"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 24 de octubre de 2019

¿Fomento de la lectura?

Me he apuntado a un club de lectura y el libro elegido fue La montaña mágica de Thomas Mann. Un clásico, lo sé, de un escritor Nobel de Literatura en 1929. Hasta ahí perfecto. Lo malo es adentrarse en sus páginas y sentir que “eso”que leo no me dice nada. Mis disculpas para quienes lo leyeron y supieron valorar, pero admito que no me encuentro entre los “elegidos”.
Para pasar “el trago” voy devorando otras novelas y mira por donde cae en mis manos Le llamaban Bronco, de Laura Sanz. Ya conocía (y admiraba) otras novelas de esta autora, pero hablo de esta porque viene a cuento de mi enunciado.
Mann presenta un mundo burgués, con reflejos de la sociedad de principios del XX y traza una crítica encubierta del carácter teutón y un tanto misógino por su parte( sólo he llegado al capítulo III, no sé cómo seguirá el resto). Me cuesta horrores centrarme en sus – para mí- absurdos diálogos.
Sanz escribe del oeste americano de finales del XIX, de Texas en concreto. “Escudándose” en una historia de amor denuncia, entre otros asuntos, el racismo hacia los mexicanos, el clasismo  o lo que hoy llamamos violencia de género; pero además, nos ofrece una extensa información de la historia de Texas, del mundo del caballo, de sus razas y su doma, de los hábitos y costumbres de la zona. Y todo con un lenguaje preciso, trabajado y muy, muy ameno.
Ahora viene la pregunta del millón.¿Por qué un club de lectura elige ciertos libros y descarta otros? ¿Por su cubierta? ¿Porque una novela romántica no contiene elementos de interés cultural y social que transmitir?
¿Por eso en los colegios e institutos ( aunque las cosas están cambiando, gracias a Dios) se leen historias que echan para atrás hasta al lector más curtido en vez de introducir temas que, de verdad, sirvan para que los chicos se identifiquen con lo que leen?
Me temo que el mundo de la “cultura” arrastra tras de sí prejuicios que deberían ir limándose. Claro que, para eso, los que quedan “ojipláticos” (¿he dicho alguna vez que me horroriza esa palabra tan de moda por las redes?) ante la idea de leer ciertas novelas, quizá deberían espabilar y codearse con lectores que, por lo menos, tengan la mente un poquito abierta. Ya que no les vamos a “obligar” a que las consuman ellos.

Nota: Como siempre, son mis ideas las que defiendo en este blog, y me hago responsable de mis pensamientos y de sus posibles críticas negativas.Siempre que no conlleven insultos.
Gracias por leer hasta el final.

jueves, 10 de octubre de 2019

Un simple gesto


Sentí su mirada sobre mi nuca. Después escuché sus pasos. Más tarde, su voz. Saludó con educación a la camarera, por encima del ruido del local y del jolgorio de sus amigos. Eran cinco, todos chicos. Y, sin embargo, solo él reparó en mi presencia.
Detuve el gesto de llevarme la taza a los labios y clavé mis ojos en él. Era joven, apenas veinte, bien vestido y sin rastro de tatuajes y esas cosas metálicas que se prenden en la cara. Tuve el extraño presentimiento de que no debía temer su atención sobre mí. Y acerté. Me lanzó la sonrisa más limpia que había presenciado en mucho tiempo. Se la devolví.
Era la primera vez en años que alguien no repudiaba mis ropas gastadas y mi pelo grasiento, ni mis pocas pertenencias apiladas en una caja de rejilla que robé de una frutería. La camarera me ofreció más café y acepté su caridad. La había ayudado a recoger el estropicio de unos clientes la noche anterior y me pagó con un desayuno.
Ese día podía lanzarme al mundo con paz en mi interior. La mujer y el chico me hicieron recordar que soy un ser humano. 


Nota de autora: El tiempo es ese bien escaso que algunos paladean y otros añoran. Me encuentro entre los segundos, porque las horas no me dan para  más, así que he decidido convertir este blog en quincenal en vez de semanal. Cuento con vuestra comprensión y fidelidad.    

jueves, 3 de octubre de 2019

Serie imprescindible


Para variar, seguro que llego tarde; pero como acabo de descubrirla ( y terminarla porque además de interesante es breve) recomiendo encarecidamente la serie The Bletchley Circle. Una primera tanda de siete episodios transcurre en Londres y otra segunda , con la variante de trasladarse dos de las protagonistas a Estados Unidos, en San Francisco.
El titulo hace alusión al lugar secreto en el que los británicos desentrañaron los movimientos del ejercito alemán. Matemáticos, criptógrafos , ajedrecistas y personas de alta capacitación trabajaron codo con codo para descifrar los mensajes de las máquinas Enigma con la que ellos se comunicaban. Gracias a la labor de estas personas se salvaron muchas vidas y se vencieron muchas batallas. Y gran parte del personal que trabajaba en Bletchley eran mujeres.
La serie no va sobre el trabajo que realizaron en esas instalaciones sino de su vuelta a “la normalidad” después de la guerra. Mujeres con una inteligencia impresionante, que pusieron su saber al servicio de su gobierno, fueron desdeñadas posteriormente por este y por sus propias familias.
Resulta elocuente el caso de una de las protagonistas. Su marido es un herido de guerra que no pierde oportunidad de vanagloriarse de los viejos tiempos y que no ve en ella otra cosa que un ama de casa aficionada a los crucigramas y puzzles. La cláusula de confidencialidad que firmó al entrar en Bletchley le impide contarle hasta qué punto ella sí que fue una heroína. Y da bastante rabia, la verdad.
Había mujeres cartógrafos, descifradoras, expertas en maquinaria… Por lógica, esa inteligencia sale a relucir en la serie en cuanto se sucede una oleada de crímenes que no pueden ignorar. Se involucran para resolverlos y se encuentran con la desidia de la policía y de los políticos. Nadie cree que “unas pobres mujeres” sean algo más que unas histéricas con exceso de tiempo libre.
Los personajes están perfectamente definidos para visionar las miserias de la sociedad de posguerra, la europea y la americana.
Se alude al machismo, el contrabando, la corrupción, la trata de bancas, la violencia de género, el racismo. En la versión de San Francisco llegan a presentarnos temas duros, como el sórdido trato que se les dio a los japoneses residentes en EEUU o la homofobia. La afrontan con la suficiente valentía como para que una protagonista sea lesbiana, otra negra y pianista en un club de jazz  y una tercera, japonesa. Todas formaron parte del equipo americano de espionaje. Todas son personas de segunda categoría después.
Mientras las ves desentrañar un misterio tras otro, enfrentarse solas a los criminales  porque los hombres las desdeñan, te comes las uñas de rabia. Por la impotencia y el desconsuelo que debieron sentir.
Hay una frase de Jane que lo engloba: “Podemos hacer lo que hacemos porque nos subestiman”.
Triste ¿no?