"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 16 de febrero de 2023

CARTA PREMIADA EN V CERTAMEN

  



El jurado del V certamen de «Cartas de des/amor Mercedes Gallego», formado por la citada escritora en calidad de Presidente, Gloria Miranda Sánchez-Porro, Vanesa Sánchez Martín-Mora, Teresa Alvarez Amaro y Daniel Cortés González, reunido el pasado 11 de febrero en la sede de la Asociación Torre Isunza, que convoca este premio, decidió otorgar, de entre 260 cartas recibidas, el galardón de carta ganadora a Rocío Ancares Fernández ( 1974, Gijón, Asturias), residente en Jessheim (Noruega) por su escrito «Tu voz de plata».


«Te escribo. De forma incansable, escribo cada día mil cartas de amor, misivas repletas de palabras grandiosas, o de lágrimas derramadas cuando el limitado diccionario me enmudece intentando explicarte todo lo que llevo dentro. Porque quiero ponerte poesía.

Quiero ponerle poesía a lo que siento y a lo mejor solo se trata de escribir que, lo que quiero contigo, es correr descalzos por la hierba, y bañarnos desnudos en un lago de madrugada, a esa hora a la que todo el mundo aún duerme y las estrellas bailan para nosotros. Quizás solo se trata de escribir que lo que quiero contigo es zambullirme en el eco de tu voz, y perderme para siempre en tus claves de sol y en tus dos de pecho. Lo que quiero contigo es beber esa gota de sudor que te resbala por la sien, porque sabes a canela y vino tinto, y hueles a tierra mojada, y tus ojos son del color de los bosques en otoño.

Y quiero que llenes el espacio que me envuelve. Me comprometo a deshacerme de todo lo anterior, a tirar todo lo viejo para hacer sitio, porque todo lo llenas tú. Me comprometo a pintar mi casa de tus colores, que son muchos, y son nuevos. Y a abrir puertas y ventanas, para que entre la luz que tú me brindas, que es blanca y es infinita. Me comprometo a tirar toda mi negra, vieja ropa usada y mostrarme ante ti sin disfraces ni artificios. Y me comprometo a inventar nuevas palabras cada día, porque las que existen ya se acabaron. De tanto que te quiero se acabó la poesía; he tenido que plantar más en el jardín, para que crezcan nuevos versos. Los riego cada día con saliva y sangre, los abono con jirones de mi vida, para que otras formas de amor echen raíces, nazcan desde la tierra y nos den alimento.

Te escribo, sí. De forma incansable, porque no puedo hacer otra cosa. Te escribo mil cartas de amor, en mil idiomas. Construyo una escalera de mil peldaños, rimando un escalón con el siguiente, una escalera que me lleve a ti, para poder entregarte en mano todas estas páginas, que son lo único de verdad mío que tengo. En cada una de ellas hay un trozo de mi ser, y me entrego a ti pieza a pieza, como un puzzle, para que me construyas. Porque te amo.

Te amo. Porque mi mundo empezó a girar cuando tú le diste cuerda con tu primera sonrisa,

y no conozco más oxigeno que tu voz de plata.

Te amo, y no me oyes, y ya no sé cómo cantarlo, cuando las canciones que siempre escuchábamos juntos no son más que silencio.

Te amo, y las palabras ya vacías rebotan en el infinito, y regresan a mí con el mismo mensaje desgarrador: ya no estás.

Yo quería empapelar tus paredes de nubes blancas, y regalarte un trocito de sol, para que siempre vivieras en el paraíso. Y quería encender la luna cada noche para ti.

Yo quería ponerle poesía a esto que siento, y me di cuenta tarde de que, a lo mejor, solo se trataba de escribir que, lo que quería contigo era correr descalzos por la hierba, y bañarnos desnudos en un lago, y beber tus gotas de sudor, y saborear la canela de tu piel, y quedarnos solos en el mundo. A lo mejor solo se trataba, simplemente, de decirte lo mucho que te amo, sin adornos, sin fuegos artificiales, sin alharacas.

Pero a tiempo»

                                                                                    Rafa

 

 

 


jueves, 2 de febrero de 2023

PRELUDIO

 

¡Qué absurdo enamorarse de una mirada! Y, sin embargo, así me siento, embelesada, observando como desprendes tanta energía con tus gestos y tanto cariño de tus ojos.

El bullicio nos engulle: la música demasiado alta, las risas, las voces...pero tú pareces cómodo con ese grupo en el que te mueves con gentileza, tocando allí, sonriendo allá.

Me aíslo de mi gente a propósito, centrada en ti.

De repente me miras. Sonríes. Nos sostenemos las miradas un minuto. Te separas de ellos y te acercas. Mi corazón se desboca. Me sonrojo. Me ilumino.

Y tú «me ves». Siento que «me ves».