"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 29 de octubre de 2015

Recuerdos de Sevilla


Aprovechando que este sábado andaré por Sevilla y que mi mente parece sufrir parálisis imaginativa, se me ocurrió contaros lo que significó para mí visitar la ciudad por primera vez.
La idea de pisar semejante paraje , siendo una amante de la Historia y del Arte, se me antojaba maravillosa. Me moría por conocer la Giralda, la Torre del Oro, la catedral, el Alcázar...Y lo hice. ¡Vaya si lo hice!
Antes de seguir debo anotar que estaba en octavo de la antigua EGB, o sea que tenía 14 años recién cumplidos, y que apenas había salido de mi pueblo para ir a Madrid, Benidorm y Guadalupe ( en los primeros por tener familia y en el último durante la excursión de sexto de la que sólo saqué en claro mi primer novio, aunque eso no venga a cuento) En fin, decía que era un poco paleta, pero vamos, no tanto como muchas de mis compañeras que nada más bajar del autobús lo que quisieron fue irse a “El corte Inglés” de compras...
Nuestros profes nos llevaron por todos los sitios de obligado seguimiento; me consta. Y sin embargo...¿ Cuál es mi único recuerdo de aquel viaje? El recorrido en barca por La Plaza de España. Y más que el recorrido en sí, la mirada de el único hombre que en aquellos momentos significaba TODO para mí. Estaba hasta las trancas por él y el muy capullo se dejaba querer. Pero como yo era retorcida a más no poder, cuando él me proponía compartir situaciones románticas...me negaba.¡Dios santo, sólo me perdono porque era adolescente y ya se sabe que a esa edad no damos una! Me invitó a compartir asiento...y le dije que no, y me subí en otra barca. Estuvimos todo el trayecto mirándonos como dos idiotas , yo haciéndome la interesante y él, irónico total. Vamos, de película...de los hermanos Marx. ¡Qué desperdicio! ¿Qué por qué era tan tonta? Porque era el chico más guapo de la escuela – por no decir del pueblo – y no se le resistía ninguna. Y claro, yo que iba de su “mejor amiga” no iba a rendirme también. Mi orgullo me lo impedía. Tanto que me perdí ser su pareja en bailes y hasta “ser su novia” cuando me lo pidió en los coches de choque. ¡Cuanto habré llorado por ese hombre! ¡La de poemas que le habré escrito! Y yo desaproveché una circunstancia tan propicia como la excursión a Sevilla para pasarlo de miedo. A cambio regresé resentida con él y conmigo. Y no quedó en mi memoria más que aquel incidente. Ni Giralda, ni Alcázar, ni azulejos ni color especial. Unos ojos azules y una sonrisa pícara como la de un demonio. Ese es mi mejor recuerdo de aquel Sevilla de 1976.
De mayor he visitado Sevilla un montón de veces, y acompañada por un profe universitario que te desgrana hasta de donde salió la última moldura, lo que a mí me fascina; y sin embargo, no he vuelto a pisar la Plaza. Es una asignatura pendiente; pero me da pena romper el recuerdo de mi adolescencia...
No puedo dejar de llamarte tonta del bote tampoco por ser tan ñoña a esa edad pero he de admitir que sí saqué una moralina para mi futuro como maestra; cuando me mosqueaba con mis alumnas en la visitas culturales y ellas se perdían más en “otro tipo de detalles”, antes de enfadarme recordaba Sevilla, y cómo actué yo...y me encogía de hombros y las dejaba a su aire. Para todo hay una edad. Y un momento.


jueves, 22 de octubre de 2015

"Semblanza"



 En estos días en los que me veo de continuo en las fotografías del último evento al que asistí me vino a la memoria un poema que mi amigo Manolo, de quien ayer fue su cumpleaños, me escribió hará al menos dos décadas. Curiosamente, me sigo sintiendo identificada con sus palabras y cómo no, le estoy super agradecida por ese retrato cargado de ternura que me hizo.
Para aquellos que no lo conocéis, espero que os guste.

Maestra, no en paro,
sino constante exposición;
mercado gratuito.
Algunos sólo miran
otros se zambullen.
Pensamiento alto,
no siempre certero; sí solidario
como frente de sierra.
Ojos grandes que repiten
con su brillo
la sonrisa amplia, la carcajada exuberante.
Mosquitilla que pica,
eterna clown
del gesto picaruelo y asombrado.

jueves, 15 de octubre de 2015

El ser ¿ humano?


Acabo de terminar “El amante japonés” de Isabel Allende, y aparte de llorar a moco tendido por su ternura, por esos personajes que crea como si fueran lo más normal del mundo ( aunque yo, como escritora, estoy segura de que debe trabajárselos a fondo), he “recordado” un episodio que ya salió en una película que vi hace tiempo y de la que no localizo el título, que en aquel momento me dejó impactada: los campos de concentración de EEUU para japoneses.
Resulta que los americanos mandan a sus soldados a luchar contra la maldad y el horror de Hitler, a liberar a los judíos del exterminio al que estaban siendo sometidos ( ya sé que esa fue la excusa, que soy mayor para que la historia me la vendan con tonterías y que, como siempre, los intereses iban por otro lado); pero en fin, decía que vienen a Europa en plan adalid de la libertad y ¿ qué hacen en su propio suelo? Pues tras el bombardeo de Pearl Harbor pillan a todo japonés que se mueve por su territorio y sin importar que ya sean de segunda o tercera generación, tan americano como el que más, los encierran en campos, les obligan a dejar sus pertenencias, les expropian sus negocios y casas...Les tratan como prisioneros de guerra, vamos, “por si fueran espías” y para “protegerles de las posibles represalias ciudadanas.”
Como bien deja patente Allende, para un carácter como el del pueblo japonés, semejante humillación debió de ser brutal; y sin embargo, la mayoría, como los judíos, lo aceptó; callaron y perdonaron al final de la contienda; aunque no se les pidiera perdón ni se les devolvieran los bienes perdidos. Los hubo, claro está, que se rebelaron, pero esos fueron condenados a cárcel, desaparecieron o se les extraditó a Japón. Para más vergüenza de su gobierno, el batallón más condecorado por sus hazañas y por la pérdida de vidas fue el integrado por japoneses, defendiendo la libertad de EEUU frente al fascismo.
Sé que soy una ingenua pero noticias como esas me duelen en las entrañas. Se dice lo de que el hombre es un lobo para el hombre ( y no me gusta porque me encantan los lobos) y debe ser cierto. Quien más daño hace a la raza humana es el propio hombre. Tenemos esa capacidad de destruir que nos convierte en monstruos peores que los de pesadillas. ¿Cómo se puede odiar a un vecino de toda la vida porque de repente alguien de su raza hace algo negativo? ¿Somos responsables cada uno de lo que hacen otras personas como yo ? No me sorprenden los fanatismos, después de todo. Si humillamos al prójimo y nos sentimos superior a él, en cualquier momento tendremos que pagarlo.
Tanto peor es atacar como callar. Y eso lo hacemos a diario. Basta ver la televisión, con los horrores que pasan cada día, con las atrocidades de los muros, los nuevos campos de concentración con los que queremos retener a los que ponen en riesgo nuestra “paz”, el no denunciar al vecino que maltrata a su mujer, no reñir a los niños que rompen papeleras... Pequeñas cosas que nos convierten en consentidores... quizá de tonterías; quizá de atropellos.
Recemos porque algún día, como decía el poema ese que ronda por todas partes atribuido a Bertolt Brecht y que ya ni sabemos de quien es...."Primero se llevaron a ......pero no me importó. Y un día vinieron a por mí... y no hubo quien protestara".

jueves, 8 de octubre de 2015

II Petit Sant Jordi


     Este fin de semana he tenido el placer de presentar " Con patente de  corso" en  el evento "II Petit Sant Jordi" en Caldes de Malavella, un municipio  catalán con maravillosos balnearios.
Y tuvieron a bien otorgarme el 2º premio de microrrelatos, el mismo que hoy os dejo para que juzguéis  si quedó chuli o no.




"En la estación"

Lo sabía, sabía que era una locura; estaba despidiendo a mi amiga Marta que regresaba a sus estudios cuando te descubrí. El chico de la noche anterior, el de las miradas en el bar y la copa invitada en la distancia. Tus ojos me traspasaron a través de la ventanilla y aunque el tren se estaba poniendo en marcha corrí; corrí como una loca sintiendo que si no te conocía mi vida ya no sería la misma. Una sonrisa asomó a tu semblante cuando me viste salir disparada mientras tu mano mantenía abierta la puerta del vagón para que subiera. Me sostuviste en tus brazos y como si un imán invisible nos atrajera, unimos nuestros labios para después reír , sorprendidos y eufóricos. Una chispa de esperanza brilló en tus iris castaños y el sonrojo se adueñó de mi rostro. Me llamo Héctor, dijiste. Carolina, balbuceé. Y volvimos a reír, nerviosos. Apoyados en las paredes de metal mantuvimos la conversación más breve e intensa que soñamos nunca. Supe de ti y supiste de mí, de mis esperanzas opositando y de tus anhelos como arquitecto. Me regalaste el dibujo que hiciste anoche en una servilleta observándome charlar con mis amigos. Supe que te había hechizado con tanta fuerza como tú a mí.
E iniciamos un futuro juntos.
No importó que me bajara dos estaciones más adelante, ante el pasmo de Marta, que me reconoció desde el otro vagón y mi móvil comenzara a sonar enloquecido, instándome a contarle qué había ocurrido. Y reí, reí a carcajadas, porque mi corazón se había reconocido en el de Héctor y ya nada volvería a ser igual. Jamás igual.





jueves, 1 de octubre de 2015

Mis disculpas

¿Sabéis de esas semanas en las que todo confluye, en la que te sientes tan agobiada que el tiempo se desliza entre tus dedos sin que respires un minuto de calma?
Así me he sentido yo y éste es el resultado...Un jueves dónde mi blog no quiere ni repetir algunos de sus ya anteriores  textos.
Necesito paz para inspirarme y no la he tenido por tanto me disculpo con todos los que habéis perdido el tiempo tecleando para dar conmigo y os encontráis con esta tontada.
Intentaré recompensaros la semana próxima.
¡No me olvidéis!
Un placer saludaros.