Mi
nombre es Brenda Banner y me conocisteis como Bren en Mo duinne.
Puede decirse que mi vida cambió cuando una española «pequeña
pero matona» llegó a
Greenrock , la fortaleza donde nací y me crié al ser mi madre la
cocinera, para hacerse cargo durante un verano del ingobernable
sobrino de nuestro jefe, Dylan MacDougall.
Nuestra
vida no era especialmente excitante hasta que la vitalidad de Ana se
filtró en cada habitante del castillo. Conquistó al taciturno
Dylan, al irresponsable James, e incluso al estirado Malcom, el
mayordomo más estricto del Reino Unido. De mi madre qué contar, se
empeñó en cebar a aquella pequeña libertaria con la que discutía
de clases sociales a pesar de adorarla y celebrar que pusiera
alegría en nuestra existencia.
Por
mi parte, conseguí una amiga y aliada. Supo captar mi interés por
el díscolo James, pese a las reticencias de mi madre de mezclar
empleados y señoritos, y logró que me subiera a unos tacones para
asistir a mi primera inauguración de unas galerías de arte, que
paseara en lujosos automóviles y que disfrutar del día más
inolvidable de mi vida en el velero de los MacDougall. En él se
gestó la primera novela de Ana y se afianzó mi amor por James.
¿El
de él por mí? No sabría decir. Tonteaba con toda la que se pusiera
delante y mantenía una relación con una pija de su pandilla llamada
Marleen, a quien, por supuesto, siempre he odiado.
Desde
aquel verano muchas cosas han cambiado. En los últimos diez años
James y yo apenas hemos cruzado nuestros caminos. Dylan convirtió
en realidad mi sueño de ser chef y ahora soy una reputada cocinera
en Lyon, tras haber pasado varios cursos en una escuela de París,
conviviendo con Marcus, mi novio. Ya no estamos juntos. Lo he
cambiado por Caleb, un fotógrafo de ascendencia asiática.
James
se marchó a Estados Unidos y allí parece muy feliz, preparándose
para su esplendoroso futuro en una escuela de negocios tan pija como
los amigos con los que se codea.
Ahora
ambos hemos vuelto a casa.
He
recibido una carta de Dylan, junto con su avión, porque mi madre…
Prefiero
no contártelo. Lee esta novela y comprobarás cómo hemos
evolucionado todos. Aunque no vayamos a hacer Historia, me temo que
nos disfrutarás.
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