Este
verano he tenido la ocasión de contactar con un grupo de personas a
las que sólo conocía por referencias y fotos de Facebook. Tampoco
es que hayamos intimado o nos hayamos convertido en grandes amigos,
sin embargo, han logrado con sus actos lo que no me han transmitido
con sus palabras. Se trata de unas cuantas personas que han decidido
dedicar su tiempo ( libre y no tan libre) a promocionar las
relaciones humanas entre los habitantes de mi pueblo, Don Benito.
Para los que me leéis fuera de Extremadura , somos una población de
cerca de cuarenta mil habitantes, con un crecimiento económico
bastante notable y un lugar de referencia para muchas poblaciones de
alrededor. Nuestra historia más relevante fue recibir el título
de “villa” por Felipe V, primer rey Borbón, tras posicionarnos
a su favor en las guerra de Sucesión del siglo XVIII.
Pero
me estoy desviando del asunto a tratar; os contaba que estas personas
han creado una agrupación desde la que con escasos medios ( he visto
fotos de cómo era la sede antes de mostrar su estupendo aspecto
actual y no pasaba de cuatro paredes cochambrosas en un edificio
antiguo) han conseguido con su trabajo personal adecentar un local,
convencer a otros para que se asocien por una módica cantidad y han
hallado patrocinadores para los gastos que la asociación conlleva.
¿Qué se hace con ese dinero? Se organizan encuentros, reuniones
donde todos los socios están invitados, a comer una paella, a una
caldereta...pero sobre todo, a reunirse para compartir, experiencias,
risas y amistad.
Mantienen
una página web a la que pueden acceder socios y no socios, un lugar
de encuentro para los que viven en el pueblo y los que estamos fuera.
Ha calado tan hondo y las relaciones se han hecho tan amplias que ,
habiendo un buen número de dombenitenses que emigró en los 60 y
70 a otras regiones, e incluso al extranjero, han convertido la
página en un sitio donde mostrar antiguas fotos, rememorar viejos
recuerdos, preguntar sobre objetos , revitalizar dichos propios de
“los calabazones” - ese es nuestro apodo, por las calabazas que
se ponían en las ventanas de los desvanes ( para nosotros
“doblaos”)...
Toda
esa actividad ha culminado con una memorable fiesta durante el mes de
agosto. El año pasado se celebró en octubre, huyendo del calor,
supongo, pero este año a petición de muchos “forasteros” que
querían acudir aprovechando su estancia vacacional en Don benito se
trasladó al 22 de agosto.
La
virgen de las Cruces – aunque yo no sea creyente, imagino la
“matraca” peticional de muchos que sí lo son - obró el milagro
y tuvimos un día soleado pero con viento fresquito y pudimos
disfrutar de barra libre, fiesta de la espuma, toro mecánico, juegos
infantiles, actuaciones musicales autóctonas... Todo ello sin que se
librara el menor altercado – y eso que la gente se puso”
subidita” de alcohol a lo largo del día – gracias a la energía
y disposición del mismo grupo de personas, los organizadores, que
igual ponían copas que gestionaban la vigilancia del recinto y
supervisaban que no faltara de nada.
Me
consta que terminaron agotados, por el día en sí, los anteriores –
hasta turnos de guardia nocturnos hicieron en el recinto porque no
tenían para pagar un vigilante – y el posterior, en el que
realizaron la “operación limpieza” puesto que el recinto fue
cedido por el Ayuntamiento y debía quedar impecable.
¿Qué
han ganado ellos? El agradecimiento de muchísimas personas que
acudimos al evento, por supuesto. La difusión del grupo, también.
Pero como no todos somos buena gente, no faltan los susurros por ahí
de que “estos lo que buscan es lucrarse”; y da rabia. Porque
difícilmente hay dinero que cubra tantos gastos y tanta implicación
personal.
Yo,
que he sido voluntaria en múltiples campos desde que tengo uso de
razón, quiero dejar constancia de que SÍ hay hombres y mujeres que
lo dan todo por recibir una simple sonrisa. Y entre ellos están, sin
ningún género de duda, la directiva de “No eres de Don Benito
si no eres calabazón”.
Con
mucho cariño y reiterando las ya expresadas gracias, os saluda la
socia número 32.
PD:
Para los que os preguntéis a qué viene esto, que más bien parece
una columna de un diario local, os digo que esa fiesta trascendió
más de lo esperado. La persona que veis en la foto, una persona con
discapacidad física, de más de 50 años, y gracias a la osadía de
un magnífico amigo – que para eso los tenemos – se regocijó en
un solo rato metiéndose en la espuma más de lo que el resto de
asistentes con todos sus miembros en funcionamiento lo hizo a lo
largo del día. Sólo por esa felicidad mereció la pena organizar
una fiesta, aunque ella no sea más que una “calabazona” de
adopción.
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