"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 13 de octubre de 2022

HISTORIAS DE MUJERES

 

No sabemos si lo hizo de forma consciente, como un desafío, o sin darse cuenta. Andaba por las calles de su ciudad, esas que semejan una inmensa jaula, cuando unos tipos uniformados increparon y detuvieron a Mahsa Amini. Con pavor, se vio zarandeada y vituperada hasta llegar a un sitio oscuro, regido por hombres más oscuros aún, de alma tan negra como la noche. Dicen que se le paró el corazón. Nadie lo duda, el terror puede matar. También los golpes.

Ahora, muchas mujeres alzan sus voces y, aunque son acalladas a palos, siguen gritando. Cualquiera de ellas es «una muerte anunciada». Mientras, algunas mujeres solidarias se cortan un mechón de cabello, en hermandad con ellas y con Masha , esa chica que nunca pensó en ser mediática.

En Europa lo podemos hacer desde la crispación, pero con la tranquilidad de que nadie nos va a matar por desafiar a los extremistas religiosos. Pero lo hacemos hoy, que son primera plana. Mañana, la mayoría se olvidará de que esas mujeres siguen viviendo bajo la opresión. Las dejaremos morir en vida, siguiendo adelante con nuevos avatares.

¿Quién recuerda a las afganas, las iraquíes, las sirias...? No solo las mujeres de Ucrania están en guerra. No solo, por desgracia, Masha está muerta.

 

Recibió la bofetada y se encerró en sí misma. «El dolor no existe si no lo dejo entrar», repitió como un mantra. Lo repitió tantas veces que, cuando cayó en el vacío, una sonrisa se extendió por sus labios. 

 

Se oscureció el cielo. Se cerró el pasado. Las entrañas se le encogieron de pavor al pensar en el futuro. Un futuro sin él, sin planes pendientes. Ardieron sus mejillas por las lágrimas incontenibles. No alcanzaba a entender cómo se gestiona un adiós después de tantos años. Era incapaz de vislumbrar un futuro que no fuera oscuro. No podía comer ni dormir, en un estado de aflicción continua. De algún modo, pensó que su vida se acababa. No alcanzaba a aceptar que, simplemente, se le abrían nuevos caminos. 

 

Abrió los ojos tras un grito que llenó de emoción a los presentes. «Es una niña» declaró alguien, alborozado. Y ella supo que, a partir de entonces, empezaba su historia.

 

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