Apenas
tenía diecinueve y llevaba con Marcos año y medio. El muy memo, tras
pasarnos juntos media infancia en el colegio y la mitad del BUP en
el instituto, se decidió a lanzarse cuando nos quedaba medio curso
para acabar COU. Se me declaró en una fiesta de esas que
organizábamos para recaudar fondos con vistas a que la excursión de
fin de insti nos saliera más barata...Yo llevaba unos gin tonic de
más y él de menos por lo que se mosqueó cuando me puse a ligar con
un compañero que tenía fama de mujeriego y sin contemplaciones me
sujetó del brazo, me sacó a la calle y me aplastó contra la pared
más cercana borrándome el gesto incrédulo de la cara con un beso
tórrido que me dejó sonadísima. Después de comerme la boca me
soltó un severo “A ese tipo ni lo vuelvas a mirar” y siguió con
el morreo sin pedirme permiso.
Era
lo más atrevido que le había visto hacer desde que lo conocía; no
conmigo, con nadie. Luego me contaría que estaba coladito por mí
desde el parvulario. Y ya no nos separamos. Hasta que le dio por
entrar en el ejercito, claro.
Yo
estudiando en la ciudad para no moverme de su lado y él va y se
apunta al maldito ejército. Estábamos saboreando el gustazo de
conocernos cuando tuvo que irse a Zaragoza...y me dejó a tres velas.
Por
entonces no existían los móviles, ni con pantallitas ni con nada,
ni Skay y programas de esos que salvan a las parejas hoy día de la
distancia...Teléfono fijo y gracias. Con lo cual yo no podía
mantener una conversación privada en el salón de mi casa con las
orejas de mis padres apuntando en mi dirección. A sus insistentes
“Te quiero” yo respondía con un “Hum” que a él lo ponía de
los nervios y a mí me dejaba anhelante.
Total,
que cuando me dio fecha de sus primeras vacaciones mi corazón se
puso a latir a mil por hora. Dos días antes me pasé por la
peluquería, donde me dejaron monísima, y para la tarde en que
quedamos en nuestro sitio de encuentro habitual me puse mi mejor
vestido y avancé calle arriba con el corazón frenético y las
manos sudadas. Ni que decir tiene que me moría por zampármelo a
besos. Tantos “Te quiero” y tantos “Hum” me tenían
insatisfecha de la cabeza a los pies. Y en eso que... en la
distancia, en la lejanía, percibo una silueta conocida, un cuerpo
macizo como el de Marcos...Y apresuro el paso, y me relamo los labios
y me acerco a él, y me pongo de puntillas para colgarme de su
cuello, y jadeo casi en su boca...Y me detengo paralizada,
horrorizada más bien...porque no es Marcos. No sé quien puñetas es
el desconocido que me mira con los ojos abiertos de puro atónito,
pero no es Marcos. ¡Dios! ¡Y yo que sentía húmedo cada hueco de
mi anatomía! Nos quedamos a un palmo, mirándonos, sin
reaccionar...hasta que me bajé de mis puntas y salí a correr
despavorida calle abajo y di la vuelta en la primera esquina que
encontré.
¡Qué
vergüenza, Dios santo!
Conseguí
llegar al banco del parque con sólo unos minutos de retraso y
Marcos ya estaba mirando el reloj con el ceño fruncido, tan ávido
como yo del encuentro. Nos fundimos en un beso largo sin importarnos
las miradas curiosas de la gente pero admito que mientras respondía
a su urgencia de mi mente no se quitaba la mirada atónita del otro
tío, añadiendo al rubor de sus carantoñas la del bochorno por lo
que podría haber pasado de no detenerme a tiempo.
Jamás
se lo he contado. No es que Marcos sea celoso, es que a mí me da
tanto apuro haber confundido al hombre de mis sueños con un
desconocido que no puedo perdonármelo ni aún hoy, veinte años
después.
Nos
hemos vuelto a ver. Resulta que vivimos en el mismo barrio. Y lo
gracioso es que él, que no tuvo culpa de nada, aparta la mirada del
mismo modo que lo hago yo, como si tuviera conciencia culpable. Suele
ir acompañado de una rubia oxigenada y dos niños pero jamás hemos
cruzado palabra. Sin embargo, cuando nos encontramos, yo sola o con
Marcos de la mano, me pregunto qué se imaginó aquella tarde y,
sobre todo, qué sigue pensando a día de hoy para no lanzarme ni una
simple sonrisa burlona...
No
es que fantasee, de verdad. Pero ¿ hubiera preferido que me hubiera
dado cuenta tarde?
¡Jesús,
qué bochorno!
"Para una amiga; ella ya sabe quién"
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