Estoy disfrutando estas últimas
noches de la 4 temporada de The
Last Kingdom,
una serie británica que, imagino, muchos conoceréis.
La historia está basada en una
saga de novelas de Bernard Cornwell, The Saxon Stories, y es un drama
medieval. Un drama plagado de intrigas, lucha y sangre.
Sinopsis según wikipedia: En el
año 872 muchos de los reinos separados de lo que ahora se conoce
como Inglaterra han caído en manos de los invasores daneses, dejando
al gran reino de Wessex solo y bajo el mando del rey Alfredo el
grande. Durante este tiempo, el Lord Uhtred, un noble sajón, es
asesinado por los daneses y su hijo Uhtred
de Bebbanburg, es
capturado y criado como un danés. Pronto se ve obligado a elegir
entre el país de su nacimiento y la gente que lo crió, por lo que
su lealtad será probada.
Y
aquí es donde entra mi reflexión de hoy, porque Uhtred me recuerda
al Cid Campeador y esa frase grandilocuente: ¡Dios, qué buen
vasallo si tuviera un buen señor!
Uhtred
representa la lealtad personificada. Primero a los afectos de su
corazón, después a los reyes que le toca servir. ¡Y no se salva
ni uno! Son todos manipuladores y mentirosos. En nombre del
bienestar del pueblo (que no deja de ser el suyo propio), de la
futura paz, instan a Uhtred a batallar sus guerras, bajo la promesa
de recompensar su esfuerzo ayudándolo a recuperar lo que por
herencia le pertenece. Pero jamás cumplen su palabra. Y aún así,
él, por amor a una mujer, por proteger a un débil, por el futuro de
sus hijos, cede una y otra vez a los deseos de la ambición ajena,
aparcando la suya para un momento más propicio. Eso le vale la
lealtad de sus guerreros, claro está; pero para los sajones siempre
prevalece la desconfianza por sus creencias paganas y su lealtad a
los hermanos con los que se crió. Ofrece su vida una y mil veces y
sigue teniendo detrás el estigma de quién fue.
La
Historia es tan sucia como el momento presente. En realidad, aunque
esto sea a medias ficción, da igual. Vemos representados episodios
de la Historia de todos los tiempos. Unos
pelean por ideales y otros se aprovechan de ello.
La
lealtad no es un valor recompensado. Quizá por eso yo nunca tuve un
carné de partido. Quizá por eso, de ser Uhtred, le habría cortado
la cabeza a Alfredo el grande sin remordimientos desde su primera
traición.
Pero
yo no soy una heroína. Uhtred, sí.
Os
recomiendo la serie si no la conocéis. Además de un placer para la
vista ( Alexander Dreymon es el de la foto), la ambientación es
magnífica y las tramas muy interesantes. Luego, si queréis comeros
el coco con paralelismos, como hago yo, ya es otro cantar ( que no el
de “El mío Cid”)
Feliz
jueves.