He
pasado cuatro días realizando una actividad absolutamente nueva para
mí: he participado de una excursión
organizada. Siempre he ido de por libre y confieso que, aunque la
experiencia ha tenido sus puntos positivos, no me veo repitiendo.
A lo largo
de ese tiempo he conocido gente muy diversa, de diferentes edades,
distintas estructuras familiares, dispares intereses... Hasta el
punto de que visitando una capital de provincia prefirieron entrar en
Zara y similares a la Catedral o cualquier otro centro cultural. Para
mí eso es chocante, más que nada en gente de edad similar a la mía,
pero me temo que fui de bicho raro en el conjunto.
De lo que va
el título de esta reflexión es de cómo me entretuve observando
las actitudes de mis compañeros de viaje, de cómo capté en ellos
la manifestación tanto de los “pecados capitales” (7) como de las “
virtudes teologales” ( otras tantas).
¿Os suena
de qué estoy hablando?
Observé
SOBERBIA en personas que quisieron imponer su opinión por encima de
la de otros viajeros, impidiendo que muchos de ellos
disfrutaran de la inolvidable experiencia de subir a un teleférico.
Por el contrario, hallé HUMILDAD en aquéllas que cedieron un sitio
más cómodo en el autobús, que aguardaron a servirse los últimos
en la mesa para que a nadie le faltara su porción, que disculparon
los conatos de trifulca cuando la gente despotricaba porque los
planes no salían como estaba previsto...
Observé
AVARICIA en los que se negaron a que “perdiéramos” una comida
del hotel puesto que la tenían pagada con tal de no costearse un
simple bocata y disfrutar de más paradas en las excursiones, los que
tildaron de disparate dar dinero para ver una iglesia... Por el contrario,
hallé GENEROSIDAD en los que se apresuraron a pagar el café del
grupo antes de que juntáramos el dinero entre todos, en los que
entretuvieron a los críos para que sus padres pudieran realizar
tranquilos las compras, en los que estuvieron atentos a tirarte la
foto si no tenías cerca a tu acompañante para que te la hiciera...
Observé
LUJURIA en los que rezongaron haberse perdido la visión de una
nudista en un precioso paraje del Sella y no pararon hasta ver la
fotografía que un avispado logró hacerle con el móvil. Y también
CASTIDAD ...aunque esa virtud me resulta un poco ñoña, en la falta
de efusiones externas de una pareja gay que, imagino, no quiso dar de
qué hablar en la variopinta reunión de extremeños que nos
juntamos, y se mostraron con la mayor corrección.
Observé IRA
en más de una ocasión, ya que la señora que llevaba la voz
cantante semejaba bipolar , mostrándose ora una
Gorgona, ora una encantadora guía de viajes. Pero de su opuesta, la
PACIENCIA , también fui testigo en compañeros que aguardaron a que
los demás disfrutaran de sus visitas, a que hicieran sus compras
sin agobiarles, “echaron un cigarro” mientras los más
“tardones” incumplían los horarios...
Observé
GULA en los desayunos, cuando algunos se atiborraban pese a no tener
“muchas ganas” porque “para eso lo habían pagado”, en los
que devoraban lo que les ponían gratis pero se retraían si había
que pagar... Y TEMPLANZA, en los que cedían su comida a los que no
les gustaba el plato anterior para que al menos disfrutaran de lo que
sí les agradaba, en los que no se abalanzaban sobre los platos en
cuanto llegaba la comida ni eran exigentes...
Observé
ENVIDIA en más de un rostro cuando alguna persona daba muestras de
haber viajado más, de tener mejor posición social, incluso por el
hecho de vivir en una población mayor...Y hallé, mucha, mucha
CARIDAD, en sujetos super cariñosos con los que tenían alguna
tara, con los que estaban más solos, con los de mayor edad en los
que asomaban comprensibles manías... A eso sumo el AMOR, que es
sinónimo de la caridad, en las manifestaciones cotidianas de algunas
parejas entradas en años, en su solicitud para que el otro no
pasara frío con el aire acondicionado, para acomodarlo en su hombro
a la hora de dormir...Detalles pequeños que me arrancaron
imperceptibles sonrisas.
Y, por
último, observé PEREZA en los que tenían “mucho morro”, en los
que se quedaban los últimos a propósito para cualquier acción
que requiriera echar una mano, que “pasaban” de informarse de los
planes del grupo y luego nos tenían aguardando...Y DILIGENCIA en
los que estuvieron siempre al quite de quien necesitaba qué cosa, en
los que ofrecían una manta antes de que sacaras la tuya para
librarte del acondicionado frío polar, en los que se preocupaban de
que el conductor fuera cómodo y despierto, en los que agradecían
sus buenos modos y su simpatía...
En
definitiva, en ese pequeño microcosmos fui testigo de qué
somos capaces los seres humanos cuando nos vemos obligados a convivir
con desconocidos, de las grandezas de las que hacemos gala y
de las pequeñas miserias...Y debo admitir que, aparte del disfrute
de los maravillosos paisajes que retengo en mi retina y en mi
corazón, ellos han sido la segunda mejor parte.
Aunque nunca
lo sabrán porque no les conté de mi afición por las letras y no
son gente de meterse en blogs, les dedico una calurosa sonrisa y
este apunte, el cual pese a mostrar un leve tono mordaz lleva
implícito también mucho cariño. Evidentemente para los portadores
de las virtudes. Hacia el resto, me reservo el sentimiento.
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