Aprovechando
que este sábado andaré por Sevilla y que mi mente parece sufrir
parálisis imaginativa, se me ocurrió contaros lo que significó
para mí visitar la ciudad por primera vez.
La
idea de pisar semejante paraje , siendo una amante de la Historia y
del Arte, se me antojaba maravillosa. Me moría por conocer la
Giralda, la Torre del Oro, la catedral, el Alcázar...Y lo hice.
¡Vaya si lo hice!
Antes
de seguir debo anotar que estaba en octavo de la antigua EGB, o sea
que tenía 14 años recién cumplidos, y que apenas había salido de
mi pueblo para ir a Madrid, Benidorm y Guadalupe ( en los primeros
por tener familia y en el último durante la excursión de sexto de
la que sólo saqué en claro mi primer novio, aunque eso no venga a
cuento) En fin, decía que era un poco paleta, pero vamos, no tanto
como muchas de mis compañeras que nada más bajar del autobús lo
que quisieron fue irse a “El corte Inglés” de compras...
Nuestros
profes nos llevaron por todos los sitios de obligado seguimiento; me
consta. Y sin embargo...¿ Cuál es mi único recuerdo de aquel
viaje? El recorrido en barca por La Plaza de España. Y más que el
recorrido en sí, la mirada de el único hombre que en aquellos
momentos significaba TODO para mí. Estaba hasta las trancas por él
y el muy capullo se dejaba querer. Pero como yo era retorcida a más
no poder, cuando él me proponía compartir situaciones
románticas...me negaba.¡Dios santo, sólo me perdono porque era
adolescente y ya se sabe que a esa edad no damos una! Me invitó a
compartir asiento...y le dije que no, y me subí en otra barca.
Estuvimos todo el trayecto mirándonos como dos idiotas , yo
haciéndome la interesante y él, irónico total. Vamos, de
película...de los hermanos Marx. ¡Qué desperdicio! ¿Qué por qué
era tan tonta? Porque era el chico más guapo de la escuela – por
no decir del pueblo – y no se le resistía ninguna. Y claro, yo que
iba de su “mejor amiga” no iba a rendirme también. Mi orgullo me
lo impedía. Tanto que me perdí ser su pareja en bailes y hasta
“ser su novia” cuando me lo pidió en los coches de choque.
¡Cuanto habré llorado por ese hombre! ¡La de poemas que le habré
escrito! Y yo desaproveché una circunstancia tan propicia como la
excursión a Sevilla para pasarlo de miedo. A cambio regresé
resentida con él y conmigo. Y no quedó en mi memoria más que aquel
incidente. Ni Giralda, ni Alcázar, ni azulejos ni color especial.
Unos ojos azules y una sonrisa pícara como la de un demonio. Ese
es mi mejor recuerdo de aquel Sevilla de 1976.
De
mayor he visitado Sevilla un montón de veces, y acompañada por un
profe universitario que te desgrana hasta de donde salió la última
moldura, lo que a mí me fascina; y sin embargo, no he vuelto a pisar
la Plaza. Es una asignatura pendiente; pero me da pena romper el
recuerdo de mi adolescencia...
No
puedo dejar de llamarte tonta del bote tampoco por ser tan ñoña a
esa edad pero he de admitir que sí saqué una moralina para mi
futuro como maestra; cuando me mosqueaba con mis alumnas en la
visitas culturales y ellas se perdían más en “otro tipo de
detalles”, antes de enfadarme recordaba Sevilla, y cómo actué
yo...y me encogía de hombros y las dejaba a su aire. Para todo hay
una edad. Y un momento.