"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 25 de junio de 2015

"Profeta en mi tierra"




Todas aquellas personas que me siguen en Facebook saben que la semana pasada ha resultado espectacular para mí pero como muchos de los que me leéis a través del blog no estáis en él quiero contaros cuales han sido mis sensaciones y mis vivencias.
Cada vez que escribo algo en esta página os transmito una parte de mí: los sentimientos de un poema, la agudeza de una reflexión, el placer de un cuento...Sin embargo, hoy quiero escribir como si lo hiciera en mi diario, quiero explicaros cómo ha sido pasar una semana en Don Benito, mi “pueblo”.
¡Es tan alucinante que podáis leerme desde cualquier parte de otros continentes! Y claro, no tenéis ni idea de dónde está Don Benito. Os sitúo. Es una ciudad de cuarenta mil habitantes, (arriba, abajo) ubicada en la Vega del Guadiana, en Badajoz, provincia de Extremadura. Tuve el privilegio de nacer allí y aunque no soy especialmente nacionalista, ni patriótica, ni esas cosas, el orgullo de ser de mi pueblo lo llevo como bandera. No es una población bonita aunque sí próspera, pero yo pateé esas calles desde mi niñez hasta cerca de los treinta y guardo recuerdos maravillosos de sus edificios, parques y alrededores.
Emigré a la capital en busca de trabajo y por eso vivo en Badajoz, otra ciudad a la que también quiero mucho pese a no ser tan esplendorosa como tantísimas ciudades españolas. Pero no me entretendré en ello, hoy el asunto no me lleva por ese sendero.
Estaba en Don Benito. ¿Y qué es lo mejor de mi pueblo? Pues su gente, como ocurre con todos los lugares. Sin la calidez humana las poblaciones no nos dicen nada. Sólo si vas de turista te interesa lo de fuera; si vives en un sitio, lo que importa es la gente, los vecinos, los amigos...Y ahí entro al trapo.
Dice el dicho que “nadie es profeta en su tierra”y...¡me cachis! Cuánto siento que Lomba, “el calderero” no haya vivido para ver a su hija presentada en un acto público – aunque fuera en calidad de amigo y no de alcalde – por el más representativo de los hijos de la ciudad.
El miércoles me concedieron el honor de entrevistarme en dos cadenas de radio y salí bastante airosa según los comentarios – mi wassap se llenó de mensajes rebosantes de bromas acerca de mi desparpajo ante el micrófono.
El jueves visité la sede de una asociación de la que soy socia “No eres de Don Benito si no eres calabazón” ( apodo de los dombenitenses) y me recibieron con un bizcocho y toda la simpatía del mundo. En ella me reencontré con amistades de la infancia, de la escuela, y fue como si nos hubiéramos visto hacía tan sólo unos días...
Por otro lado resultó emocionante contemplar mis carteles en las tiendas o por las calles, que me pidieran que los firmara, que me saludaran personas que hacía siglos que no me decían nada aunque fuera por vergüenza...Y esta vez con la cosa de “Te he visto en el cartel” todo era más fácil...Amigos que se disculpaban por no poder acudir al tener otros compromisos adquiridos con anterioridad, amigos emocionados por ir y escucharme, conocidos pasmados al enterarse de esa desconocida faceta mía...Peluqueras orgullosas de tenerme por clienta...
La sonrisa ha sido una constante en mi rostro, cómo no. Imposible que fuera de otro modo.
Si mi familia se ha sentido orgullosa de mí, yo de ellos no digo. Me han hecho propaganda desde el mayor al pequeño ( somos cinco, además de las sobrinas y los “añadidos”) y todos trajeron a sus conocidos a la presentación o compraron libros por encargo.
He sido profeta en mi tierra. Me he sentido querida, apoyada, respetada.
Que profesores de colegio o instituto estuvieran en el acto de presentación, en la Casa de la Cultura, el sábado 20, resultó emotivo; sus palabras de aliento y cariño me llegaron al alma. Que me propusieran escribir una historia basada en una época histórica del pueblo, un halago.
Dicen que fui divertida – adjetivo poco usado en la presentación de un libro, al parecer - , ingeniosa, entrañable...Que hice gala de un uso del micrófono y del escenario poco común en una “principiante” ( yo les recuerdo que he dado clase durante veinte años, y eso da “tablas”); en resumen, que a mis paisanos les gusté.
Tanto que me besaron, se hicieron fotos conmigo, me compraron “Regalo del cielo” y se los dediqué con toda la creatividad de que fui capaz teniendo en cuenta la larga cola en espera – un apuro - y la mano tonta de aguantar el bolígrafo ( el ordenador es un gran enemigo a veces para estas cosas, te hace perder agilidad).
En fin, que mi editora se marchó contenta; mis conocidos felices; los desconocidos gratamente sorprendidos; y yo...Yo subida en una luna ante semejante acogida.
Lo olvidaba, mis amigos - mi pandilla, mejor- me dieron por adelantado buena suerte : se presentaron a mediodía con dos litronas, improvisando una “quedada” puesto que yo no quería salir de cañas por si me afectaban un poco y no era plan...Las tomamos en la entrada de mi patio – el de la casa familiar – sentados de cualquier manera, en taburetes, en el umbral, en el suelo...recordándome que en la vida no somos lo que aparentamos ante el público, sino la persona que bebe una cerveza bien acompañada, entre bromas y chascarrillos, con ropa de andar por casa...Aunque yo me precie de que la linea que separa ambas Mercedes sea tan delgada que sólo se diferencia  por el uso o no del maquillaje.
Así se desarrollaron, a grandes rasgos (dejando a un  lado los dos cumpleaños familiares que se infiltraron, que son muy personales)  mis andanzas por Don Benito. Ese “pueblo” donde nací.



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