Ella,
como abobada, se miró el guante amarillo del que salían hilos de
sangre que le humedecían el antebrazo. Sin embargo, no sentía
dolor. Se dijo que debía estar anestesiada por el susto que le había
dado aquel bestia.
- No es nada – titubeó – Se me rompió una copa cuando llamaste la primera vez.
El
entró con determinación en sus dominios y tiró de su otro brazo
para atraerla al sofá, justo al lado de donde había dejado el
conjunto de ropa interior bien dobladito reposando en el coqueto
papel dentro de su caja abierta. No le pasó desapercibida la sonrisa
sardónica que cruzó sus espléndidos labios pero seguía tan
pasmada por el donaire de él en casa ajena que las palabras se le
dormían en la boca.
- ¿Dónde tienes un botiquín? Porque vamos, tendrás uno. Cuidados básicos al menos...
- En el baño – tartamudeó.
Mientras
contemplaba las amplias espaldas y el culo prieto que desaparecían
tras su puerta sin preguntar – recordó que los dos áticos tenían
la misma distribución así que no le sorprendió que fuera derecho –
se encontró anonadada al sentir que se le había mojado el tanga con
solo mirarlo. ¡Sería anormal! O eso, o aún le duraba el efecto de
las copas porque vamos, el tío parecía con más intenciones de
bañarla directamente en alcohol que en Betadine, a ver si le escocía
el corte un poquito más. Se quitó con presteza el guante limpio y
cerró la caja del conjunto como pudo, abochornada de no haber tenido
la precaución de quitarlo de en medio ¡Claro que nadie le había
avisado de que un neardental se le iba a presentar en mitad de la
madrugada!
Cuando
él regresó no pareció notar el detalle. Se había mojado el
pelo y la cara y pequeñas gotitas surcaban su nuca y sus pestañas,
rubias como el espeso cabello que lucía algo largo. Traía en las
manos el bote de Betadine, el
vaso del cepillo de dientes que mantenía de adorno porque sólo
usaba el eléctrico y sus discos de algodón desmaquillantes.
- No encontré otra cosa; supongo que bastará – replicó arrodillándose entre sus piernas ; le quitó el guante con una suavidad asombrosa en un tío tan grande y la miró disculpándose – Te he cogido una toalla. Después de toda la noche intentando dormirme parece que al fin los relajantes empiezan a hacerme efecto y he tenido que despejarme un poco.
Carla
hizo un conato de incorporarse, violenta por la postura y por las
molestia que le estaba
ocasionando pero él la
retuvo con un gesto amable.
- Deja que te cure y me voy a la cama. Sólo será un segundo.
Acalorada,
Carla captó cómo su mirada se detenía en el tanga que había
quedado a la vista al levantase el delantal y cerró las piernas con
premura, sonrojándose más intensamente aún pese a que él no
hizo comentarios.
El
adonis apoyó
una mano en su rodilla más cercana, dejó con parsimonia el guante
sobre el parqué impoluto y
procedió a limpiarle la herida con algodón y el agua del vaso
inútil. Sin apartar la vista de la herida, desinfectándosela
después, se excusó por las maneras.
- Lamento el numerito. No suelo ser tan gilipollas; pero he tenido una semana muy dura con la mudanza y las horas de guardia...
Carla
ni le oía, pasmada por la electricidad que su cuerpo almacenada con
cada toque de sus dedos, conteniendo
la tentación de tocar la nuca y los hombros anchos que terminaban
en unos brazos fuertes aunque no musculados, justo como a ella le
gustaban, y esas espaldas
poderosas, todo sin rastro de vello. Debía ser modelo, o gigoló
o...
- ¿A qué te dedicas? - se encontró preguntando.
Él
enfocó su directa mirada en ella y si se sorprendió por sus
mejillas encendidas se lo calló mientras recogía los restos de su
trabajo y los tiraba en el cubo de la basura. Después tiró del
tapón del fregadero y cuando la espuma hubo desaparecido recogió
los trozos de cristal y los tiró también.
- Yo diría que esto puede esperar a mañana. Mejor te vas a la cama y descansas – sonrió en un gesto casi lobuno – Descansamos los dos.
Estaba
junto al quicio cuando se volvió.
- Soy bombero. Buenas noches.
Carla
reaccionó finalmente como si él hubiera roto el hechizo al
traspasar la puerta y corrió hasta el rellano con el corazón
galopante.
- Oye, lo siento mucho, de verdad...Si hubiera sabido que estabas ahí no hubiera sido tan desconsiderada... La mitad de los vecinos están de vacaciones...Y yo llegué anoche del pueblo, de celebrar mi cumpleaños con mis familia; supongo que por eso no me enteré de que estabas aquí. Ángela es la vecina de abajo y sabía que no iba a molestarla. Los....los B llevan desocupados un montón de tiempo...Lo siento – bajó la voz , más violenta a cada mirada burlona de él – Si puedo compensarte de algún modo... Cuenta conmigo.
El
le lazó una mirada de arriba abajo y después su vista se perdió en
la caja del sofá que ella había escondido.
- Tranquila. No voy a mudarme en bastante tiempo. Ya buscaré el modo de resarcirme – tenía la mano en su puerta y la cerró lentamente – Buenas noches.
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