"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 30 de septiembre de 2021

¿Un canto a la anorexia?

Con motivo de mi última presentación he recorrido algunas tiendas de ropa, actividad a la que soy poco aficionada y he quedado conmocionada con lo que, tanto los escaparates como el interior, ofrecían. Un espectáculo aberrante, sobre todo en las distintas marcas de una empresa bien conocida a nivel mundial. El tallaje de las prendas se corresponde con un tipo de mujer que apenas existe en el mundo real. Entiendo (porque me trae al pairo la alta costura, ya que es terreno de caza de una ínfima parte de la sociedad) que los diseñadores creen ropa para modelos más o menos escuálidas, pero que lleguen a las tiendas de cualquier ciudad unas prendas que solo pueden lucir, sin bochorno, mujeres con cuerpos de niñas, no me parece de recibo.

¿Dónde han quedado las campañas en contra de la anorexia de reconocidas modelos? ¿Ya hemos olvidado el maltrato sicológico que se puede infligir a mentes no maduras como son las de las adolescentes, en general? Si a mí me deprime no poder comprar ropa en ciertos establecimientos por más que me guste su diseño, ¿qué sentirán las chicas jóvenes que habitualmente se abastecen en ellos?

Juro que no exagero, pero tuve un top talla ¡XL! que no abultaba más que una S.

Aparte, ¡el empeño de que mostremos carne por todas partes! ¿Es para fomentar el empoderamiento femenino? ¿O para poder acusarnos “con más razón” de ir provocando por la calle? La moda de la lencería como vestido y de los top que sólo cubren pechos (con suerte, si estás plana) está arrasando en dichas tiendas, no como ropa para fiesta, que podría defenderse, sino para el día a día.

No sé. Igual es mi edad y mi forma de ver las cosas, pero no me gusta un pelo. No me parece de recibo fomentar que las mujeres seamos expositores sexuales como los que ponen en los escaparates. Y además, delgadas como palillos. Oye, que muy bien, que envidio a la gente con tipito, pero tampoco me resulta sexy una mujer en los huesos. Una imagen de persona saludable es lo deseable, pienso. Por constitución cada uno es como es, pero no ensalcemos la idea de que la delgadez es la verdadera belleza, que luego las cabezas se ponen muy tontas.





jueves, 16 de septiembre de 2021

Ojos de noche oscura


 

Tiene los ojos negros como la noche y los dientes blancos cual perlas de un poema de Ruben Darío. El cabello, azabache puro, trenzado y de punta, con un aire divertido que conjunta con su sonrisa feliz. Porque es feliz. Lewa no es su verdadero nombre pero le iría al pelo, como el original, ya que significa bella.

La conocí en mis tiempos de maestra y, aunque no fue alumna mía, me enamoró su aire puro y contento.

Cuando supe su historia, me asombró de lo que es capaz una persona con ganas de sobrevivir a cualquier precio.

Lewa es africana pero llegó a España engañada por una red de trata de mujeres. Sufrió lo indecible entre las paredes de un prostíbulo de carretera hasta que tuvo la fortuna de cruzarse en su camino con un chico apocado, extranjero, que iba “ de putas” porque no sabía ligar aunque disfrutaba de una carrera profesional prometedora. Se enamoraron y la ayudó a escapar. Entró en protección de testigos y aterrizó en una capital de provincias sin saber apenas hablar castellano, pero con una felicidad en el pecho por haber huido de un destino cruel que se le leía en la cara. ¡Jamás la vi triste!Se apuntaba a los talleres, quería aprenderlo todo y me consta que se sacó una titulación y logró un trabajo.

Estoy segura de que las pesadillas la atormentaron durante mucho tiempo (puede que aún lo hagan) pero esa vitalidad (¡Cuánto siento no poder enseñaros su foto!), era contagiosa.

A veces la gente dice: si me ocurriera tal cosa , me moriría. La vida me ha demostrado que es falso, que el instinto de supervivencia está aferrado a nuestras entrañas y somos capaces de heroicidades por salir adelante. Con todo, la sonrisa de Lewa tiene un mérito cinco estrellas. Ojalá muchas mujeres que sufren la situación que ella vivió, puedan repetir su historia.

jueves, 2 de septiembre de 2021

Diablito

 

Con ese apelativo se identificaba en su correo electrónico y, ciertamente, así se sentía ella, un diablo con alma de ángel.

En todos los que la conocieron dejó huella. Era imposible no reír con el descaro de sus gestos y sus palabras, con sus ganas de vivir. Postrada en una silla de ruedas desde no sé cuántos años, mantenía el tipo y la sonrisa sin importar que le dolieran los huesos y el resto de su organismo. Estoica y hedonista a un tiempo. Estoica con la suerte que le tocó vivir (un mal matrimonio, una enfermedad tan cruel como la esclerosis múltiple y , para rematar, un cáncer de colon sin solución) Hedonista porque se bebió la vida cuanto pudo: bailó, viajó, condujo (sus grandes pasiones), leyó y supo crear amigos allí donde estuvo.

A nadie dejó indiferente. La quisieron sus médicos, sus cuidadores, sus fisios, sus vecinos...Amén de aquellos que compartimos el día a día con ella.

Cuando la conocí, ambas atravesábamos un mal momento personal. No sé si fue eso lo que nos unió, pero desde entonces ha sido una constante en mi vida. Me alentó a trabajar en lo que me gustaba, aunque no me diera para vivir, porque sabía que mi labor con mujeres en riesgo me apasionaba; me mantuvo cuando empecé a publicar novelas y, con la excusa de ser su cuidadora y que me quedé en paro, me permitió dedicarme a mi segunda devoción, escribir. No leía novela romántica, solo la mía (¡mira que intenté que conociera obras de magníficas autoras, pero no hubo forma!). Eso sí, su certera manera de ver las cosas no le impedía cantarme las cuarenta cuando algo no le gustaba. ¡Más de un folio rompí después de sus críticas! Sin embargo, nadie como ella para alentarme a seguir en la brecha, para aconsejarme sobre qué caminos tomar. A pesar de tener mis lectoras cero, ella era quien primero escuchaba de mis labios lo que escribía, fuera novela , artículo, cuento o cualquier otra ocurrencia. Son momentos que jamás olvidaré: verla con los ojos cerrados, escuchando atenta el sonido de mi voz. ¡Le entusiasmaba que le leyera!

La Ángeles que yo conocí en los años 90 era divertida, alocada y dispuesta a apuntarse a cualquier reto que implicara acción. La amargura de su interior la disfrazaba tan bien que solo los más íntimos sabíamos de ella. Pero la tenía. Hasta que rompió cadenas y empezó a afrontar su futuro con libertad. Entonces apareció la maldita esclerosis y la fue mermando en facultades, aunque nunca en su mente, solo en sus posibilidades de llevar a cabo por sí misma lo que ansiaba: Vivir. Tuve que aprender a conducir, a cocinar, a ser aún más independiente de lo que ya era, para que no menoscabara su estilo de vida. Y sí, renuncié a muchas cosas, renuncié a mi libertad personal en mil ocasiones...pero mereció la pena. Los treinta años que la tuve a mi lado merecieron la pena.

Yo no sería quien soy sin la influencia de mi madre (que la adoraba)y de Ángeles. Soy buena gente, lo sé. Me lo habéis transmitido a través de vuestros comentarios, de vuestra compañía, de las llamadas y mensajes. Pero yo sólo soy la fusión de mí misma y esas dos mujeres. Espero seguir la senda que me ayudaron a trazar y no desilusionarlas nunca.

Espero que, los que no la conocisteis, os hayáis hecho una idea de por qué la considero mi alma gemela.