Esa
frase la pronunció una de mis amigas, despatarrada en un sillón y divertida,
contemplando cómo el resto de los reunidos o bien bailaban o bien parloteaban
de tonterías con rostros risueños.
Noche
de verano, mitigado el calor por el frescor de una fuente cercana y la
abundante bebida. No celebrábamos en realidad
nada concreto, salvo el placer de nuestra compañía. El lugar elegido era
la casa de un par de ellos, una preciosa casa con patio, dos plantas y ático que
nos pone al resto los dientes largos pero de la
que sacamos provecho en noches como ésta.
Rondamos
los cincuenta los reunidos, unos por debajo y otros por arriba pero nos unen
los más de veinticinco años que llevamos
“soportándonos”. No estábamos todos, aunque brindamos por ellos y como no podía
ser menos, a muchos les hicimos partícipes de fotos y comentarios con los
dichosos móviles. Ni siquiera nosotros, a nuestra “crecidita” edad nos libramos
de chorradas como el selfie, el whats
App, y conectarnos a youtube con un altavoz para rememorar a voz en grito
canciones que nos traen melancólicos recuerdos.
Por
aquello de que soy “escritora”, algunos me dicen “¿Cuándo vas a escribir sobre
nosotros?” Y yo pienso que cómo podría describir a cada uno de ellos si en
tantos años nos conocemos tan a fondo que sería incapaz de callar los defectos
(aunque también resaltara sus virtudes)
y lo mismo el cariño se iba a hacer gárgaras… Porque no lo neguemos, a nadie
nos gusta ver reflejadas nuestras
miserias y menos si la relatan gente que nos conoce bien. Por eso me
niego y prefiero la ficción. Ni siquiera cuando me replican : “Pues se ve a la
legua que la prota de tus novelas es calcada a ti” ven el trasfondo auténtico
porque como suelo responder : “Es inevitable, porque pongo el alma en ella,
pero también es cierto que me retrato como a mí me gustaría ser, física y
psíquicamente, no como realmente soy. Lo chungo de mí, lo mantengo oculto. Saco
mi cara social, no la casera”. Así, pues, queridos míos, nada de novela de
amigos. Me mantendré fiel a mis principios de que la vida ya es bastante chunga
y prefiero divertirme inventándola.
De
todas formas, me he ido por los cerros de Úbeda, lo que yo quería resaltar hoy,
y por eso empecé con la frase de Cecilia, es lo asombroso que resulta que doce
personas con vidas tan variopintas ( y los que faltaban, claro) hayamos podido
mantener ese sentimiento que hace que te reúnas a cenar y te sientas tan cómodo
en el grupo, sabiendo que a derecha o izquierda se sientan junto a ti personas
con las que has tenido más de un roce, con las que no estás de acuerdo en sus
modo de pensar, con la que no compartes apenas tiempo a lo largo del año.. pero
te juntas y la conversación sale fluida, la sonrisa te enmarca el rostro y tu
corazón nota una paz y una alegría porque estamos juntos; porque se ha
producido el prodigio de que la amistad se renueva, de que las bromas se captan, de que los “insultos” te divierten,
de que los recuerdos te ponen nostálgico...De que siempre hay una canción que
te retrotrae al pasado y te hace verte con el pelo sin teñir, sin algunos kilos
de más, con un aspecto menos sofisticado...Pero da igual. Porque seguimos
estando ahí. Y a los que faltan por causas varias les echamos de menos (mi
especial brindis por Carmen y Santiago)…
Porque al final, esto es lo que queda.
El sabor de la amistad. Como dice Lope de Vega del amor, “quien lo probó, lo
sabe”.
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