"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 26 de septiembre de 2019

¿Por qué releer una novela?


Con ocasión de la próxima salida al mercado de mi novela Nayeli,el regalo del duque, me permito hacer esta reflexión.
¿Qué nos induce a leer por segunda ( a veces tercera y hasta cuarta) una novela? Yo lo tengo claro: por placer. Puro placer.
Si una historia me gusta, la primera vez la devoro; la segunda, la leo con serenidad. Quizá al repetir me dé cuenta de que mi entusiasmo no era tan merecido o, por el contrario, reitere mi opinión y la disfrute igual. Me ha pasado con muchas, muchas novelas. He leído Forastera y Atrapada en el tiempo, de Diana Gabaldón, al menos tres veces. El ocho, de Katherine Neville, dos. Orgullo sajón de Nieves Hidalgo...Uff, tres, creo. Mangaka, de María José Tirado, dos. Y así podría seguir interminablemente.
Las mías, por supuesto, varias veces. En ocasiones, mordiéndome los puños de frustración al ver los errores de cualquier tipo que cometí en ellas. Esa ha sido mi ventaja al cambiar de editorial , que me ha permitido modificar fallos. Algunos de gramática, otros de documentación. Por fortuna, HQÑ, de la mano de mi editora Elisa Mesa, aceptó publicar Regalo del cielo meses atrás y ahora repite con Nayeli en octubre. También saldrá con ellos mi gran favorita, Con patente de corso, por las campanas que me están llegando. No es fácil que una editorial apueste por libros que ya fueron publicados así que mi agradecimientos para HQÑ es triple.
Os aseguro que merece la pena zambullirse en las nuevas versiones. Son buenas historias, como ya lo eran, pero mejor contadas. El trabajo de la editora es muy importante, asesorando y cuidando el producto, y eso Elisa lo hace genial, al menos conmigo.
Para quienes no habéis leído estas novelas, tenéis la posibilidad de adquirir una obra bien presentada. Si me conocéis, ya sabéis cuál es mi estilo. Espero no defraudar  a unos ni a otros.
Eso sí, quiero vuestras opiniones; buenas, malas o regulares, pero dádmelas. Un escritor sin críticas no es nadie. No sabe qué debe mejorar ni le crece el ego ante los elogios; así pues, opinad. Una vez lanzadas al mercado, las novelas son vuestras. 
¡Feliz lectura! 


jueves, 19 de septiembre de 2019

Cuáqueros en España


Dicen que la curiosidad mató al gato. Yo diría que mató a la ignorancia. Si estoy escribiendo este artículo es porque leyendo Las lágrimas de Claire Jones, magnífica novela de Berna González Harbour que recomiendo, supe que los cuáqueros habían estado presentes en España durante la guerra civil. Ya los conocía de cuando oposité para prisiones y supe que esta organización se encargó por primera vez de acudir a las cárceles a consolar y alfabetizar a la población reclusa en EEUU. Desde entonces me cayeron simpáticos, pero nunca profundicé más. Sin embargo, cuando leí de su presencia en nuestro país, me dije ¿qué pintaba aquí esa gente?E inicié mi investigación. Me sirvió para darme cuenta de que no soy nada original y hay múltiples artículos en prensa y libros que tratan del tema. No obstante, como no sé si los que me leéis os habéis interesado alguna vez por el asunto, os lo cuento.
Para empezar, el creador de este movimiento( al que me apuntaría si no me hubiera empecinado en ser anticlerical) debió ser el primer pacifista de la historia. George Fox, inglés del siglo XVII, fue encarcelado varias veces por su negativa a tomar las armas. Un juez, debido a su “temblad ante la palabra del Señor", se pitorreó de él y sus seguidores y los denominó “quake”, o sea temblor, o sea cuáqueros. De ahí a reducir lo de la Sociedad Religiosa de los Amigos a simplemente cuáqueros, solo hubo un paso.
Después, el movimiento se extendería por Estados Unidos de la mano de William Penn ( Lo tenéis todo en internet así que os dejo la libertad de curiosear.
Su concepto del sentimiento y la experiencia religiosa es espiritualista, individual y se opone al ritualismo. No profesan dogmas ni credos, no tienen sacerdotes ni ministros de culto y tampoco templos. Para ellos la única guía es la propia conciencia.
Declarados antibelicistas, aparecen en España en 1937. Trabajaron tanto en el frente nacional como en el republicano, aunque en el primero eso de que la ayuda viniera de protestantes les hacía muy poca tilín, y en cuanto Franco ganó la contienda los largó sin darles las gracias.
Su labor humanitaria se extendió desde el sur de Francia al levante español, y consist en procurar transporte, refugio, alimento, vestido, educación, sanidad y seguridad a los niños desplazados y refugiados. Se valían de los medios que les llegaban del exterior, pero involucraban siempre a los propios españoles, pidiendo permiso para actuar allá donde acudían y recabando su colaboración. Muchos republicanos les deben la vida al llevarlos al exilio.
Es encomiable que no hacen ni hacían proselitismo de su fe. Ni siquiera con sus propios hijos. ( Ya se lo podían apuntar las numerosas iglesias del mundo).
En 1947 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz.
En la actualidad siguen proporcionando su apoyo en países de América latina, en Asia y Oriente Próximo, pero sobre todo, en África ( Ruanda,Burundi, Congo y Kenia) Sitios siempre donde la gente sufre de necesidades y de olvido.
Además, son conocidos por su activismo social y han realizado campañas contra el comercio de esclavos, los derechos de las mujeres, los presos o los homosexuales en países donde las malas prácticas son comunes.

Como cotilleo contar que gente tan “guay” como Ben Kingsley, Judy Dench, Joan Baez, James Dean, Daniel Boone o Walt Whitman lo son o lo fueron. Además de ciéntíficos, pintores y presidentes americanos entre otras profesiones.
En España, descubrí que tenemos mártir cuáquero propio: Cayetano Ripoll, maestro, fue ahorcado en Valencia en 1826. ¡La última persona ejecutada en nuestro país a causa de sus creencias religiosas! Ahorcada, que no asesinada, pero ese es otro cantar.
Espero haber alimentado un hálito de curiosidad en vuestras almas inquietas. La mía ha quedado bastante satisfecha.
¡Saludos pacíficos desde el blog!



jueves, 12 de septiembre de 2019

"La voz del ángel ". Lola Martínez.


 Mi blog no es de hacer reseñas, ya lo sabéis. Alguna vez que otra osé hacerlas porque los libros me gustaron tanto que quería transmitiros mi entusiasmo. En esta ocasión lo que me mueve es un motivo distinto. El próximo viernes, 20 de septiembre, voy a presentar a Lola y su libro en Don benito. Lo más curioso es que no nos conocemos, simplemente tenemos amigos comunes. A partir de aquí puedo asegurar que ni gano ni pierdo nada en esta empresa; lo hago por solidaridad con una compañera escritora y porque , como dije al aceptar ¡Antes tendré que leerme el libro! Y lo he leído. Y he sabido de la biografía de esta mujer. Lo cual me lleva a asegurar que, como todos los que destilamos con nuestra pluma los sentimientos del corazón, dejamos en nuestros escritos la impronta de nuestras vivencias y nuestro carácter. Hay mucho en La voz del ángel de Lola Martínez. Mucho. Pero si queréis saber de ella, buscad el libro en editorial Atlantis y podréis leerlo ( Los donbenitenses/ calabazones cuentan con la posibilidad, además, de adquirirlo acudiendo a la presentación)
Lo que me ha llamado la atención de esta historia no es tanto lo que cuenta sino cómo lo cuenta. Su prosa recuerda a la de aquellos autores que reflejaron el durísimo mundo rural, en este caso de principios del siglo XX, y para remate en Extremadura, aunque ella sea gaditana de origen. Me evocó a la Dulce Chacón de Cielos de barro. También a Delibes, tan crudo en sus descripciones.
La protagonista de La voz del ángel es una mujer que persigue un sueño, ser escritora. Nace en un ambiente hostil, con una familia que se limita a sobrevivir y sin muestras de cariño. De puro milagro, como casi todo lo bueno que le pasa en la vida, aprende a leer y escribir, y eso se convierte en su mayor tesoro. Lo que destaca en ella es la fortaleza. ¡Hay mucho feminismo en esta obra! Contra todo pronostico, y pese a vencer adversidades, a lo Víctor Hugo o Charles Dikens, logra su objetivo. No sin antes pagar un alto precio.
No voy a arruinar la tensión del final , el cual por cierto, resulta bastante logrado en una especie de círculo que se cierra. Pero es apasionante la vida de esta increíble Angustias/ Lucía.
Es , por otro lado, una historia valiente, en la que Lola se adentra en una temática difícil para la época. Toca el asunto del amor lésbico con una pureza que linda con la inocencia y lo descifra con una carga de sentimientos que te hace entender su visión de la vida.
Es, insisto, un libro interesante, bien escrito y muy, muy recomendable.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Ganadora del I Certamen Cartas de (des) amor Mercedes Gallego

                                                                        Don Benito, marzo de 2018
                                                                          Sr. D. Fernando Abella Bonilla
                                                                        (Allá donde tú estés, yo te la llevo)
Amado Fernando:
¡Ay, querido amigo, aún me tiemblan las manos al escribirte y todavía no se me han secado las lágrimas! Antes bien se me han sumado las ocasionadas por tu repentina defunción y las de la recepción de tu carta. No sé cómo has podido hacerlo pero sí veo y sé, que lo has hecho. Se me suma todo en una amalgama de sentimientos confusos, no todos tristes, es verdad, pero donde la nostalgia por un tiempo que no fue y la tristeza por lo último que fue se me acumulan en el alma como un trago amargo, indigesto, imposible.
Me enteré de tu defunción en el mismo día que ocurrió, pues tu hermana, que algo intuía de este afecto mutuo, intenso, desbordante, oculto y callado que nos hemos profesado durante tantos años, me telefoneó para comunicármelo. Fue un mazazo, por inesperado y porque siempre pensamos que los seres queridos nos sobrevivirán y, en consecuencia, estarán ahí con las flores para nuestro velatorio y nuestro funeral. Y he sido yo, he tenido que ser yo, quien cumpliera con esta penosa costumbre. Yo he tenido que llevarte un ramo de petunias, ya ves, aún me acuerdo de tus flores predilectas, y puse sobre las mismas una copia del soneto de Francisco de Quevedo, que se puede decir, de alguna manera, que he recibido de vuelta: “Polvo seré, más polvo enamorado”.
Nuestro amor fue un silencio compartido, una mirada cargada de ternura en nuestros casuales encuentros, una sonrisa trasmitiendo mutuamente ese sentimiento que las circunstancias familiares de uno y otro nos obligaron a reprimir, pero que brotaba cada vez con más fuerza si en alguna ocasión, en una ciudad pequeñita, como la nuestra, nos llegábamos a encontrar. Dos o tres veces al año, es verdad, pero que para mí servían para proporcionarme dicha y emoción continuada hasta el próximo encuentro. Sólo tuvimos dos abrazos en nuestra vida: cuando te despediste para marcharte a América, en busca de esa fortuna que tan esquiva se te mostró y cuando, ya de vuelta, fuiste a darme el pésame por la muerte de mi marido. Dios me perdone, pero te juro que en aquel abrazo tan profundo y largo, en aquellas lágrimas sobre tu hombro, sentí como si recibiese un premio por los sacrificios, amarguras y cuidados que me supuso su larga enfermedad y sentí... sentí internamente una inmensa alegría de poder conectar física y emocionalmente contigo, aunque fuese sólo a través de aquel abrazo protocolario en una sala mortuoria.
Imagínate mi sorpresa, cuando hoy recibo una carta de la Notaría de Mérida, la abro con extrañeza y me encuentro dentro con un sobre donde venía todo lo que tú me habías escrito: tú, mejor que nadie, desde donde estás ahora, tienes que saber lo que es recibir la declaración de amor de un difunto. Una declaración que se ha demorado nada más, y nada menos, que cuarenta años. Cuarenta años esperándonos, entre el recuerdo y la ausencia, cruzando rumbos pero no destinos, abriendo sueños, pero no proyectos, salvo el de una afectuosa soledad sentimental, compartida en la distancia e igualada en la intensidad. He leído y releído cien veces aquel poema de Rafael de León que decía
“Tú te has casado con otro,
Yo con otra hice lo mismo...”
y mira, Fernando, te juro que las más de las veces he pensado que Rafael me conocía y había escrito el poema pensando en mi realidad y en mis sentimientos.
Tu carta es triste porque no estás, pero ¡cuánto amor, cuánta alegría, cuánta ternura me ha traído! Ahora mismo, mientras la contesto, aún no sé si llevarla conmigo en mi último viaje para entregártela en mano en otra vida o dejarla sobre tu tumba, pero sonrío amargamente entre las lágrimas por ese premio tan grande, ese regalo tan inesperado, tan exclusivo, tan tuyo, como ha supuesto el transmitirme tu amor, ese amor que siempre tuve, del que nunca dudé, que nos hemos callado por respeto pero que hemos sentido por dentro como un incendio devorador Transmitirme tu amor, repito, después de muerto.
Te fuiste, es cierto, pero con esa carta, que me ha llegado hoy y escribiste, sin duda, meses atrás, lo mejor de ti quedó conmigo.
Siempre tuya.
Esmeralda Mendoza


Con esta preciosa carta ganó el I Certamen  Cartas de (des) amor que lleva mi nombre don  José María Montes Presa, de 66 años y residente en Oviedo, el pasado 14 de febrero. 
Como el premio consistía en la publicación online en la Revista de Historia de las Vegas Altas, en el número correspondiente al mes de Junio de 2019 , no he podido hacerla pública hasta este momento, pero qué mejor manera de empezar el nuevo curso bloguero que con semejante joya. 
Volvemos a la carga con renovadas ilusiones y mucho, mucho amor.