"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 27 de septiembre de 2018

¡BASTA!


Tratar el asunto de la violencia de género me resulta complicado. Quizá porque me he movido en un mundo donde es el pan nuestro de cada día. En la marginalidad no es extraña la violencia, del género que sea. La depresión, las drogas, cualquier tipo de dependencia, convierten al ser humano en inhumano. No es raro que el hombre llegue sin un euro en el bolsillo y la pague con los que menos lo merecen, con los que dependen de él y a quienes se ve incapaz de proteger; como autodefensa, les destruye. La esposa, tan amargada como él, lo soporta  o le responde, pero es más débil y pierde.
Esa es la tónica más habitual; pero no es la única.
He conocido familias donde el maltrato se daba por hecho, como una acción normalizada. Cuando en clase expliqué que ninguna mujer, bajo ningún concepto, merece ser golpeada por su marido, una de mis alumnas, adolescente, se echó a llorar y me dijo con ira «¿Quieres decir que mi padre no quiere a mi madre?» No hicieron falta más palabras. ¡Jamás olvidaré su desconsuelo!  Era de etnia gitana, pero no viene al caso; en la marginalidad, la raza es lo de menos.
En la escuela luchamos por una mujer marroquí , para que se independizara de su marido maltratador, puesto que era ella quien aportaba los ingresos que llegaban a casa. Después de , incluso, ganar un juicio, volvió al redil. En la mezquita la dejaban de lado, en la calle la ignoraban, su comunidad en pleno la repudió. Su hijo varón, un mocoso que no levantaba un palmo del suelo, la rechazó.
Sociedad, religión, costumbres… Macho alfa venciendo sobre la mujer.
No obstante, esto que sigue pareciéndonos tan corriente, rompe los esquemas con el siguiente caso: mujer adulta, casada, con carrera universitaria, viajada y leída… Marido machista, con diplomatura, gustos violentos. Desprecio verbal ante sus amistades, actitudes arrogantes ( traeme, no te  pongas, no te juntes…), separación física de lo seres queridos.  Aceptación.
¿Comprensible? Para mí, no.
Por eso comencé diciendo que me resulta complicado el tema de la violencia de género, que no lo entiendo. No sé qué mecanismo lleva a la mente de una mujer a aceptar que otro ser ( padre,marido, hermano, hijo) la desprecie, la destruya psicológica y físicamente.
Tampoco entiendo que una mujer lo haga con un hombre.
Simplemente no comprendo que un ser humano destroce a otro, a alguien que aseguras querer. No entiendo el amor con golpes. No entiendo el amor con ironía y burla. No entiendo «dejarse querer» después de una primera vez.
Quizá soy demasiado afortunada y mi fortaleza me excluye de ese grupo.
En todo caso, para los que no tienen voz, o para los que no se atreven, o se limitan a susurrar, levanto la mía.
Alzo un clamoroso ¡BASTA! y sueño con que, algún día, el respeto impere entre los seres humanos.


Escribí este artículo hace unos meses para un medio que me lo solicitó, pero por desgracia, sigue más que vigente. ¿Hasta cuándo?

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