"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 29 de septiembre de 2016

"Madrid, Madrid, Madrid"


Ya sabéis quienes me seguís en las redes que este fin de semana anduve por los Madriles de encuentro editorial. Ha sido tan intenso y reconfortante en todos los sentidos que he decidido haceros partícipes de la experiencia.
Por un lado he recibido satisfacciones profesionales; por otro, personales. He aprendido nuevas formas de trabajar, me he codeado con compañeras ya consagradas ( más humildes que muchas famosillas de tres al cuarto que se mueven por ahí), con otras que, como yo, están aprendiendo a “deslizarse” por estos ambientes, y con algunas novatas de edición que no de calidad, porque aquí nunca se sabe lo que una lleva dentro. Perdonad que hable en femenino, Enrique y compañía; también había chicos pero como suele ocurrir, estaban en minoría.
Decía que he aprendido porque la reunión tenía una finalidad didáctica: cómo presentar un manuscrito correctamente, selección de portadas, elección de personajes y tramas, proyectos de la editorial... Salimos super motivadas. La risa y la complicidad resultó bastante común. Lógico si se piensa que tod@s nos dedicamos al mismo asunto.
Lo que me encantó, no obstante, fueron los imprevistos. Tomar un bocata en mitad de un bosquecillo con escritoras que no “pillan” porqué sus novelas preferidas no se venden tanto como otras que apenas les costó escribir ; descubrir que nuestros gustos y los de nuestros lectores no van acordes muchas veces, que nos desconcierta el entusiasmo de ciertos fans hacia nuestras personas cuando somos tan normalitos ( aunque lo agradecemos un montón, claro está)... Resultó fantástico comentarles a esas autoras lo que más me gustó de sus obras y lo que menos, con la confianza de una sentada en un banco.
Para rematar, nos reunimos de despedida en una terraza del Retiro y el azar me puso junto a una bloguera que se parte conmigo cuando ella es más graciosa que yo, y con otras escritoras – leídas y no – que ven series de esas que la gente corriente llama frikis. Fue un quitarnos la palabra de la boca con el ¿ Y no has visto...? ¡Por Dios, qué divertido! Cómo te confunde la gente con su apariencia, que te parecen serias por su escritura y resultan gratamente gamberras en la intimidad. ¡Una gozada, vaya! Personas con la que vas sintiendo una afinidad y te apetece crear lazos.
Por otro lado, fuera del encuentro, disfruté de dos parejas amigas. Por separado. Siempre con mi hermana, claro está, que para algo es mi mánager sin que ostente cargo ni título. Con unos anduve de cañas, comida y café por Malasaña y Chueca, disfrutando de la tarde del viernes con su cháchara y la vidilla de la calle. Hacía mucho que no “paseaba” Madrid y lo encontré maravilloso. Lleno de gente, de sitios bonitos por la estética y por los contenidos , con libreros divertidos, contagiados de mi entusiasmo... Los que vivís en la capital no sabéis la suerte que tenéis de poder mudar de ambiente con sólo cruzar una calle. Confieso que no querría vivir allí pero visitar la ciudad de vez en cuando oxigena la mente y el corazón.
Los otros, a los que tuve de taxistas y hospederos, nos llevaron el sábado noche de cena y paseo nocturno por los alrededores de Santa Ana ¡ Guay y reguay! Comimos pijo y absorbimos ambientazo callejero. Qué decir de lo comentado mil veces de mi fortuna de contar con amigos maravillosos...La vida me ha dado eso y yo lo retribuyo con lo único que puedo, mi cariño. Ojalá la gente que no cuenta con amigos del alma sepan en algún momento de lo que hablo porque no existe experiencia igual.
De regreso nos trajo otra amiga en su auto. Así son las cosas cuando el destino se empeña en rodearte de buen rollo. Se producen coincidencias y los astros te lanzan un beso a la cara.
Encantada de recibirlo. Que se repita pronto.

jueves, 22 de septiembre de 2016

"Tristeza ideológica"



Después de leer la trilogía de Norma Estrella donde algunos de sus protagonistas se mueven en lo que fuera la panacea del idealismo, la Plaza de Cataluña y sus alrededores, con el movimiento  15M de fondo y sus posteriores repercusiones, me pregunto a día de hoy cómo se sentirán esas miles de personas que se movilizaron, que dejaron sus casas ( bueno sí, las de sus padres muchos de ellos ya que no tenían un duro para tener las suyas propias), que atendieron las necesidades básicas de los reunidos con alimentos, ropas o simples sonrisas, los que creyeron ver resurgir los ánimos anteriores al anuncio de la República, cuando se soñaba con construir un mundo igualitario y justo, los que alzaron sus voces solidarias para impedir expropiaciones, los “perroflautas” - como muchos les llamaron - que lograron sentirse parte de un todo...
Yo, que lo viví desde la distancia, con la añoranza de poseer tiempo libre y edad ( y ganas auténticas ) para implicarme en los campamentos, confieso sentirme desolada por el momento político actual; defraudada por los que un día voté con ilusión ( ya hace mucho lo confieso, lo de la ilusión , digo; votar sigo votando por convicción de que una mujer no puede perder ese privilegio que tanto nos costó ganar) ; yo, decía, que siento en mi alma la amargura de tanta corrupción e incompetencia, me pregunto¿cómo se sentirán ellos?
Porque mi ácida visión de la realidad me hace ver que muchos que en aquel entonces abanderaron la proclama de la igualdad, la fraternidad y bla, bla, bla...ahora se aferran a su escaño y su puesto en la listas electorales como lapas auténticas. ¿Qué pensarán de ellos los que les auparon? ¿Siguen confiándoles sus ilusiones?
¿Siguen los perroflautas convencidos de que un futuro mejor es posible? Por favor, si lo sabéis, contádmelo.
Me encantaría creer que la ilusión está viva en algunos corazones, que la ingenuidad no ha muerto...

jueves, 15 de septiembre de 2016

"No eres tú"


Quien esté contemplando esta imagen pensará que vivo el instante perfecto, que mis pasos me llevan hacia el camino de la felicidad, peldaño a peldaño...
Paisaje idílico, tu silueta al fondo, el plácido lago ...Y no obstante, mi corazón se desprende como un soplo de brisa de mi pecho porque la estampa no muestra la realidad del momento. La del hombre que acecha a mi espalda con el ceño fruncido y la mirada de piedra. El hombre que me acaba de desposar pese a mi amor por ti. Al que sólo le importa la promesa que nuestras familias se hicieron.
Tú aguardas que huyamos. Ya no es posible. Me quebró el honor. El de los míos y el tuyo, porque la ignominia de manchar tu reputación con un duelo, la fatalista posibilidad de tu muerte, me ha llevado a jurar unos votos que sólo cumpliré de palabra.
Mi alma es tuya.
No me olvides, amor. Graba en tu retina mi rostro como yo atesoro el tuyo.
Te prometo que mi último suspiro llevará tu nombre.


Licencia de Creative Commons

"No eres tú" by Mercedes Gallego is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en http://tintadreams.blogspot.com.es/.










jueves, 8 de septiembre de 2016

Mi contribución a la revista de feria de 2016


Cuando era pequeña disfrutábamos de dos ferias en Don Benito, una en febrero y otra en septiembre. No conozco el motivo de que se celebraran dos ni tampoco el porqué de que finalmente se redujera a una pero admito que la fecha es la más acertada. En febrero hacía un frío desagradable y daba más pereza salir a la calle pero con el fin de los calores veraniegos y la entrada inminente en los estudios, ésta se aprovechaba muchísimo más.
Personalmente, que llegara la feria suponía, de pequeña, estrenar ropa. Supongo que era una costumbre común. Mi hermana y yo nos reímos a carcajadas cuando evocamos unos trajes de mezclilla a cuadros, cada una de un color diferente, con pantalón de campana y cazadora corta, que mi madre nos encargó en una modista (lo normal en esa época, hasta que también empezamos a comprar en la antigua tienda de Estanis y Emilia (hoy Emilia Modas desde que dividieron el negocio ambos hermanos) en cuyo mostrador me encontraba con mi amiga del alma, María Romero.
Estrenaríamos otras cosas pero, no sabemos por qué, esos trajes se han quedado grabados en nuestra memoria. Debieron gustarnos mucho a pesar de que ahora los vemos horripilantes.
Pensar en la feria es, además, evocar a mi madre subida con nosotros (mi hermano Manolo añadido) en el “gusano loco” y su cara de horror al descubrir, cuando nos bajamos, que había perdido la peluca. La usaba por coquetería y porque estaba de moda en esa época, no como ahora que se suelen llevar por motivos más tristes; la tenía en alta estima por lo que allí nos veas a los cuatro rogando al maquinista que nos la buscara a cualquier precio. No pudo ser y mi madre no sé cómo se las arregló para salir de allí sin demasiado mal aspecto. Hasta la mañana siguiente no estuvo aquel engendro en casa, de vuelta a su maniquí.
¡Qué curiosos son los recuerdos que se agolpan así, por las buenas, haciendo que olvidemos otros que quizá también tuvieron su importancia!
Imposible no rememorar la sensación única del hormigueo en el estómago montada en el zigzag o el pulpo, la presencia imprescindible en los coches de choque ya que era el lugar de citas para ver a los niños que nos gustaban, el placer del vaivén del tiovivo...
Con los años una se va haciendo cobarde y ya, tras haber estado a punto de “morir de pavor” en un galeón, se acabó para mí la aventura de las atracciones de feria. Triste pero cierto.
Ahora esa fiesta implica copas y baile. Además, prefiero el mediodía a la noche. Con todo, debo admitir que llevo unos años sin apuntarme al carro de ese festejo. La vida no me ha dado la oportunidad de acudir al pueblo en dichas fechas por más que yo haya querido vivirlas.
Uno de mis recuerdos preferidos es el de un mediodía en el que me junté con mis hermanos y mis sobrinas. Yo llevaba un top y una falda larga que me arremangaba en las casetas para bailar al son de cualquier música pop, vaso en mano, sin pudor ni recato: un frente a frente con mi hermana (mejor danzante que yo, que para eso ganó un concurso de rumbas en algún momento de su vida joven), un desafío con mi hermano Diego, casi siempre ausente en estos menesteres, una ronda con “mis niñas”...
Disfrutar con mi familia es innato en mi persona, me encanta estar con ellos gamberreando. Y aquella tarde resultó inolvidable: tapas, risas, música...No nos hicimos fotos (impensable hoy día, ¿verdad?) y bien que lo siento, aunque las imágenes permanecen grabadas en mi memoria.
También evoco otras ferias de mediodía con mi pandilla, admirando los caballos (un poco raro, como si estuviéramos en Sevilla), pasando un calor asfixiante paliado con cervezas y rebujito en casetas medio desiertas (no había por entonces mucho hábito de mediodía; ignoro cómo será ahora), bailando al ritmo de melodías brasileñas con animadoras del cotarro... Pero sobre todo me viene a la memoria una tarde en que nos quedamos contra viento y marea mis amigos Manolo Cidoncha, Cecilia Casado y yo, apurando las horas con un café en la terraza del Quinto Cecilio desde la que dominábamos todo el recinto, parloteando con esa lengua suelta que te da el “ir pasado de rosca”. A Cecilia le había regalado un admirador una botella de Vega Sicilia y Manolo y yo no entendíamos que no quisiera compartirla con nosotros, prefiriendo guardarla para un momento “especial”...Por más que lo intentamos no cedió. Luego, años después, me confesó que al abrirla “estaba pasada”. Castigo divino, aduje yo con mala uva aunque sintiendo de corazón que se hubiera echado a perder tan impresionante vino. Las cosas ricas son para compartir con los amigos, que para eso nos soportamos en las malas y en las buenas, pienso.
Pero en fin, así son las cosas. A veces guardas lo bueno para más tarde y no encuentras ocasión de aprovecharlo.
Por eso yo no he querido negarme a contaros estas anécdotas en la revista de la feria. A la mayoría os parecerán bobadas, pero forman parte de mi baúl personal, me acompañan como el resto de recuerdos de mi pueblo, del que hablo siempre que hallo ocasión porque no hay nada más lógico que amar la tierra que te vio nacer, y he optado por compartirlas.
Os deseo unas felices fiestas de septiembre, que las disfrutéis a tope y que llevéis con la cabeza alta y orgullo en el corazón el nombre de Don Benito.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Reseña de "Yo antes de ti"


No soy reseñadora de libros pero cuando alguno me cala hondo en el alma como lo ha hecho éste me permito la licencia de aconsejarlo y, además, explicaros el motivo.
Yo antes de ti” llevaba siglos en mi libro electrónico pero siempre escogía otro. La portada no me llamaba en absoluto y el título tampoco me decía gran cosa. Ni siquiera sabía de qué iba el argumento cuando lo empecé pero una vez que Lou y Will se metieron en mis venas ya no pude parar.
Cuando busqué en internet para saber algo de la autora me encontré con la noticia de que habían hecho la película y las críticas no eran demasiado buenas. No sé, no puedo pronunciarme; aún no la he visto ( escribo esto en el calor de agosto, estremecida todavía por los sentimientos de esta mañana al acabar la lectura; igual cuando me leáis sí que la he visionado porque la curiosidad me puede) Lo que quiero dejar claro es que hablaré del libro; solo del libro.
Me pregunto cómo la autora ha podido meterse en la piel de Will y expresar con semejante fidelidad sus sentimientos más profundos. Hace falta una sensibilidad especial. No es solo documentarse, es transmitirlo.
Para los que no sabéis nada de la historia, os resumo que trata de un hombre de éxito inglés que tiene un estúpido accidente y se queda tetrapléjico. Will se ha comido la vida, se la ha zampado más bien; y de repente se ve sometido a la esclavitud de una silla de ruedas y a depender para todo de los demás. El choque es brutal, sin duda. Su única idea es morir y plantea a su familia el plazo de seis meses para hacerlo. Aquí entra en escena Lou, una joven de clase media baja, con problemas acuciantes que la obligan a coger un trabajo de cuidadora para el que no se siente cualificada. Habrá un tercer personaje, Nathan, el enfermero, que dará el contrapunto a la inexperiencia de Lou y con quien terminará formando un tándem excelente. Pronto Lou sabrá que en realidad no está para cuidar de Will sino para insuflar ilusión en su vida, para que la energía que ella desborda de algún modo le proporcione ilusión por vivir a él.
¿Lo logrará? Para saberlo deberéis leeros el libro.
Debo confesar que me ha resultado realista a tope, que he entendido perfectamente la decisión de Will, que la respeto. Espero que la peli no fastidie ese final.
Sin duda esta historia me ha llegado al alma porque yo vivo con una persona “minusválida” ( en este caso es esclerosis múltiple no un accidente) y me he encontrado reconociéndome en las reacciones de Lou. Esa ira que ella experimenta cuando lucha contra las barreras arquitectónicas, con los incivilizados que aparcan en los pasos especiales, con las miradas de la gente que parece no darse cuenta de que en una silla de ruedas va un ser humano y no un mono de feria o un sordo o un ciego. Duelen las miradas de pesadumbre o de curiosidad al paso de una silla, y más cuando la persona que va en ella es joven. No digo que no sea lógico sentir algo pero...Por favor, la próxima vez que os halléis a alguien en un restaurante, en un concierto, en un autobús...No os quedéis mirando como si la otra persona no se sintiera bastante humillada de ir llamando la atención. Si es molesto para mí como acompañante, no os digo para ella. Y eso lo describe con perfección Jojo Moyes. Los sentimientos de él y los de ella.
El libro juega además con una mezcla de “Pigmalión” y otro poco de “Intocable”. Esta me encantó pero no deja de tener cierto aire holliwoodiense a pesar de ser francesa. El libro es más sencillo, y no obstante, retrata el día a día de una persona discapacitada con una verosimilitud espantosa. Eso sí, de un discapacitado rico, me temo que un pobre no se puede permitir ni la cuarta parte de lo que pasa en las novelas y películas. La vida de un discapacitado con economía precaria se reduce a salir a la calle cuando puedes y a que te cuiden personas con las que tienes que lidiar tu falta de intimidad. No hay clínicas de lujo ni viajes maravillosos.
Por cierto, también he experimentado lo de la cara de fastidio en los aviones cuando te toca esperar que entren al principio o al final una persona en silla de ruedas y sus acompañantes. Os lo aseguro, no es un privilegio. Es un jodido mal momento para todos. Sentirte observado, trasladado, aguardar a que la furgoneta especial te pasee delante de todo el mundo...
Quien no haya leído el libro debería hacerlo. Aunque solo fuera para meterse en la piel de las personas que viven día a día ese calvario.
Gracias a Jojo Moyes por contarlo.