"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 22 de enero de 2015

"Tu ausencia"



Me gustaría escribir una elegía como las que escribía García Lorca, pero me temo que mi madre deberá conformarse con la sentida prosa que desgranan mis dedos.
Mi madre se llamaba Antonia Brígida, y como toda la dicotomía que persiguió su vida , para los cercanos fue Brígida y para los desconocidos Antonia. ¡ Sonaba tan raro escuchar que la llamaran por ese nombre en el hospital! No me extraña que no respondiera...Jamás lo consideró otra cosa que un postizo en su carné de identidad.
Brígida, mi madre, se consideraba a sí misma una persona débil; sin embargo, yo la he visto dar muestras de la fortaleza más admirable que pueda hallarse en una mujer.
Se crió entre algodones hasta los quince años, pese a ser años de guerra y posguerra. Tuvo la suerte de tener un padre amable, amante de los suyos y con un trabajo bien retribuido. Mi abuelo era algo tan arcaico como Aperador, hacía carros y los arreglaba. Trabajaba para ricos y pobres y gozaba de bastante prestigio. Su hija fue a una escuela privada hasta los quince años pero a partir de ahí la desgracia comenzó a cebarse en su vida y ya apenas la abandonó. Murió su madre de tuberculosis y en breve tiempo la siguió un hermano con veintiún años, sin dar apenas ocasión de recuperarse de la pena. Le siguieron otros familiares cercanos porque era una época dura y el morir de “nimiedades” era habitual sin eso tan normal que hoy llamamos penicilina. A su otra hermana la perdería unos años después, del corazón, y también supondría una cicatriz para su alma.
Cambió su vida de “señorita” por la de “fregona” al casarse con mi padre, un humilde calderero cuya madre salía adelante regentando una fonda...Y allá se vio ella, la chiquilla que bordaba primorosamente, lavando sábanas a mano y cuidando huéspedes mientras entregaba al mundo su ofrenda más personal, sus cinco hijos.
Sus sueños de estudiar astronomía, o historia, u otras dispares materias quedaron reducidas a su avidez por la lectura. Desde pequeña la recuerdo con una revista o un libro en las manos; eso sí, en horas de descanso (¡ No me habré llevado regañinas por esconderme para devorar una novela cuando debería estar cosiendo o estudiando!)
Si de alguien he sacado mi amor por las letras es de ella. Suyas fueron mis primeras lecturas, sus novelas de pastas cursis y letra diminuta, que abrieron mi mente a mundos maravillosos y románticos.¡ Cómo no amar la novela romántica si con ella aprendí a escribir!
¡ Menudo orgullo se reflejaba en su mirada cuando le leía aquellas redacciones del colegio, las historias que inventaba , mis primeros poemas...!
Mis hermanos siempre me han tomado el pelo diciendo que yo era su favorita pero no es verdad. Simplemente teníamos afinidad para compartir intimidades, charlas mañaneras al abrigo de su cama, interminables siestas disertando sobre ovnis y horóscopos, numerología, el bien y el mal...sobre las historias familiares que ella consideraba dignas de ser contadas pese a no ser más significativas que las de miles de españoles que sobrevivieron a una época negra... ( aunque agradezco el buen tino de haberle dado gusto este verano y haber tomado nota de sus pequeñas anécdotas,porque ahora sí que quedarán registradas para siempre)
Mami, mi mami...La mujer cuya fortaleza engrandeció a sus hijos y nietas cuando decidió que estaba cansada de luchar y aprovechó una maldita vesícula para decirnos adiós... La operaron a vida o muerte y ella eligió arriesgarse. Se despidió de todos y cada uno de nosotros con calma, con una sonrisa, con recuerdos y alabanzas hacia la gente que la trató... Nadie se quedó sin mencionar.¡ Cuando nos besó uno a uno aquello pareció un fotograma de película de Frank Capra! Le agradeció a Dios la familia que le había dado y lo unidos que estábamos ( hasta las cuñadas, que ya difícil); yo sólo atiné a decirle:”Somos un reflejo de ti, de lo que tú nos has inculcado”. Y prometimos seguir así, unidos y fuertes. Y lo cumplimos.
Tras una semana de dolor intenso haciendo guardia a su lado hasta que le fallara el corazón, nos turnamos, la besamos y acariciamos aún sin saber si nos sentía... Le devolvimos con creces lo que ella nos regaló.
Pero ya no está. Fue un alivio verla descansar en paz. Plácida. Serena. Fuerte. Y así nos mantuvimos nosotros. Una piña junto a su cuerpo, sintiendo que pedacitos de su alma se fundían con las nuestras para quedarse hasta nuestro fin.
Hoy, lo juro, puedo sentirla en mi interior.
Y ya no sufrimos por ella, porque como dijo mi hermano Diego “ Menuda juerga le debe tener montada tu padre, con chatos de vino y cantares para recibirla”. La sonrisa floreció en nuestros rostros y la seguridad de que así sería fue plena.
La tierna Brígida y el juerguista Manuel. No pudo haber una pareja más dispar entre sus amigos ; y sin embargo, no creo que ningún hombre la amara más que él, que juró casarse con ella o con ninguna...Como en las novelas que tanto disfrutó mi madre. Como las que yo intento escribir para que siga sintiéndose orgullosa de su hija allá donde esté.
Por ti, mami, por tu fortaleza, escribo esto. Y para cumplir la promesa que le hice a los míos de que te recordaría con unas letras como merecías. No sé si lo he conseguido, pero al menos la gente que no te conoció comprenderá porqué tu ausencia nos duele tanto.
Hasta siempre, mami. De tu hija “prefe”.
Besos de todos.


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