Lo
típico es comenzar el año con un balance del anterior y afirmando
buenos propósitos para el que se inicia.
Confieso
que, en los últimos tiempos, mis aspiraciones no han cambiado
demasiado:
-
Ser feliz.
-Tener
salud ( ponerme «tía buena» es algo ya asumido como imposible) y
que la tengan mis allegados.
-
Disfrutar de la gente que amo y me aprecia.
-
Continuar escribiendo/ publicando.
-
Esperar que me toque la primitiva para comprarme una casa sobre un
acantilado.
En
el primer deseo incluyo continuar leyendo al ritmo salvaje que me
gusta hacerlo «casi todo». ¡ Hay tanto por devorar y tan pocas
horas en el día!
Mi
recopilación de títulos no ha estado mal en el 2017. De romántica
ya dije en mi muro que leí unas ciento cincuenta novelas; de otros
géneros he estado peor repartida: alrededor de treinta historias; la
mayoría, de novela negra.
Hay
autores a los que no puedo resistirme, como Almudena Grandes
(Los besos en el pan) , Pérez Reverte ( Falcó y Eva),
Douglas Kenedy ( El momento en que todo cambió), Guillaume
Musso ( ¿Qué sería yo son ti?) o mis habituales Preston/
Child (Costa Maldita).
No
obstante, este año he descubierto a Dolores Redondo ( me
zampé su trilogía del Baztán de un tirón, además de Todo esto
te daré), Fernando Aramburu ( Patria ) Clara Peñalver
( trilogía de Ada Levy), Susana Martín Gijón (Pensión
Salamanca), Jorge Salinas ( La chica de los ojos del color de
mi piscina) , Daniel Handler ( Y por eso rompimos), Kendra
Elliot ( Oculta) o Sandra Brown ( Maldad latente)
Sin
embargo, también hubo libros que me decepcionaron: La chica del
tren, de Paula Hawkins; El peso de los muertos, de Víctor del
árbol; El hipnotista, de Lars Kepler; Llamadme Alejandra , de
Espido Freire; Nunca me abandones , de Kazuo Ishiguro… Ya sé que
es cuestión de gustos y más de uno se llevará las manos a la
cabeza, pero es lo que hay.
Por
último, descubrí la faceta «no romántica» de Nieves Hidalgo con
su estupenda La página rasgada, y tuve la oportunidad de leer en
primicia dos libros que espero ver muy pronto publicados: La memoria
de las musarañas, de Liteo Pedregal y Yo, tú...él, de Rafa
Poverello. Ambas historias merecen ser conocidas.
Es
lo que ha dado de sí el año. Soy impaciente por naturaleza y
querría haber leído mucho más, pero, sin duda, mi faceta de
escritora también me roba horas de sueño y me proporciona placer.
Que
los que amamos la lectura difundamos las sensaciones que sentimos,
que seamos capaces de transmitirlas a los que no le cogieron el gusto
aún. Que seamos adalides de los libros. Los buenos libros. ¡Brindo
por eso!
Gracias
por acompañarme en el blog un año más.
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