Recuerdo
la mañana en que recibí confirmación de que los Reyes eran los
padres. Me levanté con el entusiasmo habitual de otros años y me
encontré con...¡Un estuche a rayas! Bonito, sí. Práctico,
también. Pero ¿un estuche? Yo ya tenía la mosca detrás de la
oreja. Me lo habían dicho, aunque no lo quise creer. Pero esa
mañana, con un berre de no te menees le dije a mi madre que yo no
quería aquello, que eso era útil, algo para la escuela, que
yo quería un juguete...Y mi pobre madre me dijo que ya era mayor y
tenía que entenderlo, que las cosas no iban bien en casa y eso
me serviría para el colegio. Y que no había nada más.
Ahora
lo pienso y me imagino cuánto debió dolerle a mi madre confesar
semejante realidad. Y soportar mis morros y mi malhumor ( que, dicho
sea de paso, era inversamente proporcional a mi persona )
En
cuanto regresé a la escuela hice uso del maldito estuche pero jamás
lo aprecié en su justa medida, y eso que era esplendido. En años
posteriores alguna que otra vez le reproché a mi madre que me
comprara eso por Reyes y ella se limitó a sonreír con
indulgencia.
No
sé por qué me ha venido dicho recuerdo a la mente estos días. Quizá
porque hoy es el aniversario de la muerte de mi madre . O porque me
horroriza cómo llenamos de regalos a los niños sin que lo aprecien
lo más mínimo. Ahora soy adulta y entiendo el valor que posee un
presente cualquiera, el detalle de que hayan pensado en ti, y sé que
es lógico que un niño no caiga en ello; pero ¿ es necesario que
tengan seis balones, diez camisetas de sus deportistas favoritos,
quince deportivas diferentes, un móvil , una tablet?¿ Nos hemos
chamuscado las neuronas los adultos? Hemos convertido el consumismo
por sí mismo ( mira, rima) en parte de nuestras vidas. He visto
niños con tantas cosas que se les olvida enumerarlas, o pasan de
ellas tras la primera alegría de abrir el paquete. Y no he podido
dejar de pensar en el rostro de esos niños de los campos de
refugiados (¡ jo, ya llegó la aguafiestas! ) Pero sí, es que lo he
pensado...Lo que darían por recibir aunque solo fuera un cobijo
caliente...no ya un juguete.
¡Cómo
de complicado es el mundo!
Mis
disculpas por escribir como primera reflexión del 2017 algo medio
lúgubre...¡Con lo que he disfrutados las fiestas, mecachis! Un
abrazo desde aquí a mi familia y mis amigos. Han sido estupendas,
de verdad. Plenas de amor, comidas y risas.
También
eso querrían los niños refugiados.
Suerte
que algunos nacimos en el lado afortunado de la ruleta.
Ruego
a Dios que no se dé la vuelta porque dudo sinceramente que posea la
fortaleza que ellos exhiben día a día para sobrevivir mientras
nosotros les olvidamos.
Sé
que estarías de acuerdo con esa reflexión, mami. Me ha salido del
alma pero fuiste tú quien me enseñó a mirar el alma de los otros.
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