¿No
os provoca nostalgia recordar aquellos veranos en los que vuestra
máxima preocupación era en qué ibais a gastar el tiempo?
Los
días resultaban laaaaaaaaaargos y las noches cortas porque era
cuando mejor se estaba pero tus padres no te permitían quedarte
después de las doce con los amigos, por mucho que simplemente os
sentarais en corro a escuchar una guitarra y canciones inocentes (
vale, algún que otro beso se escapaba, pero eran cosas de la edad)
Siempre
he tenido pandilla, desde pequeña. Hasta que terminé la EGB la
formaba un cuarteto de inseparables amigas; en el instituto, un
grupo de chicas variopintas, y ya casi empezando la carrera de
Magisterio me topé con los que hoy son mis AMIGOS MARAVILLOSOS según
el grupo de wassap. Tengo muchos otros grupos, igualmente importantes
y por supuesto a los que quiero con devoción, pero esos fueron los
que vivieron de cerca mis hazañas juveniles, mis amores y desamores,
mis ilusiones logradas y truncadas. Lo mejor es que siguen ahí.
Anoche tuve cenando en casa a dos de ellos y me regodeo al sentir que
el tiempo pasa pero la confianza permanece.
Sin
embargo, lo que quería recordar era esa época en la que se acababan
los estudios ( limpios, ventajas de ser medio empollona) y si tu
madre no se empeñaba en que aprendieras a bordar o cualquier
tontería similar, te dejaban subirte al desván con una jarra de
Cola Cao aguado para soportar el bochorno y podías escribir lo que
te viniera en gana o ponerte las ropas y zapatos de los baúles y
dramatizar las historias que tu cabeza inventaba. No existía el
cansancio, ni el calor, ni otra cosa que no fuera escuchar tu música
favorita o leer las novelas de Corín Tellado o Marcial Lafuente
Estefanía.
La
foto que he puesto de cabecera es de un verano muy especial. Las
primeras vacaciones en las que viajé sola con mi hermana. Hicimos el
recorrido hasta Benidorm y ligamos con unos cuantos soldaditos que
conocimos en Alcázar de San Juan compartiendo suelo de pasillo
porque el tren iba hasta los topes y ellos fueron muy galantes
ayudándonos con el equipaje. También fue el verano de mañanas de
playa, de conocer a Sean, un inglés que solo supo pronunciar mi
nombre cuando lo identificó con la marca de automóviles, de noches
de partidas de cartas en el balcón privilegiado de mi tía con
vistas a la isla...De juegos con mis dos primos ( que apenas pisaban
la playa, excepto cuando aparecíamos los familiares de secano). Uno
de esos instantes es el que recoge la fotografía. Llenos de arena,
de risas, de despreocupación...Un auténtico verano. Joven. Feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario