"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 25 de febrero de 2021

Por si acaso

 

Querida Sammy:

Esta es mi carta de San Valentín. No pensaba escribirte ninguna, pero no quiero perder mi oportunidad. Después de pensar ayer largo rato, deduje que hoy vas a recibir un montón de cartas de enamorados, porque cada día estás más guapa, y si lo veo yo, seguro que también lo ven todos los demás. Así que no quería que faltase la mía.

Te confieso que, nada más verte en la clase de tres años, me enamoré de ti. Me fascinaron tus trenzas rubias y tus ojos azules. Yo sólo conocía gente morena de ojos oscuros y tú me pareciste un hada del Reino de Fantasía. Conseguí que te fijaras en mí y ahora somos los mejores amigos.

Mi hermana dice que aún es muy pronto para pedirte que seas mi novia, que tengo que esperar a tener su edad más o menos. Ella tiene dieciséis y entiende mucho de estas cosas. Además, es la mejor guardando secretos. Sé que no se lo va a contar a nadie, por eso hablé con ella. Bueno, por eso, y porque necesitaba consejo de alguien con experiencia.

Así que, Sammy, quiero seguir siendo tu mejor amigo, pero también me gustaría que cuando llegue esa época de los novios, me tengas en cuenta, a ser posible, como el primero de tu lista.

Con todo mi amor. Siempre a tu lado.

                                                   Ethan

 

Esta carta no es mía. Pertenece a Isa ( Isabel María, por  empeño de su madre, que parece tener fijación con los nombres compuestos) Lobato Jiménez. Concursó en Cartas de Des/ Amor bajo el seudónimo de Kaoche y, como ella es canaria, pensé que se trataba de algo relacionada con las islas, pero por más que busqué no hallé el significado. La carta me gustó tanto por su frescura y la dulzura que desprende que me atreví a iniciar un contacto, y lo cierto es que hemos congeniado muy bien por correo electrónico. Ahora sé que Kaoche es el nombre de la diosa del caos y la noche, y que se lo inventó su amiga Susana. 

Isa tiene un blog, Cuenteleando, https://cuenteleando.blogspot.com/, del que ya soy seguidora. Ha resultado una persona encantadora y, como la creatividad hermana mucho, me ha autorizado a mostraros  su carta. Aquí la tenéis. Espero que la disfrutéis tanto como yo. 

jueves, 18 de febrero de 2021

III Certamen Cartas de Des/ Amor "Mercedes Gallego"

 

Esta es la imagen ganadora del I concurso de fotografía con el cual innovamos el III certamen. Su autora, la periodista sevillana Déborah Pérez Marrodán. 

A continuación os presento la carta, obra de Lourdes Aso Torralba. Participó con el título "Prosopografía" y por seudónimo, "Fogus". Lourdes es de Jaca, diplomada en enfermería y amante de las letras. Ha obtenido numerosos premios de relatos; en 2007 publicó Boca de agua, en 2009 una novela juvenil, Dragón rojo, y en 2014, Carabina Tigre, para adultos.  

                                                             

                                                               


                                               Excmo. D. Gustavo Adolfo Bécquer

                                               Real Monasterio de Santa María de Veruela

                                                Carretera Veruela - Soria, 122,

                                              Vera de Moncayo, Zaragoza.



        Mi muy estimado D. Gustavo:

Le extrañará a usted que este humilde servidor de Nuestro Señor se tome la molestia de extenderle unas líneas y, por el Altísimo, le confieso que he arrugado decenas de manuscritos (y más que seguirán), hasta que dé con la definitiva forma de revelarle mi angustia, que como comprenderá, además de alejarme de las oraciones, me obliga a repetir nuevamente ante el sacerdote, pues sólo él puede interceder para purgar mis culpas y lograr la absolución. Me refiero a ese cargo de conciencia que me abrasa las carnes pues, a pesar de las muchas horas que pasamos caminando por el claustro de la abadía, mientras usted intentaba recuperarse de las toses, jamás imaginó lo que yo sentía por usted, jamás le revelé mis anhelos y aunque ajusté el cilicio con saña para contener mis impulsos, sus palabras me taladraban las entrañas.

No sé cómo perdió usted algunas de sus rimas. En mi imaginación (pues así me tentó Satanás) creí que era someramente correspondido y que, si usted recitaba para mí con tanta pasión, no era sino porque deseaba hacerme llegar sus sentimientos.

Entenderá que elucubrara sobre lo mundano pues, más allá de los libros sagrados, jamás tuve habilidad para las letras, de allí que disfrutara tanto con usted al descubrir el arte de las rimas y los endecasílabos, el de contar cuarteros y tercetos, el arte de las metáforas y con mis hipérboles y mis hipérbatos, le juro que en mi orden gramatical no había exageración si le digo que me hervía la sangre, que bajo las barbas, mis mejillas ardían de pasión y que bajo los hábitos era gelatina más que dispuesta a probar más allá del manjar de un beso casto de despedida hacia nuestros respectivos aposentos.

 

¿Acaso no había escrito usted en sus rimas que: “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú” tratando de respetar mis sagrados votos del celibato?


Ciertamente su pupila estaba clavada en lo más profundo de mi alma. Me sentí suyo e incluso albergué, ahora lo sé, con una vanidad infinita (imperdonable si cabe), una sensación de que mi compañía ayudaba a sanar sus pulmones y que, aunque el aire de nuestras montañas (regalo de Nuestro Señor) le procuraba gran beneficio, mayor era la disposición de ese corazón deseoso de vivir varios lustros en compañía de este humilde servidor.

Comprenderá mi azoramiento ante tamaña confesión, muy cercana a la excomunión de la vida que conozco, pues más allá de estos muros todo se me antojaba desconocido hasta que llegó usted con su pluma, su presencia y su encanto, como si el mismísimo demonio hiciera tambalear mi ánimo.

Le veo a usted pugnar por meter aire en los pulmones y me digo que a mí también me oprime la pena en las entrañas, de tal forma que volvemos a entrelazar nuestros destinos. “Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón, pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor”. Sé que me ama, aunque sea de una manera mucho más fraternal e inocente que la mía. El silencio que precedió a su intento de despedida me confirmó una vez más mis sospechas. Las lágrimas pujaban por escapar en forma de torrente para aliviar el quebranto de su descompostura. Intuyó, como yo, que no habría más reencuentros y que ese abrazo sería el único que nos acompañaría en la memoria por el resto de nuestros días. Entonces, mi muy estimado D. Gustavo, fui demasiado egoísta y quise guardarme una parte de usted. Un millón de veces han asaltado mis pupilas: “Llevadme, por piedad, a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria. ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas!hasta que he comprendido que sus rimas han de volver de nuevo a usted, que fueron instantes que debo arrancarme de la memoria y, que como usted bien dijo, he de quedarme con mi dolor a solas. Esa es la penitencia que acaba de imponerme mi confesor, colocar cada uno de sus versos, de sus rimas y con un encabalgamiento suave, despersonificar lo que obnubiló mi mente.

Ruego me perdone usted si mi sinceridad lo ha incomodado. Sirva esta tamaña prosopografía como humilde muestra de arrepentimiento. Le deseo que Nuestro Señor le conceda larga vida y la posibilidad de que sus versos sean leídos por ojos nobles.

Por la sagrada regla benedictina le juro que jamás volveré a importunarle. Atentamente suyo.


                                                   Veruela, a once de noviembre de 1.864

                                                             Fray Benito Darío Amiwru




jueves, 11 de febrero de 2021

Solo tus ojos

 


Supe que habías llegado por el alboroto en el rellano - ya sabes, la gente de la mudanza -, pero solo tomé conciencia de ti cuando nos topamos en el hueco de la escalera. Tú subías, yo bajaba. Somos pocos vecinos así que no resultó difícil identificarte. Me saludaste con exquisita educación y preguntaste por el presidente de comunidad. Confesé que, en lo que quedaba de año, era yo. Te informé de que compartíamos rellano y, de paso, deslicé mi nombre. Por educación, supongo, me diste el tuyo. Me embrujó la calidez de tu voz, pero en realidad caí rendida por el brillo de tus ojos verdes. Eres moreno, de cabellos cortos. Poco más pude adivinar puesto que ambos íbamos protegidos por la obligatoria mascarilla. Creí percibir cierto atisbo de interés por tu parte, pero tras los saludos de rigor nos despedimos. Días después, necesitaste una llave para instalar la fibra óptica y llamaste a mi puerta. Me pillaste haciendo pilates online y capté la sorpresa en tus ojos al recibirte con mallas ajustadas y un escueto top así que me apresuré a darte explicaciones mientras te entregaba la llave. Te disculpaste y no regresaste hasta unas horas después para devolverlas. Las acompañabas con una diminuta caja de bombones. “Con tu tipo y haciendo pilates, no creo que los consideres inadecuados”, opinaste con una sonrisa que adiviné burlona. Tus ojos chispeaban. Los míos respondieron y agradecí a la mascarilla que ocultara mi rubor.

Desde entonces, hemos intercambiado saludos, información del bloque, del tiempo, e incluso cartas que se confundieron en el buzón.

Con tus apellidos completos te busqué en internet. No frecuentas las redes sociales, pero logré averiguar que dibujas comics. ¡Qué original! Yo escribo y tú dibujas. ¡Qué tándem tan bien avenido podríamos ser! Ambos curramos en casa.

Sé que desvarío, pero te tengo vigilado por mi mirilla digital y ninguna chica acude a tu casa. Tampoco sales demasiado. No sé si por los horarios de la pandemia o porque eres tan hogareño como yo.

El caso es que has empezado a poblar mis fantasías, que le pones cara y cuerpo a mis sueños tórridos. Media cara verdadera, la otra inventada, bien es cierto, porque jamás he visto esa boca que adivino tentadora, aunque considero imposible que no vaya acorde con el resto de tu persona.

Mañana es San Valentín. Catorce de febrero de otro año más que se adivina arrastrado. De futuro incierto, como lo fue el anterior. Pero ansío que sea diferente. Para disimular, he diseñado postales para cada uno de los vecinos y las he dejado en los buzones. Mi intención es hacerte llegar un mensaje a ti, solo a ti: “Que este año, en este día, tus sueños se cumplan. Y que pronto podamos mirarnos a cara descubierta e incluso darnos un abrazo”. Lo he firmado con el número y la letra de mi piso. No quería sonar demasiado audaz.

Si mi deseo se cumple, igual en breve disfrutaré con la visión de tu rostro descubierto. Así de contenida es mi aspiración. Así de latente mi anhelo.