"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

martes, 28 de enero de 2014

" Corazón partío" de Alejandro Sanz.


Tiritas pa este corazón partío.
Tiri-ti-tando de frío.
Tiritas pa este corazón partío,
pa este corazón partío.

Ya lo ves, que no hay dos sin tres,
que la vida va y viene y que no se detiene...
Y, qué sé yo,
pero miénteme aunque sea, dime que algo queda
entre nosotros dos, que en tu habitación
nunca sale el sol, ni existe el tiempo,
ni el dolor.

Llévame si quieres a perder,
a ningún destino, sin ningún por qué.

Ya lo sé, que corazón que no ve
es corazón que no siente,
o corazón que te miente amor.
Pero, sabes que en lo más profundo de mi alma
sigue aquel dolor por creer en ti
¿qué fue de la ilusión y de lo bello que es vivir?

Para qué me curaste cuando estaba herío
si hoy me dejas de nuevo con el corazón partío.

¿Quién me va a entregar sus emociones?
¿Quién me va a pedir que nunca le abandone?
¿Quién me tapará esta noche si hace frío?
¿Quién me va a curar el corazón partío?
¿Quién llenará de primaveras este enero,
y bajará la luna para que juguemos?
Dime, si tú te vas, dime cariño mío,
¿quién me va a curar el corazón partío?

Tiritas pa este corazón partío.
Tiritas pa este corazón partío.

Dar solamente aquello que te sobra
nunca fue compartir, sino dar limosna, amor.
Si no lo sabes tú, te lo digo yo.
Después de la tormenta siempre llega la calma.
pero, sé que después de ti,
después de ti no hay nada.

Para qué me curaste cuando estaba herío
si hoy me dejas de nuevo con el corazón partío.

¿Quién me va a entregar sus emociones?
¿Quién me va a pedir que nunca le abandone?
¿Quién me tapará esta noche si hace frío?
¿Quién me va a curar el corazón partío?
¿Quién llenará de primaveras este enero,
y bajará la luna para que juguemos?
Dime, si tú te vas, dime cariño mío,
¿quién me va a curar el corazón partío?




Esta canción está incluida en  su disco "Más" de 1998.


martes, 21 de enero de 2014

"La tierra natal" Ana Ajmatova ( 1889- 1966)




No la llevamos en oscuros amuletos,
Ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
No perturba nuestro amargo sueño,
Ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
En objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
Ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
Esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.



He conocido a esta poetisa rusa por casualidad y me ha gustado bastante por eso he decidido compartirlo con vosotros. Fue perseguida por el régimen soviético así que es un motivo más para difundir su obra. 

jueves, 16 de enero de 2014

Para abriros boca, así comienza



- Tercera semana de Junio, 2010 - 

Ana Beltrán soltó una ristra de palabrotas al sentir que una fina lluvia comenzaba a calar su pelo y sus hombros. Llevaba media hora de viaje, entusiasmada con la contemplación del maravilloso paisaje de Stirlingshire y disfrutando de un prístino cielo azul sobre su cabeza cuando, de repente, unas nubes se habían lanzado tras el pequeño Mazda descapotable que conducía como si, adrede, quisieran dejarla hecha un trapo. Aparcó a un lado de la carretera y logró ponerse el impermeable y el gorro que siempre guardaba en la mochila. Llevaba en Escocia el tiempo suficiente para saber que un buen día podía convertirse en una pesadilla; de lo que no tenía ni idea era de cómo bajar la maldita capota negra; en el hotel no tenían otro auto disponible y nadie se molestó en darle explicaciones; aunque, por otro lado, tampoco ella las pidió, exultante por la mañana sin nubes que había amanecido.
Resignada, volvió a colocarse frente al volante. Según las indicaciones no podía faltar mucho para que viera los muros de Greenrock, la residencia que estaba buscando, y dejó de maravillarse por el paisaje para agobiarse por la penosa impresión que le daría al propietario cuando la recibiera.
Quince minutos más tarde la lluvia había cesado y ella se encontraba ante una muralla, bien conservada a pesar del musgo que la cubría, y una puerta cuya reja de hierro se suspendía en lo alto, sujeta con fuertes cadenas. La atravesó con prevención, segura de que, de desprenderse, haría papilla al auto con ella dentro sin que le diera tiempo a emitir un quejido. Siguió el sendero de grava, conteniendo las emociones que la asaltaron ante la vista del espectacular césped que rodeaba la mansión y el majestuoso porte de la misma. Cuando detuvo el auto se sentía ya transportada al interior de la Historia, a unos tiempos remotos en los que miles de personas vivieron bajo aquellas piedras; donde amaron, lucharon y murieron en todas las circunstancias imaginables.
Un suspiro de felicidad se escapó de sus labios.
La mansión era preciosa, con un cuerpo central en forma de torreón y dos alas que culminaban en sendas torres. Sus muros de piedra gris presentaban una sucesión de ventanales de diferentes estilos, obra de las distintas reformas que sin duda habría sufrido una residencia tan antigua.
Estaba tan entusiasmada que no se percató del anciano que la observaba desde la entrada, impecable en su traje gris y con el ceño fruncido, hasta que no abrió la boca.
- Señorita, esto es una propiedad privada y no se puede visitar.
La voz sonó tan desabrida que la obligó a poner los pies en el suelo y, confusa, sonrió al extraño individuo que parecía sacado del siglo pasado. Le había hablado en un inglés teñido de gaélico por lo que imaginó más que comprendió sus palabras, pero se adelantó hasta la entrada con la confianza que solía exhibir, segura de que la mirada pétrea desaparecería en cuanto ella se explicase.
- ¡Disculpe no le había visto…! Buenos días. No soy una turista ¡Pero esto es tan bonito…! - bajó la voz, repentinamente nerviosa por el escrutinio del hombre - Venía a ver al señor MacDougall, por el asunto del anuncio.
Durante un breve instante el rostro del anciano mostró desconcierto aunque enseguida recuperó la compostura.
- ¿El anuncio?
Ana asintió, confusa. ¿Y si se había equivocado de sitio? Pero había visto el nombre en el indicador, apenas quinientos metros atrás. ¡No podía haber más castillos en tan poco espacio!
- El del periódico – volvió a insistir - Decía que buscan una profesora.
La mirada despectiva del anciano la hizo retraerse, sin poder explicarse la animadversión que provocaba en el desconocido. Pero en cuanto lo vio hacer un gesto con la mano para que entrara, lo siguió a través de las recias puertas de roble. Estudió a toda prisa las valiosas obras de arte que iba dejando a su paso, tanto en el vestíbulo como en el pasillo por el que el hombre la precedía. Las losas del suelo estaban cubiertas por caras alfombras o por moqueta; los muebles, en su mayoría antiguos, eran de madera oscura, y las lámparas, tanto las de los techos como de las de pie, de hierro forjado. En las paredes colgaban cuadros que parecían sacados de viejos museos.
El individuo volvió a hacer un gesto para que esperara ante una puerta labrada, a la que hubiera corrido a investigar de no sentirse tan incómoda con sus ropas mojadas, de las que el hombre no le había dado oportunidad de desprenderse en el vestíbulo, como hubiera sido lo educado. Lo intentó, pese a todo, antes de de que le cerrara la puerta en las narices.
- Disculpe… ¿Podría pasar a un aseo? Me cogió la lluvia y…
Estuvo tentada de gritar de indignación cuando comprendió que hablaba a las paredes ¡En su vida se había topado con una persona más desconsiderada!
Se acercó con sigilo hasta el ventanal francés en el que culminaba el pasillo, angustiada por sentirse húmeda de la cabeza a los pies, pero los rayos del sol iluminaban los cristales y no le permitieron hacerse una idea del aspecto que presentaba. Impotente, se desenredó el enmarañado pelo con los dedos y se mordió los labios, deseosa de darles color. Cuando se desabrochó el impermeable descubrió que el blusón se le pegaba a la piel así que optó por volver a cubrirse.
Estaba a punto de chillar de histeria cuando la puerta se abrió de nuevo. 



Esta novela ha sido publicada por HQÑ y podéis localizarla a la venta desde hoy en :  
 

martes, 14 de enero de 2014

"Rojitas las orejas" de Fito & Fitipaldis



Qué tiene tu veneno
que me quita la vida sólo con un beso
y me lleva a la luna
y me ofrece la droga que todo lo cura
Dependencia bendita
invisible cadena que me ata a la vida
y en momentos oscuros
palmadita en la espalda y ya estoy más seguro.

Se me ponen si me besas
rojitas las orejas.

Pon carita de pena
que ya sabes que haré todo lo que tú quieras
ojos de luna llena
tu mirada es de fuego y mi cuerpo de cera.
Tu eres mi verso, pluma, papel y sentimiento,
la noche yo y tú la luna,
tú la cerveza y yo la espuma.

Se me ponen si me besas
rojitas las orejas.


(Del álbum "A puerta cerrada" del año 98)



Compartiendo la opinión de   las jóvenes seguidoras de este blog de que hay tanta magia y poesía en las letras de las  canciones como en los poemas, he decidido extender mi campo de acción a ellas, alternándolas los martes. Espero que sea de vuestro agrado. Si no es así, hacédmelo saber.
 Y si os cuesta comentar en esta publicación tenéis mi mail: mpg1962@hotmail.com o mi cuenta en facebook, pero recordad que allí llevo el Pérez antes del Gallego. Besos a todos.

jueves, 9 de enero de 2014

"Mujeres saharauis"


Para aquellos que desconozcan la historia del pueblo saharaui voy a hacer un breve resumen: A finales del siglo XIX el Sahara Occidental se convirtió en colonia española con el fin de explotar sus ricas minas de fosfatos ( Hasta aquí nada sorprendente puesto que en esa época ya se habían repartido las potencias europeas el territorio africano con todo el descaro del mundo sin previa consulta a los implicados) Más tarde, la zona se descubriría también como un banco pesquero de enorme importancia. Lo cual, lógicamente, la convirtió en objeto de deseo para sus vecinos.
 España dividió el enclave en dos provincias, estableció en ellas estructuras y organismos para su desarrollo y elaboró un censo en 1974 por imposición de la ONU, otorgando a los saharauis DNI y libros de familia españoles. Sin embargo, en febrero del 76 nuestro gobierno abandonó el lugar sin haber fraguado la independencia de la colonia.
 ¿Qué le llevó a tamaño despropósito cuando otros territorios ya se habían independizado y convertido en países autónomos? La respuesta más fácil es que España estaba lidiando con sus problemas internos, debido a la recién estrenada democracia tras el fallecimiento de Franco. No obstante, la cruda realidad es que Marruecos aprovechó la coyuntura para meter baza y aposentarse en la zona, reclamándola como suya. Y no lo hizo de buenos modos, pese al paripé de “la marcha verde”, sino que bombardeó a los habitantes de la zona con fósforo blanco, obligándolos a huir y matando a muchos en el intento.
 Por qué saco a relucir semejante tema a estas alturas os preguntaréis muchos...La réplica es tajante: porque me importa.
 El pueblo saharaui sólo es recordado cuando los famosos sacan fotos de sus visitas a los poblados de refugiados, cuando nos llegan los niños en verano a pasar un par de meses con familias que los acogen, cuando algo terrible ocurre y es imposible ocultarlo...Pero en general, a nadie le interesa las vicisitudes de un pueblo que sufre. Y no es el único: en el mundo hay miles de desplazados en Asia, África y América.
 ¡ Y luego nos asombramos de que nos asalten con las pateras! Se nos olvida que nosotros ya estuvimos en sus países de origen antes. Claro que lo hicimos a lo grande, robando sus riquezas y obligándoles a adoptar nuestras costumbres, despreciando las suyas.
Retomo el asunto que encabeza este escrito: las mujeres saharauis. Hablo de ellas con conocimiento de causa porque muchas han pasado por la escuela donde trabajo y dos son, además, activistas comprometidas.
 Una es Digya Lachgare. La otra, Sultana Jhaya.

Digya nació en El Aaiun y ha pasado 11 años ininterrumpidos de su vida en cárceles secretas marroquíes; sin proceso judicial, sin que su familia supiera dónde estaba. La detuvieron por posicionarse a favor de la independencia de su pueblo cuando contaba 22 años. Fue torturada y humillada junto a otras muchas. Pero no sólo había mujeres en esas cárceles; también había niños. Logró salir de prisión gracias a las presiones de Amnistía Internacional y Organismos similares en el año 91, pero no se le permitía trabajar por su condición de ex-presa y se la mantuvo bajo vigilancia continuada. Pese a ello, Digya continuó luchando a favor de los derechos humanos y la autodeterminación de su pueblo.
 En 2009 viajó a Argel con otros activistas y a su regreso fue detenida en Casablanca junto a sus compañeros ( algunos aún permanecen encarcelados) Regresó el calvario de las torturas, vejaciones, celdas de aislamiento, juicios militares improcedentes... Finalmente, tras una huelga de hambre que casi termina con su vida, obtuvo la libertad.
 Eso sí, continúa pendiente de juicios y sólo gracias a Organismos Internacionales ha podido salir de Marruecos y contarnos su odisea.

La historia de Sultana es más trágica si cabe. Cuando contaba 25 años ( hoy tiene 33), siendo estudiante en la universidad de Marrakech, se manifestó a favor de su pueblo liderando una sentada. Llegaron los antidisturbios, la golpearon, le saltaron un ojo y la metieron en una ambulancia con otras compañeras a patadas, tirándolas al suelo porque las camillas eran “para los marroquíes, no para los animales”. Se limitaron a lavarle la cara para que nadie le hiciera fotos y luego la llevaron a una comisaria subterránea en pleno centro de la ciudad – donde los turistas deambulaban tranquilamente ajenos a la realidad de esas personas - Aunque parezca asombroso, Sultana conservaba su ojo en un puño, rogando porque se lo recompusieran, pero excepto mantenerla en una celda durante hora y media, nadie hizo nada. Cuando la llevaron a otro hospital, medio desangrada, los militares la interrogaron y patearon por declararse “polisaria”; sólo la acompañante de un enfermo marroquí se compadeció de ella y le dio leche para calmar su sed, pero lo único que logró a cambio fue que la policía la abofeteara y que a ella la encerraran en una sala aislada. Le ofrecieron coserle el ojo si ella misma se compraba el hilo y finalmente un policía se apiadó de ella y anotó el número de un familiar para que pudieran ponerse en contacto y se lo comprara. Por suerte – ironías de la palabra – a su familiar la acompañó un representante de Derechos Humanos saharaui que exigió responsabilidades al médico. La operaron tras dieciocho horas de calvario. Lógicamente, perdió el ojo y sólo ha recuperado su aspecto normal – no la visión - tras varias operaciones de cirugía y reconstrucción realizadas año y medio después en España. Porque después de su detención fue condenada a ocho meses de cárcel y si logró salir del país fue gracias a la intervención de una asociación sueca de apoyo al pueblo saharaui.
 Tras tanto sufrimiento nos parecería normal que esas mujeres abandonaran su lucha y su pretensión de lograr un Sahara libre...Pero no es así. Por el contrario, la lucha, el conocer de primera mano los padecimientos de su gente, las ha convertido en defensoras ardientes ante el mundo occidental de lo que deberían ser los derechos de un pueblo que ha sido abandonado a su suerte.
Conocerlas me obliga a asumir sus razones, a afrontar que vivimos en un mundo cómodo – pese a la crisis, ¡quien lo diría! – que tenemos la gran suerte de pertenecer a un país donde los dimes y diretes de independencia se discuten en los parlamentos, en las manifestaciones, donde los medios de comunicación informan de cada postura...Un país donde tenemos grandes males, es cierto, pero no cárceles secretas, ni torturas ni vejaciones como las que ellas nos han contado y que ponen la carne de gallina al más audaz.
 Yo, si estuviera en su lugar, quiero creer que sería valiente, pero desde mi acomodado sillón presiento que me tragaría la rabia y no soportaría esas vilezas. Quizá he tenido la suerte de nacer en un momento en que mi país ya respira de otro modo. Hace tanto de la época de Franco que muchos jóvenes ni siquiera saben quien es. Gracias a Dios.
 Los saharauis aún no tienen esa suerte.
 Va por ellos este testimonio.


Licencia de Creative Commons
"Mujeres Saharauis" by Mercedes Gallego is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

martes, 7 de enero de 2014

"Busqué de día" de Antonio M. Flores ( Don Benito, 1959)


       



   Busqué el día en el amanecer de tus ojos
la sabiduría del beso en la hora
que marcaban tus labios sedientos
la espuma de tu verde piel
en la cicatriz precisa
de una vieja canción de amor.

          Alcancé tus rosados pechos desnudo
en un asalto de mis dedos alocados
y el tiempo brotó en una espiral blanca de campanas
en un gemido de relámpagos y nieve.

          Abrí tus entrañas vegetales
al blanco concierto de la lluvia
dibujé en tus muslos con mis dientes
mil avenidas de sonrisas y pétalos
y al rozar la humedad encendida
de tu medialuna de lirios y sangre
tus caderas temblaron en un estallido espasmódico
de hijos imposibles y de gritos abrazados
al tiempo hueco de los espejos.

          Agoniza ahora la sombra líquida del sueño
sobre la fugaz primavera de nuestros cuerpos
y en esta alborada de hoteles y cansancio
las palomas empiezan a recoger el viento de tus besos
a borrar tu rostro gesto a gesto
y a hacerte ausencia de un solo manotazo.




Es un honor para mí traer al blog este poema de un "paisano calabazón"  al que los derroteros de la  vida  llevaron a ser más colombiano que español. Desconocía su historia y su obra pero como gozo  de buenos amigos ( en este caso Adela - la maestra entre maestras y su marido, Jose Luís me lo hicieron llegar a golpe de café  en una tarde navideña. Para ellos va este recuerdo y mis gracias por ampliar el  campo de mi escaso saber literario.