"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 22 de febrero de 2018

Derecho a decidir


¿Por qué suele dar más miedo la muerte que el estar muerto en vida? Porque digo yo que moverte por el mundo sin reconocer a los seres que te rodean, con pesadillas, alteraciones del humor y síntomas parecidos es el modo más cercano a estar muerto. Muerto el ser que un día fuiste. Muertos los sentimientos que experimentaste. Muerta la vida que llevaste.
Quien padece ese mal, tan normalizado hoy, como es el alzheimer, hace sufrir hasta lo indecible a su familia, y si, por desgracia, esa persona tiene instantes de lucidez y ve en lo que se ha convertido, el dolor que lo embargue debe ser inmenso.
Comprendo que sintamos un deseo innato de permanecer ; miento, no lo comprendo porque tengo asumido que somos seres de paso, un simple soplo en el devenir del universo ; pero mucha gente sí se aferra a la vida con uñas y dientes. Lo respeto. Pero me parece egoísta.
Puedo parecer una mala persona al decir esto, pero creo que todos deberíamos ser conscientes de que , si llega un momento en que somos una carga para la gente que amamos , más emotiva que económica o física, si ya «no somos nosotros» sino un mero cuerpo desligado de nuestra alma, deberíamos haber sido lo bastante previsores para «desconectarnos de la vida», podríamos tener el derecho a morir dónde y cómo nos diera la gana, sin que la ley castigara a quien nos auxiliara en el trance… Deberíamos ser más generosos todos, los que legislan y los que vivimos desaprensivamente sin pensar en que ese momento llegará, en que algún día ya no seremos independientes ni tendremos la mente con capacidad para reflexionar o elegir. Debemos hacerlo cuando tenemos las ideas claras, cuando podemos dejar constancia de nuestra decisión. Y que esa decisión se respete y se pueda llevar a cabo.
Sí, una vez más salgo en defensa de la eutanasia. No de esa en a que unos desaprensivos eligen por mí, no; la que yo elijo. Bajo las circunstancias que yo deje descritas.
Me he centrado en el alzheimer porque estos días tengo muy cerca a alguien que está sufriendo los efectos de tan terrible enfermedad, porque no es lo mismo que esa persona tenga olvidos o no te reconozca, a que se ponga violento, que debas agarrarlo a la cama o cerrar puertas bajo llave. Eso no es modo de vivir . Ni para el que padece la enfermedad ni para quien lo cuida. Pero la reflexión me sirve para cualquier otra enfermedad o cualquier estado vegetativo. No es justo sufrir de balde. Ya es bastante capulla la vida con sus millones de males para que algo tan sencillo como es decir «hasta aquí llego» no se pueda cumplir.
Insisto, la eutanasia debería ser legal.
Para sus detractores digo lo mismo que para el tema del aborto. Las leyes no deben obligar. Las leyes deben permitir. Es justo que, quien lo desee, haga uso de ellas y el que no, simplemente se abstenga.
Yo quiero hacer uso de ella. Y que la ley me proteja. 


Mi reflexión es un simple ejercicio de opinión. No pretendo ofender ni molestar a quienes piensan de  un modo contrario; si lo he hecho, pido disculpas anticipadas.

jueves, 15 de febrero de 2018

Gracias, San Valentín


Gracias, gracias, gracias.   Este año no he tenido tarjeta, ni rosa, ni peluche. 
Marcos me ha citado en nuestro banco de siempre y me ha confesado, con la mirada baja y   rubor en sus mejillas, que ha dejado de quererme. Se ha  vuelto loco, de repente,  por la  chica que nos sirve los cafés en el insti. Y que ella le corresponde. 
¡Aleluya! ¡Ya era hora de que ambos se decidieran! 
No es que yo tenga sustituto ni nada parecido pero empezaba a cansarme de ser la tercera en discordia, de captar miraditas culpables de Marcos y enfurruñadas de ella cuando, cada mañana,  aprovechábamos  el recreo para desayunar.
¡Hasta un topo se habría dado cuenta de la química entre esos dos! La que nosotros no tenemos desde hace bastante tiempo.
Así que gracias, San Valentín, por escuchar mi ruego.
Gracias por devolverme la fe en el amor. 
Este año no me toca, pero al próximo...quién sabe. 









jueves, 8 de febrero de 2018

Los NO nominados


Un año más he «contemplado» la gala de los Goya. Admito que he usado el verbo a propósito, porque el que me apetecería poner es otro, pero bueno, ya he despotricado bastante en privado sobre el asunto y no es esa crítica la que me trae hoy aquí.
Una reflexión que me hago es , si se trata de dar a conocer el cine español – seamos sinceros, de eso se trata, de que los espectadores sientan ganas de ver películas que ni sabían que existían – ¿por qué narices se acumulan las nominaciones sobre seis o siete películas, a lo máximo diez? ¿Por qué no se reparten las nominaciones y nos presentan el amplio abanico de posibilidades que las pantallas ofrecen?
He estado investigando cuántas películas se han estrenado en el 2017 y no he tenido manera de saberlo pero sí que me he encontrado con una pasada de títulos que, oye, ni idea . Y me las he apuntado, claro, porque a mí me gusta el cine español. A ver, me gusta «el buen cine español», que bodrios hay a mogollón, pero igual que de otras nacionalidades.
Pasa como con las series. Es asombrosa la calidad que tienen muchísimas de ellas, y hay gente que, por el hecho de ser nacionales, se niegan a seguirlas. Allá ellos, pero se pierden verdaderas joyas. No todo tiene que ser Juego de tronos o Outlander ( de las que soy super forofa, por cierto).
Me desvío, que iba de cine, del de pantalla grande. También se repiten los actores nominados cuando hay ¡tantos y tantas! trabajando; y si no lo están, peor. Que se repartan , por Dios, que vivir de esa profesión debe ser más que difícil. No paramos de ver las mismas caras durante una temporada y luego se desvanecen los pobres y parece que hubieran desaparecido del mapa. Incongruencias.
Según Fotogramas, la película más taquillera ha sido Tadeo Jones, una de «dibus»; me alegro, porque las animadas son fantásticas y tienen una cantidad de trabajo ingente que merece ser recompensado. Al menos se llevó el premio a la mejor película de animación. Pero la segunda es Perfectos desconocidos, de Alex de la Iglesia ( que además, también está en el ranking en décima posición con El bar ) y oye, ni media mención. Nos tenemos que ir a la novena en taquilla, Verónica, para que esté nominada, y así podría continuar contando situaciones absurdas. De que lo más visto no tiene que ser lo mejor, no cabe duda. Pero entonces, que hagan un Goya a la película preferida por los espectadores. Porque, aunque yo no dude de que Handia sea un peliculón...¿ a qué salas ha llegado? ¡Y ha logrado diez premios de sus trece nominaciones! Vamos, que me pregunto con qué criterios votan los académicos.
¡Menos mal que ganó Coixet y su librería! Y no voy a ser mal pensada y creer que ocurrió por ser la «gala de las mujeres»...Sería para pegarles un tiro, porque Isabel Coixet se lo merece de sobra, por esa y por las demás pelis que ha dirigido.
Esperemos que este año deje de ser el de las reivindicaciones y, de verdad, se bonifique a más chicas para ofrecer sus trabajos, pero no por su género, sino por todo lo que tienen que ofrecer, en este y en cualquier campo laboral. Es muy cansino tener que pedir la paridad en pleno siglo XXI, aunque si hay que insistir, se insistirá.
Mi mensaje, con todo, es otro: publicitad mejor las películas españolas. Repartid los premios y que nos entre verdadera gana de acudir a verlas. Y, sobre todo, que no haya que vivir en las grandes ciudades para ver cine español, que llegue a todas las salas.
Los que amamos el cine español merecemos esa oportunidad.

jueves, 1 de febrero de 2018

El encuentro


Teníamos una cita, pero ignoraba que acudiría con presteza y ese abandono propio de quien sabe que no se puede eludir lo ineludible. Lo hizo como lo que era, todo un señor. Vestido de chaqué, al alba, escaso de equipaje y sin dejarse intimidar por la niebla.
La barca, similar a la de Caronte, aguardaba para iniciar una travesía que nos llevaría a otros mundos, lejos de este que le había dado la espalda. Ciertamente era un tahúr, había jugado sus cartas y las había perdido; porque la vida en ocasiones es así de volátil, hoy te mima y mañana te desprecia. Llegado el momento, él no tenía nada que perder.
La noche anterior yo había hecho mi apuesta y él la aceptó. Esa mañana, con puntualidad británica, atravesó el malecón de piedra y se acercó hasta mí. No vio al cuervo. Atisbó su destino.