vecinos, segunda tanda"


Ella, como abobada, se miró el guante amarillo del que salían hilos de sangre que le humedecían el antebrazo. Sin embargo, no sentía dolor. Se dijo que debía estar anestesiada por el susto que le había dado aquel bestia.
  • No es nada – titubeó – Se me rompió una copa cuando llamaste la primera vez.
El entró con determinación en sus dominios y tiró de su otro brazo para atraerla al sofá, justo al lado de donde había dejado el conjunto de ropa interior bien dobladito reposando en el coqueto papel dentro de su caja abierta. No le pasó desapercibida la sonrisa sardónica que cruzó sus espléndidos labios pero seguía tan pasmada por el donaire de él en casa ajena que las palabras se le dormían en la boca.
  • ¿Dónde tienes un botiquín? Porque vamos, tendrás uno. Cuidados básicos al menos...
  • En el baño – tartamudeó.
Mientras contemplaba las amplias espaldas y el culo prieto que desaparecían tras su puerta sin preguntar – recordó que los dos áticos tenían la misma distribución así que no le sorprendió que fuera derecho – se encontró anonadada al sentir que se le había mojado el tanga con solo mirarlo. ¡Sería anormal! O eso, o aún le duraba el efecto de las copas porque vamos, el tío parecía con más intenciones de bañarla directamente en alcohol que en Betadine, a ver si le escocía el corte un poquito más. Se quitó con presteza el guante limpio y cerró la caja del conjunto como pudo, abochornada de no haber tenido la precaución de quitarlo de en medio ¡Claro que nadie le había avisado de que un neardental se le iba a presentar en mitad de la madrugada!
Cuando él regresó no pareció notar el detalle. Se había mojado el pelo y la cara y pequeñas gotitas surcaban su nuca y sus pestañas, rubias como el espeso cabello que lucía algo largo. Traía en las manos el bote de Betadine, el vaso del cepillo de dientes que mantenía de adorno porque sólo usaba el eléctrico y sus discos de algodón desmaquillantes.
  • No encontré otra cosa; supongo que bastará – replicó arrodillándose entre sus piernas ; le quitó el guante con una suavidad asombrosa en un tío tan grande y la miró disculpándose – Te he cogido una toalla. Después de toda la noche intentando dormirme parece que al fin los relajantes empiezan a hacerme efecto y he tenido que despejarme un poco.
Carla hizo un conato de incorporarse, violenta por la postura y por las molestia que le estaba ocasionando pero él la retuvo con un gesto amable.
  • Deja que te cure y me voy a la cama. Sólo será un segundo.
Acalorada, Carla captó cómo su mirada se detenía en el tanga que había quedado a la vista al levantase el delantal y cerró las piernas con premura, sonrojándose más intensamente aún pese a que él no hizo comentarios.
El adonis apoyó una mano en su rodilla más cercana, dejó con parsimonia el guante sobre el parqué impoluto y procedió a limpiarle la herida con algodón y el agua del vaso inútil. Sin apartar la vista de la herida, desinfectándosela después, se excusó por las maneras.
  • Lamento el numerito. No suelo ser tan gilipollas; pero he tenido una semana muy dura con la mudanza y las horas de guardia...
Carla ni le oía, pasmada por la electricidad que su cuerpo almacenada con cada toque de sus dedos, conteniendo la tentación de tocar la nuca y los hombros anchos que terminaban en unos brazos fuertes aunque no musculados, justo como a ella le gustaban, y esas espaldas poderosas, todo sin rastro de vello. Debía ser modelo, o gigoló o...
  • ¿A qué te dedicas? - se encontró preguntando.
Él enfocó su directa mirada en ella y si se sorprendió por sus mejillas encendidas se lo calló mientras recogía los restos de su trabajo y los tiraba en el cubo de la basura. Después tiró del tapón del fregadero y cuando la espuma hubo desaparecido recogió los trozos de cristal y los tiró también.
  • Yo diría que esto puede esperar a mañana. Mejor te vas a la cama y descansas – sonrió en un gesto casi lobuno – Descansamos los dos.
Estaba junto al quicio cuando se volvió.
  • Soy bombero. Buenas noches.
Carla reaccionó finalmente como si él hubiera roto el hechizo al traspasar la puerta y corrió hasta el rellano con el corazón galopante.
  • Oye, lo siento mucho, de verdad...Si hubiera sabido que estabas ahí no hubiera sido tan desconsiderada... La mitad de los vecinos están de vacaciones...Y yo llegué anoche del pueblo, de celebrar mi cumpleaños con mis familia; supongo que por eso no me enteré de que estabas aquí. Ángela es la vecina de abajo y sabía que no iba a molestarla. Los....los B llevan desocupados un montón de tiempo...Lo siento – bajó la voz , más violenta a cada mirada burlona de él – Si puedo compensarte de algún modo... Cuenta conmigo.
El le lazó una mirada de arriba abajo y después su vista se perdió en la caja del sofá que ella había escondido.
  • Tranquila. No voy a mudarme en bastante tiempo. Ya buscaré el modo de resarcirme – tenía la mano en su puerta y la cerró lentamente – Buenas noches.





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