El
ser humano puede ser valiente hasta la saciedad y cobarde hasta la
vileza. Escribo esto por las denuncias que están
apareciendo en los medios de esas personas que se encargan de nuestro
cuidado y bienestar, esas a las que APLAUDIMOS cada día desde
nuestros balcones, sobre notas que les dejan sus vecinos por miedo al
contagio.
¿Vale
todo escudándonos en el miedo? ¡De ninguna manera!
Me
asquea pensar que, haciendo gala del anonimato más cobarde, una
comunidad permita que un descerebrado, o dos o tres, o todos, que
nunca se sabe, acusen a un vecino que se está dejando la piel en un
hospital, una caja de súper o un camión de reparto y le insten a
mudarse para no poner en peligro al resto. ¿Y luego tendrán la cara
de aplaudir a rostros anónimos como si nada? ¡Es despreciable hasta
la náusea!
Esas
personas que nos cuidan en la salud y la alimentación y la limpieza
también tienen miedo. ¡Mucho! Pero están hechos de una
pasta honorable, una pasta de humanidad que por suerte para quienes
los necesitan, les impulsa a dar el paso de enfundarse en esos
horribles e incómodos protectores para permanecer en sus puestos.
Por
“suerte” las noticias de dichas notas llegan no solo de España
sino de otros países.. Digo por suerte porque no quiero creer que
solo somos miserables los españoles, que es algo connatural del
género “inhumano”. Mi más absoluto desdén para todos ellos.
Mi
aplauso especial para mis amigos en alto riesgo: Carlota en el País
Vasco, Marisa en Madrid, Begoña o Encarna en Don Benito, Hermi en Alburquerque, Juan
Antonio en Sevilla...Seguro que me dejo alguno, pero
ellos ya saben que les quiero y animo.
Gracias
por vuestro duro día a día.
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