"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 27 de febrero de 2020

Escuela de mujeres


Una compañera me ha pedido que recoja mis impresiones de lo que supuso mi paso por la escuela de Badajoz. Una alumna desea escribir al respecto y le vendrían bien una pautas de orientación.
¡No sabes, María Luisa, lo complicado de resumir en cuatro ideas diecinueve años!
La escuela de Equipo Solidaridad no es exactamente lo que su nombre indica, un centro educativo. Sí es cierto que trabajábamos por niveles : Alfabetización,Medio ( donde se englobaba a quienes no entraban en los extremos) y Graduado. Se sumaban infinidad de talleres transversales: educación en valores, salud e higiene, informática, prevención de drogadicciones, ocio y tiempo libre, orientación laboral, cuidado medioambiental, etc, etc.
Sin embargo, la labor más importante que las “maestras” hacíamos ( hacen) es la de acompañamiento en todas las fases de la vida de esas personas que llegaban al modesto centro de San Juan, 28.
Les proporcionamos cuidado y atención de sus hijos en el Taller infantil ( el cometido realizado por las magníficas compañeras que han pasado por el aula resultó crucial para esos niños), asistencia en papeleo, apoyo moral y psicológico… En definitiva, una atención personalizada absoluta.
Las edades de las mujeres abarcaban desde adolescentes – las cuales abandonaban los institutos por imperativo de sus padres, para atender a los hermanos o contribuir con un sueldo al mantenimiento de la casa o por desinterés hacia los contenidos curriculares –hasta adultas de diferentes etnias y nacionalidades. Tuve una mujer de más de sesenta años que se sacó el graduado escolar y actualmente sigue participando de la Escuela de Mayores de la Universidad Popular. Un logro inmenso para ella y una satisfacción increíble para mí, “su maestra” como me llama siempre.
A pesar de la disparidad, las relaciones solían ser excelentes. Contribuía la actividad del café de los viernes, un espacio en el que se compartían confidencias, opiniones y, por supuesto, las diversas gastronomías de nuestras chicas. ¡Jamás he comido dulces árabes más ricos que los que ellas hacían! ¡Ni en el mismo Marruecos! Tampoco hemos bailado al son de canciones y palmas de temas gitanos con más diversión que en las fiestas de fin de curso.
¡Ha sido gratificante unir en nuestras salas a mujeres saharauis con marroquíes sin que mediaran disputas, a árabes con negras y blancas, tanto españolas como de países del este!
El respeto fue siempre la base de esa convivencia. Jamás se rompió en los años que viví entre ellas y me consta que sigue siendo regla elemental. Teniendo como presidente de la Asociación a un sacerdote y, durante muchos años, a una religiosa como directora, jamás se nos impusieron valores distintos de los de solidaridad, respeto y defensa de la mujer; su inclusión social como fin único para obtener un puesto en la sociedad que la hiciera sentirse valorada como mujer y como profesional, sin perder su identidad de gitana, inmigrante o, simplemente, perteneciente a una familia vulnerable. El objetivo máximo eran ELLAS. Siempre.
El equipo de trabajadoras del proyecto (no todas eramos maestras) cambió a lo largo de esos diecinueve años, excepto María Luisa y yo. Ella aún permanece. Confieso que fue duro, que sorteamos muchas dificultades: económicas, burocráticas, de salud.. Pero no puedo estar más agradecida a mi destino porgue me permitiera pasar esos años allí. Pocos trabajos son tan gratificantes, pocos enganchan emocionalmente hasta el punto de que despedirse provoque tristeza. Sigue habiendo un hilo que ata a quienes nos fuimos con ese lugar lleno de sonrisas, lenguas diferentes y rasgos exóticos.
Me considero parte del proyecto pese a haberlo dejado en 2014. Sigo teniendo relación con muchas de las alumnas, y por supuesto con las compañeras. Sigo añorando mi trayecto de San Fernando a San Juan cada tarde, atravesando el Puente Viejo sobre el Guadiana, para ir a encontrarme con mujeres que veían en mí no a una persona que iba a instruirles sino a una amiga con la que compartir la vida.

jueves, 13 de febrero de 2020

Querido Sandro

Teniendo el honor de presidir un Certamen de Cartas de (des) amor que lleva mi nombre, y siendo mañana el día de los enamorados, qué menos que publicar este jueves la que yo habría enviado al concurso. Se la dedico a dos persona de mi familia de las que enorgullezco porque me han enseñado que el amor leal y verdadero existe.


Alicante, 14 de febrero de 2020


Mi muy querido Sandro:
el motivo de trazar estas líneas es para dejar plasmado en un papel los sentimientos que tú ya sabes que siento pero jamás me atreví a escribir. Eres tú el de las letras, el de los poemas de autores que, de no haberte conocido, ni sabría de su existencia, el de las palabras susurradas a la luz de la luna, rodeados de nuestros perros y gatos, en el jardín del que disfrutamos. Eres tú quien ha dado sentido a una existencia que podría haber sido vulgar y contigo se llenó de magia.
Tuve la fortuna de tener que salir de mi país para buscarme la vida, para trabajar desde muy joven en lo que cayera, porque en mi casa se necesitaba mi sueldo y yo, aunque aún no lo sabía, experimentar la libertad de una tierra extraña, una tierra en la que estabas tú. Tampoco eras feliz. Mil cargas a tus amadas espaldas portabas que nublaban de tanto en tanto la exquisita sonrisa que iluminaban tus ojos claros.
Yo era guapo, lo sé. Las mujeres me acosaban sin entender que ninguna me decía nada. Que yo buscaba el ser parejo a mí, en sensaciones, cuerpo y esperanzas. Tú eras atractivo también y navegabas en puertos que tenías muy claros. Te costó dolor pero fuiste fiel a tus principios y amaste a quienes debías.
Por suerte, el destino nos unió hace ya muchos años y la bifurcación de caminos se convirtió en senda. Caminamos juntos, de la mano, envejeciendo con dignidad, con achaques y juergas, con viajes y risas. No podría imaginar una vida mejor vivida que la que tengo a tu lado. Hemos recorrido el mundo sin apartar la vista el uno del otro, enamorados de las mismas cosas, cediendo a favor del contrario cuando hizo falta, cuidando en los sinsabores de la enfermedad o del desprecio familiar.
¡Cuanto debo agradecer a los hados! Pocos hombres se sentirán tan amados y mimados y pocos sentirán este ensanchamiento en el pecho cuando miran al otro, al que sabe que es su alma gemela, su dicha, su suerte.
Te quiero, Sandro. Con orgullo, con certidumbre, con amor.
Me amas y te amo el catorce de febrero y el once y el ocho...Y en marzo, abril y junio… Cada día, cada mes, hasta que el cielo se oscurezca y nos envíe a las estrellas, para una vez allí, seguir juntos.
Mientras tanto, hoy, día de los enamorados, te homenajeo con estas letras.
                                       Siempre tuyo: Eduardo.