"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 30 de noviembre de 2017

Pon un coach en tu vida



Tengo el inmenso honor de contar entre mis amigos con personas inteligentes, curiosas, que siempre buscan el modo de mejorar la vida propia y la de los demás. Entre ellos están Rosa Cañamero, socia directora de Execoach y protagonista de este artículo, y su marido, Jose Manuel , conocido en ámbitos cinéfilos como Liteo Deliro por sus cortos Imago, La Hégira y La quinta dimensión, hasta el momento. Ambos son sensibles, reflexivos y con una gran conciencia social.
Rosa lleva varios años trabajando en el campo del coaching junto a sus dos socios – podéis visitar su web si os interesa – pero hasta el pasado sábado no supe que habían puesto en marcha un blog para mostrar temas de interés general. El último escrito de Rosa se titula El poder de oriente en occidente, y me pareció tan interesante que he querido mostrároslo. Ya me diréis si tengo razón o no. O mejor, entrad en el blog y decídselo a ella.

A menudo en los talleres de Mindfulness que imparto y en los procesos de coaching que llevo a cabo, mis clientes expresan su frustración por no poder salir de sus patrones habituales de comportamiento, ni rebajar su nivel de estrés y se encuentran con la sensación de que en su vida, a pesar de llevar a cabo pequeños cambios en el día a día, no consiguen hacer frente a un cambio sustancial que suponga un verdadero cambio de paradigma.
Estas dos disciplinas, coaching y mindfulness, se combinan para contribuir a ese cambio que nos proporcione la felicidad y el éxito que todos deseamos en nuestra vida y en nuestro trabajo. Ambas llevan asociados una óptica diferente, que va más allá de una visión racional de los procesos mentales en los que estamos inmersos; ya que profundizan en un estilo de pensamiento más global e intuitivo. Esta forma de abordar la existencia, que poco a poco va calando en nuestra sociedad occidental, procede de Oriente, y ha sido desarrollada durante siglos.
En las últimas décadas, esta mirada desde Occidente hacia Oriente ha impregnando las diversas áreas del conocimiento científico, implicando algunas de las sabidurías del budismo, el taoísmo o el hinduismo procedente de países como Japón, China o India. Estas tradiciones comparten un sólido núcleo de conocimiento intuitivo al que autores como Aldous Huxley llamaron Filosofía Perenne. Los investigadores y científicos han observado que existe una relación entre las descripciones de la realidad que ofrece hoy la ciencia moderna y ese cuerpo de conocimiento anterior conocido como Filosofía Perenne.
Jon Kabat-Zinn aprovechó sus prácticas de meditación zen y sus estudios con diversos maestros budistas para integrar parte de esas enseñanzas en las de la ciencia occidental desvistiéndolas de cualquier connotación religiosa y creando la técnica de Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena (conocida de manera más generalizada como Mindfulness) en la Universidad de Massachusetts (USA). Pero esa pasión por Oriente en algunas mentes de Occidente con visión clara de su futuro se remonta a bastante tiempo atrás.
Henry David Thoreau, uno de los miembros más destacados del movimiento trascendentalista surgido en Estados Unidos en el siglo XIX -junto a Ralph Waldo Emerson-, descubrió la fuerza de los Upanishads, el Bhagavad Gita o el Majabharata, libros sagrados del hinduismo que inspiraron su famoso libro Walden, en el que describe toda una filosofía de vida, igualmente desprovista de connotaciones religiosas, que forma parte del ideario colectivo occidental y que ha sido la base de muchos de los caminos que han desembocado en el coaching como herramienta fundamental en la vida y en el trabajo. Walden fue escrito tras trasladarse Thoreau a vivir en la cabaña que él mismo había construido en Walden Pond, casualmente también en Massachusetts. Y allí le demostró a su generación su famosa frase: “El dinero no es necesario para comprar lo que el alma necesita.”
Algunas de las claves para este nuevo paradigma de vida se resumen en:
  1. Tener objetivos bien definidos a través del coaching: de forma específica, realista y con una fecha para alcanzarlos.  Esto nos ayudará a motivarnos y a mantener la autoridad sobre nosotros mismos para no abandonar el camino trazado.
  2. Establecer hábitos a través de la atención plena. Al repetir el mismo comportamiento una y otra vez conseguiremos convertirlo en un hábito positivo. Al principio puede costarnos mucho trabajo vencer la inercia; pero, a la larga, cuando consigamos hacerlo, saldremos reforzados.
  3. Marcarse pequeños pasos para andar el camino (el método kaizen, que procede de Japón). Lo importante es dar pequeños pasos a medida que caminamos hacia delante: ir andando poco a poco y no con grandes zancadas. Al principio será más costoso; pero a medida que avanzamos será cada vez más fácil.
  4. No compararse con otros sino sólo centrarnos en nuestro propio camino (filosofía Taoista).  Fijarnos demasiado en lo que hacen los demás y desear lo que otros poseen puede apartarnos de nuestro camino, hacernos sentir insatisfechos y conseguir que nos desmotivemos para lograr nuestro objetivo.
La cuestión es averiguar la persona y la organización que siempre hemos deseado ser y tener la clase de vida o futuro que queremos tener para nosotros y para nuestra empresa. El principal escollo con el que nos encontramos a la hora de cambiar cualquier aspecto de nuestra vida somos nosotros mismos. De nada nos sirve saber teóricamente cómo hacerlo si nos falla una óptica diferente para llevarlo a cabo. La sociedad occidental ha evolucionado en muchos aspectos respecto a la oriental; sin embargo, en otros muchos, hemos retrocedido respecto de ellos y tenemos mucho que aprender de su modo de vida. En muchas ocasiones sentimos que hemos perdido el enfoque que tenían ellos de conceptos como el éxito o la felicidad, que nuestra sociedad occidental ha redefinido por completo.
Es reconfortante y esperanzador comprobar cómo esos procesos de transformación personal que se pueden conseguir combinando coaching y mindfulness y que se abordan desde la mente están cada vez más avalados por la neurociencia. La neurociencia aporta respuestas que nos permiten entender de manera racional los procesos de desarrollo personal que de manera intuitiva se han llevado a cabo durante siglos por las tradiciones orientales.



jueves, 23 de noviembre de 2017

Si una mujer dice no, es NO


Algunos hombres , por supuesto que no todos, en pleno siglo XXI no ha aprendido que un monosílabo tan simple lleva un mensaje bien claro: «no quiero que». No quiero que hables por mí, no quiero que decidas, no quiero que me prohíbas, no quiero tener sexo contigo.
Muchos maridos piensan que tienen «derecho de pernada» sobre sus esposas, de ahí que las busquen en casa y se las tiren sin consultar si les apetece o no; y si no les apetece, igual se consideran con derecho a soltarles un bofetón, o a seguir en la escala de violencia, dependiendo del tipo y de lo enfermo que esté.
Algunos creen que si vas en el autobús o en el metro y consideran que «estás buena», pueden aprovecharse del alboroto circundante y apretarte el culo o sobarte un pecho; esos mismos consideran que porque te estés tomando unas copas, luzcas ligera de ropa – a su entender – y sonrías mientras te diviertes, «los estás provocando». Lo cual les da derecho a «entrarte» con un ligoteo fácil y ponerse pesados, y si les dices que no, lo más suave que te adjetivan es de puta o zorra.
Hay algunos que a violar lo denominan «ella no se resistió» ; no cuentan con el pavor que da que un tipo con mas fuerza que tú, sin necesidad de que lleve navaja o pistola, de un simple puñetazo te parte una ceja o te rompe la boca.
Esos hombres no deben tener madre, ni hermanas , ni primas; y si las tienen, no les duelen. O las tratan mal.
Cansa un poco lo de «están enfermos» . Por descontado que lo están; como mínimo son cortitos e entendederas porque sino no se entiende que a un NO le siga un avance por su parte, del tipo que sea.
Ni hablar ya de los celosos patológicos que hacen la vida imposible a sus parejas y las maltratan de voz y mano; que llegan al punto de matarlas, incluso delante de sus hijos, y después se suicidan. Joder, si no puedes vivir sin ella, muy bien ¡mátate tú! ¡Déjala vivir! Esos no han aprendido que el verdadero amor es otorgar la libertad a quien amas, te corresponda o no.
Ahora, que parecía que las mujeres habíamos alcanzado cierta posición en la sociedad resulta que no, que somos malas madres porque trabajamos y los niños terminan en guarderías, malas ciudadanas porque les quitamos el trabajo a los hombres, y unas zorras porque escogemos con quien nos acostamos.
Quizá habría que trepanarles el cerebro a esos «algunos» para meterles en su estrecha mollera que las mujeres hemos alcanzado la mayoría de edad hace algún tiempo. Además de enseñarles el significado de un concepto tan sencillo con es el del respeto.

PD: A las mujeres que ejercen la prostitución también se las viola en muchas ocasiones, no lo olvidemos. También ellas deberían tener derecho a decir NO.

jueves, 16 de noviembre de 2017

7 de DICIEMBRE


"Nunca se dice adiós. No de un modo definitivo."

Un encuentro inesperado reunirá a Sylvie Doumier, escritora de novela policíaca, Sasha Abbaci, cantante famoso, y Dimitri Rouzade, fotógrafo freelance, en mitad del Atlántico.
Venciendo contratiempos, desconfianzas, persecuciones, sentimientos encontrados, secuestros y vicisitudes varias, se hilvanará una historia que transformará unas sencillas vacaciones en un inquietante periplo.
Desde las costas de Brasil hasta Venezuela, pasando por la selva amazónica, los protagonistas vivirán peripecias que ni siquiera en el seno de la civilizada capital parisina cesarán.
Dos hermanos, una mujer abrumada... y un clan mafioso.

Una aventura que te atrapará.


( 2,84 euros en PREVENTA, en Amazon )

jueves, 9 de noviembre de 2017

Espero


Espero.
Sentada.
Inmóvil.
En la inquietante penumbra de la luna llena.
Espero.
Y siento miedo de escucharte.
Me pregunto por qué tu decides
sobre mi estado de ánimo.
¡El estúpido corazón que es así de tirano!
Aguardo tu sentencia
cual veredicto de jurado.
Un simple vocablo y seré feliz o desgraciada.
En ocasiones te odio,
porque dominas mis emociones.
En ocasiones te amo
porque consigues que las estrellas brillen en la noche.
Y aquí estoy, aguardando.
Absurda esclava de ti.



jueves, 2 de noviembre de 2017

Claro de luna


Necesitaba perderme. Renegar del ruido y el caos en que se estaba convirtiendo mi vida. Las alabanzas, las palmaditas en la espalda, las miradas de envidia...Resultaba un contacto tan vacío que me asqueaba. Conduje sin rumbo por carreteras del norte, entre árboles gigantes que formaban galerías de sombras para darme cobijo, maravillada por el color de las hojas que amarilleaban y el gris del cielo encapotado. Me habían hablado de una pequeña casa rural que regentaba un tipo peculiar , acostumbrado a dejar a los huéspedes a su suerte, y me pareció el lugar idóneo para esconderme. Desistía casi de mi propósito cuando lo hallé, al final de un sendero estrecho señalizado por un tablón que rezaba «Villa silencio». ¡Y por San Judas que lo era! Ni el piar incómodo de los pájaros al atardecer se percibía.
La casa constaba de una sola planta , con tejado a dos aguas y chimenea. De no salir humo por ella hubiera dado por abandonado el lugar; con todo, me mordí los labios con incertidumbre y miré en rededor. No se escuchaba un alma ni había más medios de locomoción que el mío. Resistí la tentación de dar media vuelta cuando la puerta de madera oscura se abrió y asomó por ella la faz de un hombre de mediana edad, con cabellos crespos y ojos verdes que parecieron taladrar mi ánimo. Vestía cómodos pantalones con botas a media pierna y camisa holgada, como si fuera cazador o siguiera la moda de otra época , pero la ropa le sentaba bien a su cuerpo fornido. Rechacé el pensamiento esbozando una sonrisa que supuse amable y me presenté con voz distante.
– Me hablaron de la casa ¿ tiene usted alojamiento para un par de noches?
El me estudió como si lo estuviera decidiendo, lo cual me incomodó, lo admito, pero luego se volvió en redondo y abrió la puerta para señalarme el interior.
– Es todo lo que hay – declaró.
«Todo» consistía en un salón abierto, con el fuego crepitando frente a un sofá acogedor , una mesa con sillas de madera auténtica, ventanales con vistas al bosque , una cocina rustica y un dormitorio sin baño. Vislumbré un bacín bajo la cama y un aguamanil en un rincón. Tentada de dar media vuelta me dije ¡Qué puñetas, sólo será una noche! y asentí al taciturno posadero. Le cerré la puerta en las narices, abrí mi maleta para ponerme cómoda y ya en chandal salí a otear el panorama. Olía bien. Hallé sopa sobre la mesa y pan crujiente así que , advertida de que el hombre era huraño, me serví a mi aire. Cuando llevé el plato a la cocina estaba vacía y el fogón helado pero no le di importancia. Me arrebujé en un chaquetón acolchado y salí a merodear por los alrededores. La luna estaba alta y permitía recorrer el bosque sin usar la linterna del móvil, que por cierto estaba sin cobertura, aunque fuera lo menos raro de semejante sitio. Me incomodaba que el silencio fuera «tan» silencioso. En un claro hallé un grupo de lápidas. Sin nombres, excepto una. Sólo piedras enhiestas sobre mullido verde. Intrigada, palpé las tumbas y rocé con las yemas el frontal de los sepulcros, esperando un relieve, por mínimo que fuera, pero no lo había.
– Nunca supe sus nombres -escuché en un susurro, sobresaltándome.
–¿ Les conoció?
Me miró de nuevo , severo.
– Igual que a usted.
Fruncí el ceño, molesta por su hermetismo.
– ¿Quiere decir que fueron huéspedes de la villa?
– Hace muchos años que nadie acudía en una noche como hoy – asintió, cruzado de brazos con indolencia – La noche de difuntos.
Me estremeció un escalofrío la columna vertebral y el pelo se me erizó con desconfianza.
– ¿Está insinuando que es usted un asesino en serie o algo así?
Su risa sonó hermosa, seductora, y mi estúpida mente me dijo que el hombre resultaba atractivo. ¡Menudo momento para menudencias!
– Mi nombre es Samuel. Samuel Vigil.
En un fogonazo recordé que ese era el único nombre que figuraba inscrito en el inquietante paisaje de piedra donde me había adentrado. Samuel Vigil (1815 – 1850)
– ¿Insinúa que está usted muerto? - repliqué, mas furiosa que asustada.
– Estamos – asintió.
Y entonces lo recordé. El paisaje arbolado, el ciervo que no vi, el precipicio...el silencio.