"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 6 de julio de 2017

Entrega


Esa palabra es la que mejor define la vida de muchas personas anónimas. Personas que parecen importantes sólo para los que tenemos la suerte de cruzárnoslas en nuestro camino. Hace unos días, una de esas personas ha fallecido. Lo ha hecho tan en silencio como vivió su existencia pese a que la dedicó, de pleno,a cuidar del prójimo.
Tuve la fortuna de tratarla un tiempo que pasó por la escuela donde ya sabéis que trabajé dieciocho años. A mí me encantaba lo de relacionarme con mujeres acuciadas por problemáticas de todo tipo, ayudar en lo posible a resolver sus cuitas y aprender de su ejemplo a ser más fuerte en mi vida personal. Paulina Díez no se relacionaba, se zambullía de pleno; compartía el mismo espacio, igual en España que en África. Regalaba su sonrisa y su buen hacer. Su cariño y su sufrimiento.
Para eso era religiosa, dirán algunos. Pues sí, pero no todos los que se dedican al Señor dan ejemplo con su vida diaria de ese estado. Y ella lo hacía. Vivía por y para los que la rodeaban.
Era ¡cómo no! de León; para mí cuna de mujeres fuertes, decididas, entrañables . Ya hice una semblanza de «las hermanas de León» y en ella estaba incluida Paulina.
Pese a ser pequeña de físico y delgada como un junco, su mirada mostraba la fortaleza interior, la sabiduría adquirida en tantos años de entrega. Su mirada se tornaba nostálgica al hablar de su época en África, de la gente que había conocido, sin recalcar los peligros a los que también se expuso, entre ellos la pérdida de salud. Pero ya sabemos que al mirar atrás pesa más lo que amamos que lo que nos hizo sufrir.
Era una persona sabia, reconocida entres sus iguales como mujer versada en múltiples talentos, y sin embargo jamás la escuche presumir de sí misma.
Ahora no está, la muerte como suele ocurrir, se lleva a buenos y malos. La ventaja es que ella se hizo un hueco en los corazones de mucha gente, y ese es el modo inequívoco de seguir viviendo por siempre. Mientras la recordemos, estará. Por eso Paulina Díez y su sonrisa permanece.
Y yo agradezco a los hados que me concedieran su amistad. 


Todo mi cariño para la comunidad de El Buen pastor , en especial la de Badajoz, y para la familia Díez. 

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