"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 19 de diciembre de 2019

FELIZ NAVIDAD


   Con la maravillosa NOCHE ESTRELLADA de Vincent Van Gogh quiero expresaros mis mejores deseos.
   Aspiro a que el 2020 nos traiga toda la ilusión que perdimos en este año que abandonamos, la solidaridad que se nos olvidó demostrar, la ternura que ocultamos por el temor a que nos tilden de cursis.
   Deseo que la lucha por los valores de humanidad nos mantenga unidos a pesar de las dificultades.
   Anhelo que nos llegue el éxito en las empresas que emprendamos, pero si no es así, que sepamos entenderlo como un modo de seguir avanzando. La vida no es un lecho de rosas. Es un camino que hay que andar cada día.
   Con todo, que la sonrisa brille en nuestro semblante y la paz en nuestro interior.
                                             FELIZ, MUY FELIZ, NAVIDAD.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Mágico Cucurucho


No hay como el calor del amor en un bar cantaba Gabinete Caligari en aquella canción ¡y cuánta razón tenía! Amores, desamores, celebraciones, nocheviejas...No hubo instante de la vida de gente de cierta edad que no estuviera marcado por el ritmo de las copas en El Cucurucho.
He querido escribir el presente artículo porque si hubo un bar que marcó mi juventud, fue éste. Ha habido magníficos “antros” en nuestra ciudad, pero solamente me indigné en serio por el cierre de dos, el 21 y El Cucurucho. Si el primero lo compartí cientos de veces al mediodía con mi padre y sus amigos, codo con codo con mi pandilla, Cucu era el espacio de la noche, de la libertad, el de la música más actual.
Quise tanto a ese sitio que lo usé en mi novela Asuntos pendientes como lugar de encuentro de los protagonistas, un chico pijo y una chavala de clase obrera. Porque eso era lo que se respiraba entre sus paredes, una mezcla de edades, de estilos, de disfrutar de la vida.
Para refrescaros la memoria os contaré que abrió sus puertas en febrero de 1985 y las cerró en verano del 2003. Surgió de una ilusión de Juan Antonio Ocaña, quien antes de aposentarse definitivamente en Don Benito corrió mundo a lo largo de cuatro años camuflado en su uniforme de la Marina. Juan descubrió garitos fantásticos en sus correrías por las ciudades de puerto y pensó : en mi pueblo no hay nada de esto. Y para nuestra fortuna, lo creó. Con dos socios, Marina del Río y Jesús Dávila (Suso para los amigos), Juan cumplió su sueño.
El magnífico equipo de música que amenizó tantas y tantas horas de nuestras vidas se lo trajo de Melilla, comprado con sus ahorros. Lo decoró moderno y empezó su aprendizaje de empresario detrás de una barra. Cuando lo dejó estaba cansado, había experimentado muchas historias y se había convertido en “un señor respetable”, casado y con hijos.
Los toros se ven mejor desde la barrera después de tantos años toreando. Se entiende, pero ¡jo, cómo se añora! ¡Ningún otro local ha poseído esa magia para los que fuimos asiduos!
En el rato de charla que compartí con Juan para la documentación, me contó cosas sorprendentes, como que fueron los primeros en celebrar el entierro de la sardina, amparados por nuestro común amigo Pepe Barjola, en aquellos entonces con influencias políticas. Yo debía andar por Badajoz esos años porque de haber estado lo recordaría, y de haber vivido en el pueblo, no hubiera faltado. Se organizó en plan amiguetes y se terminó convirtiendo en fiesta multitudinaria. También serían ellos los que estrenarían la feria de día en el centro, los que introducirían las sevillanas y la juerga de la feria de abril, con caballos por la calle Virgen incluidos, y en otro plan más relajado, las tardes de cafés a ritmo de jazz.
Es lo que da dedicarte tantos años a un negocio, que te reinventas. Juan supo hacerlo muy bien.
Con el tiempo, Marina se descolgó del trío. Le seguiría Suso. Ya como único dueño, con la ayuda de Belén, su mujer, redecoró el local y trajo tapas geniales a su barra ( confiesa, orgulloso, que es una cocinera excelente).
Ignoraba que Juan fue socio de bares que me vienen al recuerdo con imágenes inolvidables: Extremoduro (¿os suena una remezcla de gente sentada en la calle, divirtiéndose, alternando a derecha e izquierda,con una musica atronadora saliendo del local? ¡Qué marcha tenía aquel sitio, por Dios!), de la Harinera, que después se denominaría Chinatown ( ¡Qué madrugadas más apoteósicas he pasado en ese patio!), de No me da la gana bailar en el Guadiana, en Medellín, del bar del Parque Grande durante los meses de verano...
Afirma que la relación con los dueños de otros chiringuitos, famosos a la par que Cucu, llámese Sidecar, Chaplin, Violín, Planta Baja o Sanfran, siempre fue buena, de colaboración.
Creo que esa época podría denominarse la edad de oro de los bares dombenitenses. No hemos vuelto a contar con una cantidad de lugares tan bonitos ni libertinos. No en esa concentración ni de esa calidad.
Cuando dije que quería escribir sobre Cucurucho, en los rostros de mis conocidos se reflejó la nostalgia y los comentarios que dejaron caer fueron del tipo !Qué momentos más buenos he vivido yo allí! o ¡Qué pena que cerrara!
Me evoco sentada en la barra, rodeada de amigos; tarareando mis canciones preferidas; escuchando grupos que me eran desconocidos; recostada en el poyete de la ventana, mirando a la gente pasar; curioseando; tragándome las reflexiones de Fidel sobre el maravilloso Tennessee Williams... Leyendo el poema que compuso Manuel Cidoncha,“Vodka y lima”, inspirado en la bebida que compartíamos en esa época. ¡Mil imágenes memorables! ¡Cuántas no guardará Juan, que vivió el día a día de sus clientes! ¡Cuántos secretos no permanecerán en su cabeza tras tantos años de ver pasar multitudes por su local!
Me dice que lo dejó en el mejor momento, cuando los jóvenes iniciaron la era del botellón, se desplazaron a las Cumbres y el centro quedó vacío. Entiendo que prefiera tomarse las cañas en vez de servirlas – pese a confesar que añora un lugar como el suyo en Don Benito –, que estuviera cansado de lidiar con el público, los horarios, las quejas de los vecinos o las exigencias del Ayuntamiento, pero, os lo juro, para mí, ninguna nochevieja ha vuelto a tener el sabor loco y mágico de las que viví en el interior de Cucurucho. Igual era la edad. Igual era el sentirte como en casa. Igual era la complicidad de la clientela. Igual. Pero siempre lo sentiré en mi corazón como un lugar irrepetible.
¡Salve, Cucu! Quien te disfrutó, te saluda. 

Este artículo ha sido publicado en el número del presente año de  la revista cultural Caramanchos de Don Benito. Mis agradecimientos a su equipo directivo  por solicitar  nuevamente  mi colaboración así como a Juan Antonio Ocaña Cáceres, por proporcionarme la información necesaria para elaborarlo.  

jueves, 21 de noviembre de 2019

El sueño de tantos niños...




  Asisa es una niña de seis años que llega a España a pasar dos meses de verano. Una niña que se pregunta si se puede soñar grande o debe soñar pequeño… Una niña que, al llegar, siente pánico ante lo desconocido : el avión, el agua, los edificios, las escaleras...pero que regresará al campamento donde mora su familia enamorada de la música, del cine, de las palomitas, de los helados...Recuerdos que formarán parte de su vida para siempre, así como el cariño que generó y el que se lleva consigo.
   De la experiencia de esta niña ( e imagino que del contacto con muchos niños más) y de la relación de las dos autoras con ella surgió este precioso libro: Sueña la arena con hacerse viento. Es bello en el contenido y en las imágenes. El primero es obra de Marisa González Gutiérrez y las segundas de Carmen Sánchez Morillo. Lo ha publicado la editorial BADIBI-DÚ y podéis encontrarlo en cualquier plataforma a un módico precio.
  Marisa González Gutiérrez es extremeña, de Montehermoso, profesora de Lengua castellana y Literatura en Cáceres.
   Carmen Sánchez Morillo es de Vitoria. Licenciada en Comunicación audiovisual y profesora de Imagen y Sonido en Cáceres. No es su primer trabajo como ilustradora, ya ha realizado exposiciones de su obra con anterioridad, aunque desde luego este es un proyecto muy personal puesto que fue ella quien acogió a Asisa en su hogar, dentro el programa Vacaciones en Paz.
   Para quien quiera saber más sobre este programa os remito a la web de CEAS-Sáhara. Está muy extendido por toda España; con excepcional éxito en Extremadura, y con mucha aceptación en Don Benito, mi ciudad, de lo cual me siento especialmente orgullosa pese a no haber participado en él. Conozco a personas que sí lo hacen y su felicidad al transmitir los sentimientos que les provoca la convivencia con los niños resulta contagiosa.
  Más de una vez he estado atenta al debate que se suscita acerca de la conveniencia o no de mostrarles a los niños un mundo tan diferente del suyo, al que deben regresar sin remedio; pero sopesando los pros y los contras me apunto , decididamente, a traerlos. Ventajas: sacarlos por un tiempo del infierno en que viven ( físico y sicológico), recibir reconocimientos médicos y tratamientos cuando son necesarios, darles un equilibrio alimenticio para recuperar los nutrientes de los que carecen, fomentar en ellos el aprendizaje del castellano, crear vínculos con el pueblo saharaui y difundir su causa. Y lo mas importante: hacerles felices.
  Todo niño merece ser feliz. ¿Por qué un niño saharaui no?
 ¿Enviarías a tu hijo/a a un campamento de refugiados a pasar el verano? ¿Crees que tu hijo/a es diferente de esos niños? ¿Tienen ellos la culpa de que les tocara nacer allí?
  Es un impulso humanitario responder al reto de proporcionar felicidad a los niños de todo el mundo.

  No lo dudes, si quieres hacer un precioso regalo navideño: Regala “Sueña la arena con hacerse viento”.









jueves, 7 de noviembre de 2019

Tu gélido calor.




  Atravieso la nave con pasos lentos, consciente de cada ruido que traspasa mis tímpanos. Suena una cadencia extraña en la noche, de silencio sonoro, y percibo el olor a velas derritiéndose en los candelabros que presiden el altar. No late otra alma que la mía en la iglesia por más que sea noche de difuntos. Ni una enlutada viuda, ni un almibarado canónigo que completen la escena. Sola. A medio camino del transepto. A mi derecha, en una capilla clausurada con verja, reposa la llama de mi corazón.
   No entiendo qué me empujó hasta él pero lleva noches visitándome en sueños.
   Cuando lo vi por vez primera, tumbado sobre la fría piedra, me sorprendió la belleza de sus detalles: la cota de malla, la sobrevesta, los guardabrazos, codales y guantaletes, los quijotes las glebas y los escarpes. Pero sobre todo, quedó impreso en mis retinas la paz de su semblante. El casco, por fortuna, descansaba junto a su espada en un lateral, y para ser un guerrero, mostraba una sonrisa cálida en su boca perfecta. ¡Ni que decir tiene que anhelé acariciar el trazado de su nariz y sus cejas en ese mismo instante! Lo impidió la reja, decorada profusamente con un ostentoso escudo y motivos vegetales . Su nombre, en latín, estaba grabado a cincel, aunque la distancia no me concedía desentrañarlo.
   Esa tarde permanecí frente a la capilla, absorta, sin reparar en el ir y venir de la gente, sin preocuparme del oficio que se celebraba. Había entrado por casualidad, atraída por la arquitectura del pequeño templo y, sin embargo, nada más acceder a su interior me olvidé de los arcos, las bóvedas y las imágenes. Un hilo invisible me condujo al diminuto reducto y allí me detuve, convertida en estatua, como él.
   Esa noche empezaron los sueños.
   Despertaba en mi lecho y unos brazos fuertes mecían mi cuerpo, con un cálido aliento estremeciendo mi nuca. No necesité volverme para saber que era él. La mezcla de frialdad y calor de su piel me lo dijo. Además de su nombre, Rodrigo Ansúrez. Lo susurró en mi oído antes de lamer mi cuello y descender sus dedos, desnudos de metal, hasta mi ombligo y más abajo. Me dijo que llevaba esperándome ocho siglos para volver a enterrarse en mis entrañas, como hiciera tantas veces cuando mi nombre era Alba y yo le pertenecía. Supe que era cierto. Que ese tacto ya lo había disfrutado mi piel, que esa forma de acoplarnos estaba grabada en mis células, que el sonido de su voz, tierno y severo a un tiempo, habían taladrado mis huesos siglos atrás. Me hizo llegar a lo más alto con pericia, conociendo mi ritmo.
   Un dardo de dolor me traspasó cuando desperté y percibí que no estaba. Me hallaba sola. Con las sábanas revueltas y el cuerpo encendido, pero sola. Me vestí con prisas, sin concederme el lujo de una ducha para no quitarme el olor pétreo de sus huesos, y corrí a la iglesia. Y allí estaba: la emoción contenida de sentirlo vibrar, de alocar mis sentidos. Tras la verja. Con su indumentaria medieval, pero esta vez, con una sonrisa feliz curvando los labios que esa noche me habían besado.
   Temí estar loca. Abandoné el recinto y caminé por las calles como una sonámbula. Bebí, comí, intenté ser normal. Pero esa noche regresó a mis sueños y me sedujo sin mediar palabras, con el único toque de sus manos y su boca. Sólo un susurro me ofreció en recompensa: Alba. Destilaba dulzura al pronunciarlo y eran sus envites más potentes al atravesar mi carne. Así pues, me sentí Alba. Olvidé mi nombre y lo asumí en mi mente.
   Así, noche tras noche. Siendo secretaria de día y dama enamorada de noche.
   Lo busqué en internet sin hallar otra huella que sus datos inscritos en el árbol genealógico de los Ansúrez. Registradas quedaron sus fechas de nacimiento y muerte. Vivió veintitrés años. Mi nombre, o el de Alba siendo precisos, no aparecía unido por ninguna linea, por tanto nunca fui su esposa. Aunque sí su amante. De eso, mis sentidos no guardaban duda.
   Cada noche dormía con la esperanza de solicitar respuestas a las preguntas que me acosaban, pero una vez caía en el trance de sus caricias, quedaba olvidada la cordura.
   La noche de todos los santos me até una cinta roja a la muñeca con la intención de recordar y, para mi sorpresa, la llevó Alba en el sueño. Antes de que me diera el último beso le supliqué que me hablara de la historia de ambos. Con una tenue sonrisa, me replicó Mañana, ve tú a buscarme.
   Y heme aquí. Frente a la verja. El cerrojo está abierto. Con andar pausado y el corazón latiendo me adentro en la cámara y contemplo su sarcófago. Un escabel de piedra en un costado me invita a acercarme. Me subo a él y me permito el anhelo de perfilar el contorno de piedra de su rostro con mis dedos cálidos. Entonces siento que el calor traspasa cada fibra de su cuerpo. Abre los ojos. Susurra Alba. Y el frío poco a poco se apodera de mis miembros, de mis huesos, de mis órganos... Y me hago piedra con él, abrazada a su silueta. Sin mente, sin recuerdos, sin presente.
   Rodrigo y Alba, solamente.

1910152232190 Registrado en Safe creative el 15/10/19
Nota: Relato destinado a conmemorar la pasada noche de difuntos.

jueves, 24 de octubre de 2019

¿Fomento de la lectura?

Me he apuntado a un club de lectura y el libro elegido fue La montaña mágica de Thomas Mann. Un clásico, lo sé, de un escritor Nobel de Literatura en 1929. Hasta ahí perfecto. Lo malo es adentrarse en sus páginas y sentir que “eso”que leo no me dice nada. Mis disculpas para quienes lo leyeron y supieron valorar, pero admito que no me encuentro entre los “elegidos”.
Para pasar “el trago” voy devorando otras novelas y mira por donde cae en mis manos Le llamaban Bronco, de Laura Sanz. Ya conocía (y admiraba) otras novelas de esta autora, pero hablo de esta porque viene a cuento de mi enunciado.
Mann presenta un mundo burgués, con reflejos de la sociedad de principios del XX y traza una crítica encubierta del carácter teutón y un tanto misógino por su parte( sólo he llegado al capítulo III, no sé cómo seguirá el resto). Me cuesta horrores centrarme en sus – para mí- absurdos diálogos.
Sanz escribe del oeste americano de finales del XIX, de Texas en concreto. “Escudándose” en una historia de amor denuncia, entre otros asuntos, el racismo hacia los mexicanos, el clasismo  o lo que hoy llamamos violencia de género; pero además, nos ofrece una extensa información de la historia de Texas, del mundo del caballo, de sus razas y su doma, de los hábitos y costumbres de la zona. Y todo con un lenguaje preciso, trabajado y muy, muy ameno.
Ahora viene la pregunta del millón.¿Por qué un club de lectura elige ciertos libros y descarta otros? ¿Por su cubierta? ¿Porque una novela romántica no contiene elementos de interés cultural y social que transmitir?
¿Por eso en los colegios e institutos ( aunque las cosas están cambiando, gracias a Dios) se leen historias que echan para atrás hasta al lector más curtido en vez de introducir temas que, de verdad, sirvan para que los chicos se identifiquen con lo que leen?
Me temo que el mundo de la “cultura” arrastra tras de sí prejuicios que deberían ir limándose. Claro que, para eso, los que quedan “ojipláticos” (¿he dicho alguna vez que me horroriza esa palabra tan de moda por las redes?) ante la idea de leer ciertas novelas, quizá deberían espabilar y codearse con lectores que, por lo menos, tengan la mente un poquito abierta. Ya que no les vamos a “obligar” a que las consuman ellos.

Nota: Como siempre, son mis ideas las que defiendo en este blog, y me hago responsable de mis pensamientos y de sus posibles críticas negativas.Siempre que no conlleven insultos.
Gracias por leer hasta el final.

jueves, 10 de octubre de 2019

Un simple gesto


Sentí su mirada sobre mi nuca. Después escuché sus pasos. Más tarde, su voz. Saludó con educación a la camarera, por encima del ruido del local y del jolgorio de sus amigos. Eran cinco, todos chicos. Y, sin embargo, solo él reparó en mi presencia.
Detuve el gesto de llevarme la taza a los labios y clavé mis ojos en él. Era joven, apenas veinte, bien vestido y sin rastro de tatuajes y esas cosas metálicas que se prenden en la cara. Tuve el extraño presentimiento de que no debía temer su atención sobre mí. Y acerté. Me lanzó la sonrisa más limpia que había presenciado en mucho tiempo. Se la devolví.
Era la primera vez en años que alguien no repudiaba mis ropas gastadas y mi pelo grasiento, ni mis pocas pertenencias apiladas en una caja de rejilla que robé de una frutería. La camarera me ofreció más café y acepté su caridad. La había ayudado a recoger el estropicio de unos clientes la noche anterior y me pagó con un desayuno.
Ese día podía lanzarme al mundo con paz en mi interior. La mujer y el chico me hicieron recordar que soy un ser humano. 


Nota de autora: El tiempo es ese bien escaso que algunos paladean y otros añoran. Me encuentro entre los segundos, porque las horas no me dan para  más, así que he decidido convertir este blog en quincenal en vez de semanal. Cuento con vuestra comprensión y fidelidad.    

jueves, 3 de octubre de 2019

Serie imprescindible


Para variar, seguro que llego tarde; pero como acabo de descubrirla ( y terminarla porque además de interesante es breve) recomiendo encarecidamente la serie The Bletchley Circle. Una primera tanda de siete episodios transcurre en Londres y otra segunda , con la variante de trasladarse dos de las protagonistas a Estados Unidos, en San Francisco.
El titulo hace alusión al lugar secreto en el que los británicos desentrañaron los movimientos del ejercito alemán. Matemáticos, criptógrafos , ajedrecistas y personas de alta capacitación trabajaron codo con codo para descifrar los mensajes de las máquinas Enigma con la que ellos se comunicaban. Gracias a la labor de estas personas se salvaron muchas vidas y se vencieron muchas batallas. Y gran parte del personal que trabajaba en Bletchley eran mujeres.
La serie no va sobre el trabajo que realizaron en esas instalaciones sino de su vuelta a “la normalidad” después de la guerra. Mujeres con una inteligencia impresionante, que pusieron su saber al servicio de su gobierno, fueron desdeñadas posteriormente por este y por sus propias familias.
Resulta elocuente el caso de una de las protagonistas. Su marido es un herido de guerra que no pierde oportunidad de vanagloriarse de los viejos tiempos y que no ve en ella otra cosa que un ama de casa aficionada a los crucigramas y puzzles. La cláusula de confidencialidad que firmó al entrar en Bletchley le impide contarle hasta qué punto ella sí que fue una heroína. Y da bastante rabia, la verdad.
Había mujeres cartógrafos, descifradoras, expertas en maquinaria… Por lógica, esa inteligencia sale a relucir en la serie en cuanto se sucede una oleada de crímenes que no pueden ignorar. Se involucran para resolverlos y se encuentran con la desidia de la policía y de los políticos. Nadie cree que “unas pobres mujeres” sean algo más que unas histéricas con exceso de tiempo libre.
Los personajes están perfectamente definidos para visionar las miserias de la sociedad de posguerra, la europea y la americana.
Se alude al machismo, el contrabando, la corrupción, la trata de bancas, la violencia de género, el racismo. En la versión de San Francisco llegan a presentarnos temas duros, como el sórdido trato que se les dio a los japoneses residentes en EEUU o la homofobia. La afrontan con la suficiente valentía como para que una protagonista sea lesbiana, otra negra y pianista en un club de jazz  y una tercera, japonesa. Todas formaron parte del equipo americano de espionaje. Todas son personas de segunda categoría después.
Mientras las ves desentrañar un misterio tras otro, enfrentarse solas a los criminales  porque los hombres las desdeñan, te comes las uñas de rabia. Por la impotencia y el desconsuelo que debieron sentir.
Hay una frase de Jane que lo engloba: “Podemos hacer lo que hacemos porque nos subestiman”.
Triste ¿no?



jueves, 26 de septiembre de 2019

¿Por qué releer una novela?


Con ocasión de la próxima salida al mercado de mi novela Nayeli,el regalo del duque, me permito hacer esta reflexión.
¿Qué nos induce a leer por segunda ( a veces tercera y hasta cuarta) una novela? Yo lo tengo claro: por placer. Puro placer.
Si una historia me gusta, la primera vez la devoro; la segunda, la leo con serenidad. Quizá al repetir me dé cuenta de que mi entusiasmo no era tan merecido o, por el contrario, reitere mi opinión y la disfrute igual. Me ha pasado con muchas, muchas novelas. He leído Forastera y Atrapada en el tiempo, de Diana Gabaldón, al menos tres veces. El ocho, de Katherine Neville, dos. Orgullo sajón de Nieves Hidalgo...Uff, tres, creo. Mangaka, de María José Tirado, dos. Y así podría seguir interminablemente.
Las mías, por supuesto, varias veces. En ocasiones, mordiéndome los puños de frustración al ver los errores de cualquier tipo que cometí en ellas. Esa ha sido mi ventaja al cambiar de editorial , que me ha permitido modificar fallos. Algunos de gramática, otros de documentación. Por fortuna, HQÑ, de la mano de mi editora Elisa Mesa, aceptó publicar Regalo del cielo meses atrás y ahora repite con Nayeli en octubre. También saldrá con ellos mi gran favorita, Con patente de corso, por las campanas que me están llegando. No es fácil que una editorial apueste por libros que ya fueron publicados así que mi agradecimientos para HQÑ es triple.
Os aseguro que merece la pena zambullirse en las nuevas versiones. Son buenas historias, como ya lo eran, pero mejor contadas. El trabajo de la editora es muy importante, asesorando y cuidando el producto, y eso Elisa lo hace genial, al menos conmigo.
Para quienes no habéis leído estas novelas, tenéis la posibilidad de adquirir una obra bien presentada. Si me conocéis, ya sabéis cuál es mi estilo. Espero no defraudar  a unos ni a otros.
Eso sí, quiero vuestras opiniones; buenas, malas o regulares, pero dádmelas. Un escritor sin críticas no es nadie. No sabe qué debe mejorar ni le crece el ego ante los elogios; así pues, opinad. Una vez lanzadas al mercado, las novelas son vuestras. 
¡Feliz lectura! 


jueves, 19 de septiembre de 2019

Cuáqueros en España


Dicen que la curiosidad mató al gato. Yo diría que mató a la ignorancia. Si estoy escribiendo este artículo es porque leyendo Las lágrimas de Claire Jones, magnífica novela de Berna González Harbour que recomiendo, supe que los cuáqueros habían estado presentes en España durante la guerra civil. Ya los conocía de cuando oposité para prisiones y supe que esta organización se encargó por primera vez de acudir a las cárceles a consolar y alfabetizar a la población reclusa en EEUU. Desde entonces me cayeron simpáticos, pero nunca profundicé más. Sin embargo, cuando leí de su presencia en nuestro país, me dije ¿qué pintaba aquí esa gente?E inicié mi investigación. Me sirvió para darme cuenta de que no soy nada original y hay múltiples artículos en prensa y libros que tratan del tema. No obstante, como no sé si los que me leéis os habéis interesado alguna vez por el asunto, os lo cuento.
Para empezar, el creador de este movimiento( al que me apuntaría si no me hubiera empecinado en ser anticlerical) debió ser el primer pacifista de la historia. George Fox, inglés del siglo XVII, fue encarcelado varias veces por su negativa a tomar las armas. Un juez, debido a su “temblad ante la palabra del Señor", se pitorreó de él y sus seguidores y los denominó “quake”, o sea temblor, o sea cuáqueros. De ahí a reducir lo de la Sociedad Religiosa de los Amigos a simplemente cuáqueros, solo hubo un paso.
Después, el movimiento se extendería por Estados Unidos de la mano de William Penn ( Lo tenéis todo en internet así que os dejo la libertad de curiosear.
Su concepto del sentimiento y la experiencia religiosa es espiritualista, individual y se opone al ritualismo. No profesan dogmas ni credos, no tienen sacerdotes ni ministros de culto y tampoco templos. Para ellos la única guía es la propia conciencia.
Declarados antibelicistas, aparecen en España en 1937. Trabajaron tanto en el frente nacional como en el republicano, aunque en el primero eso de que la ayuda viniera de protestantes les hacía muy poca tilín, y en cuanto Franco ganó la contienda los largó sin darles las gracias.
Su labor humanitaria se extendió desde el sur de Francia al levante español, y consist en procurar transporte, refugio, alimento, vestido, educación, sanidad y seguridad a los niños desplazados y refugiados. Se valían de los medios que les llegaban del exterior, pero involucraban siempre a los propios españoles, pidiendo permiso para actuar allá donde acudían y recabando su colaboración. Muchos republicanos les deben la vida al llevarlos al exilio.
Es encomiable que no hacen ni hacían proselitismo de su fe. Ni siquiera con sus propios hijos. ( Ya se lo podían apuntar las numerosas iglesias del mundo).
En 1947 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz.
En la actualidad siguen proporcionando su apoyo en países de América latina, en Asia y Oriente Próximo, pero sobre todo, en África ( Ruanda,Burundi, Congo y Kenia) Sitios siempre donde la gente sufre de necesidades y de olvido.
Además, son conocidos por su activismo social y han realizado campañas contra el comercio de esclavos, los derechos de las mujeres, los presos o los homosexuales en países donde las malas prácticas son comunes.

Como cotilleo contar que gente tan “guay” como Ben Kingsley, Judy Dench, Joan Baez, James Dean, Daniel Boone o Walt Whitman lo son o lo fueron. Además de ciéntíficos, pintores y presidentes americanos entre otras profesiones.
En España, descubrí que tenemos mártir cuáquero propio: Cayetano Ripoll, maestro, fue ahorcado en Valencia en 1826. ¡La última persona ejecutada en nuestro país a causa de sus creencias religiosas! Ahorcada, que no asesinada, pero ese es otro cantar.
Espero haber alimentado un hálito de curiosidad en vuestras almas inquietas. La mía ha quedado bastante satisfecha.
¡Saludos pacíficos desde el blog!