Dios pende de un raído hilo
sobre su pecho desnudo,
sin plegarias, sin perdones,
en el sueño dormido del pecador
contabilizo en todos sus días
la no creencia, la falta de fe.
Volviéndose su alma una dura piedra,
y en su rostro envejecido por las penas
surco una lágrima,
y dimitió la vida
encontrando el infierno a sus pies.
Encontré este poema en el "face" de un nuevo amigo de la red y me pareció hermoso, además de oportuno en estos días que se aproximan así que he querido por ello dároslo a conocer. Con permiso de Lucía.
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