Todas
aquellas personas que me siguen en Facebook saben que la semana
pasada ha resultado espectacular para mí pero como muchos de los
que me leéis a través del blog no estáis en él quiero contaros
cuales han sido mis sensaciones y mis vivencias.
Cada
vez que escribo algo en esta página os transmito una parte de mí:
los sentimientos de un poema, la agudeza de una reflexión, el placer
de un cuento...Sin embargo, hoy quiero escribir como si lo hiciera en
mi diario, quiero explicaros cómo ha sido pasar una semana en Don
Benito, mi “pueblo”.
¡Es
tan alucinante que podáis leerme desde cualquier parte de otros
continentes! Y claro, no tenéis ni idea de dónde está Don Benito.
Os sitúo. Es una ciudad de cuarenta mil habitantes, (arriba, abajo)
ubicada en la Vega del Guadiana, en Badajoz, provincia de
Extremadura. Tuve el privilegio de nacer allí y aunque no soy
especialmente nacionalista, ni patriótica, ni esas cosas, el orgullo
de ser de mi pueblo lo llevo como bandera. No es una población
bonita aunque sí próspera, pero yo pateé esas calles desde mi
niñez hasta cerca de los treinta y guardo recuerdos maravillosos de
sus edificios, parques y alrededores.
Emigré
a la capital en busca de trabajo y por eso vivo en Badajoz, otra
ciudad a la que también quiero mucho pese a no ser tan esplendorosa
como tantísimas ciudades españolas. Pero no me entretendré en
ello, hoy el asunto no me lleva por ese sendero.
Estaba
en Don Benito. ¿Y qué es lo mejor de mi pueblo? Pues su gente, como
ocurre con todos los lugares. Sin la calidez humana las poblaciones
no nos dicen nada. Sólo si vas de turista te interesa lo de fuera;
si vives en un sitio, lo que importa es la gente, los vecinos, los
amigos...Y ahí entro al trapo.
Dice
el dicho que “nadie es profeta en su tierra”y...¡me cachis!
Cuánto siento que Lomba, “el calderero” no haya vivido para ver a
su hija presentada en un acto público – aunque fuera en calidad de
amigo y no de alcalde – por el más representativo de los hijos de
la ciudad.
El
miércoles me concedieron el honor de entrevistarme en dos cadenas de
radio y salí bastante airosa según los comentarios – mi wassap se
llenó de mensajes rebosantes de bromas acerca de mi desparpajo ante
el micrófono.
El
jueves visité la sede de una asociación de la que soy socia “No
eres de Don Benito si no eres calabazón” ( apodo de los
dombenitenses) y me recibieron con un bizcocho y toda la simpatía
del mundo. En ella me reencontré con amistades de la infancia, de
la escuela, y fue como si nos hubiéramos visto hacía tan sólo unos
días...
Por
otro lado resultó emocionante contemplar mis carteles en las
tiendas o por las calles, que me pidieran que los firmara, que me
saludaran personas que hacía siglos que no me decían nada aunque
fuera por vergüenza...Y esta vez con la cosa de “Te he visto en el
cartel” todo era más fácil...Amigos que se disculpaban por no
poder acudir al tener otros compromisos adquiridos con anterioridad,
amigos emocionados por ir y escucharme, conocidos pasmados al
enterarse de esa desconocida faceta mía...Peluqueras orgullosas de
tenerme por clienta...
La
sonrisa ha sido una constante en mi rostro, cómo no. Imposible que
fuera de otro modo.
Si
mi familia se ha sentido orgullosa de mí, yo de ellos no digo. Me
han hecho propaganda desde el mayor al pequeño ( somos cinco, además
de las sobrinas y los “añadidos”) y todos trajeron a sus
conocidos a la presentación o compraron libros por encargo.
He
sido profeta en mi tierra. Me he sentido querida, apoyada,
respetada.
Que
profesores de colegio o instituto estuvieran en el acto de
presentación, en la Casa de la Cultura, el sábado 20, resultó
emotivo; sus palabras de aliento y cariño me llegaron al alma. Que
me propusieran escribir una historia basada en una época histórica
del pueblo, un halago.
Dicen
que fui divertida – adjetivo poco usado en la presentación de un
libro, al parecer - , ingeniosa, entrañable...Que hice gala de un
uso del micrófono y del escenario poco común en una “principiante”
( yo les recuerdo que he dado clase durante veinte años, y eso da
“tablas”); en resumen, que a mis paisanos les gusté.
Tanto
que me besaron, se hicieron fotos conmigo, me compraron “Regalo del
cielo” y se los dediqué con toda la creatividad de que fui capaz
teniendo en cuenta la larga cola en espera – un apuro - y la mano
tonta de aguantar el bolígrafo ( el ordenador es un gran enemigo a
veces para estas cosas, te hace perder agilidad).
En
fin, que mi editora se marchó contenta; mis conocidos felices; los
desconocidos gratamente sorprendidos; y yo...Yo subida en una luna
ante semejante acogida.
Lo
olvidaba, mis amigos - mi pandilla, mejor- me dieron por adelantado
buena suerte : se presentaron a mediodía con dos litronas,
improvisando una “quedada” puesto que yo no quería salir de
cañas por si me afectaban un poco y no era plan...Las tomamos en la
entrada de mi patio – el de la casa familiar – sentados de
cualquier manera, en taburetes, en el umbral, en el
suelo...recordándome que en la vida no somos lo que aparentamos ante
el público, sino la persona que bebe una cerveza bien acompañada,
entre bromas y chascarrillos, con ropa de andar por casa...Aunque yo
me precie de que la linea que separa ambas Mercedes sea tan delgada
que sólo se diferencia por el uso o no del maquillaje.