"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

martes, 26 de marzo de 2013

Gloria Fuertes

YO YA, APENAS SOY  JOVEN

"Yo ya, apenas soy joven
tengo cincuenta años,
tengo cincuenta libros,
tengo cien desengaños.
Yo ya, apenas soy joven,
pero, me estás mirando
                                                      y eso ya es suficiente
                                                      para seguir tirando"


DÍA AZUL

"...Mi cuerpo se hizo amigo del tuyo
y tu voz de la mía.
Y mientras necesario silencio
invade todo
nuestras manos dialogan.
Día  Gris:
Todo se agiganta si estás
desprevenido.
Si has visto el rayo,
no te asusta el trueno.
Si has sentido el amor,
no te despedaza tanto el desamor."

Para Ángeles, por  enseñarme  que las palabras son mejores si llevan dentro una sonrisa.

                                                         

martes, 19 de marzo de 2013

"Amistad a lo largo", Jaime Gil de Biedma







"Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad:
somos nosotros.
Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban las noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.

Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
--esas que ya no dicen cosas--,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos a los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que no sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende "

A Manolo, por compartirlo.

jueves, 14 de marzo de 2013

Minutos fugaces

Era delgado , rayando en lo escuálido, adivinado más que visto tras su zamarra azul marino y el pantalón claro bajo el que dormían dos botas del ejército que tuvieron mejor vida. Sus ojos oteaban el horizonte breve del ruidoso bar en el que el público posaba su vista sobre un video en color del popular Sting. A menudo se deslizaba, a lo tonto, hacia el ángulo de la estufa, junto a la cual se calentaba una pareja, más atenta a la pantalla que a los sucesos de alrededor; y percibiendo que ella no lo miraba, se detenía melancólico a regodear la vista en su figura, en sus cabellos y en el brillo satisfecho de sus ojos, que no se posaban en él.
Notaba el dolor de sus latidos mientras la contemplaba; el calorcillo de la sangre fluyéndole en las venas con una lentitud exasperante, como si aguardara tan sólo el momento supremo en que ella lo mirase para detenerse y quedar convertido en estatua de piedra.
Controlaba cada gesto, cada suspiro feliz en los primeros planos del cantante, cada sonrisa del tipo que la acompañaba, y cambiaba la trayectoria cuando en la de ella entraba por un segundo el espacio que ocupaba.
Sentía las manos en los bolsillos, pesadas por la inmovilidad de una caricia que ansiaba dar, y su mente se apartaba durante un tiempo indefinido del ambiente real para vagar por las estrellas en compañía de la muchacha, subido a su sonrisa y al brillo de sus ojos.
Le asaltó una punzada quemante cuando ella deslizó su mano por el pecho del contrario; al dedicarle una mirada divertida, tan pícara que lo envidió, le pareció que toda la sala se sumía en tinieblas.
Y cuando llegó el desolado momento en que el otro se apartó para pagar en la barra, grabó en su retina la sonrisa de ella como si le fuera la vida, ofreciendo al Creador su alma y su sombra para que, al menos al azar, el castaño brillante se posara en su rostro; por eso, cuando la sirena soñada respondió a sus deseos, ocultó la boca en el cuello alzado de su zamarra, temeroso en lo hondo de que un suspiro de paz se escapara por la puerta de cristales verdes, corriendo tras ella.
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