"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 10 de octubre de 2019

Un simple gesto


Sentí su mirada sobre mi nuca. Después escuché sus pasos. Más tarde, su voz. Saludó con educación a la camarera, por encima del ruido del local y del jolgorio de sus amigos. Eran cinco, todos chicos. Y, sin embargo, solo él reparó en mi presencia.
Detuve el gesto de llevarme la taza a los labios y clavé mis ojos en él. Era joven, apenas veinte, bien vestido y sin rastro de tatuajes y esas cosas metálicas que se prenden en la cara. Tuve el extraño presentimiento de que no debía temer su atención sobre mí. Y acerté. Me lanzó la sonrisa más limpia que había presenciado en mucho tiempo. Se la devolví.
Era la primera vez en años que alguien no repudiaba mis ropas gastadas y mi pelo grasiento, ni mis pocas pertenencias apiladas en una caja de rejilla que robé de una frutería. La camarera me ofreció más café y acepté su caridad. La había ayudado a recoger el estropicio de unos clientes la noche anterior y me pagó con un desayuno.
Ese día podía lanzarme al mundo con paz en mi interior. La mujer y el chico me hicieron recordar que soy un ser humano. 


Nota de autora: El tiempo es ese bien escaso que algunos paladean y otros añoran. Me encuentro entre los segundos, porque las horas no me dan para  más, así que he decidido convertir este blog en quincenal en vez de semanal. Cuento con vuestra comprensión y fidelidad.    

1 comentario:

  1. Lo he leido dos veces, es un relato muy profundo..y generoso ¨?

    Angy

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