¡Qué absurdo enamorarse de una mirada! Y, sin embargo, así me siento, embelesada, observando como desprendes tanta energía con tus gestos y tanto cariño de tus ojos.
El bullicio nos engulle: la música demasiado alta, las risas, las voces...pero tú pareces cómodo con ese grupo en el que te mueves con gentileza, tocando allí, sonriendo allá.
Me aíslo de mi gente a propósito, centrada en ti.
De repente me miras. Sonríes. Nos sostenemos las miradas un minuto. Te separas de ellos y te acercas. Mi corazón se desboca. Me sonrojo. Me ilumino.
Y tú «me ves». Siento que «me ves».
Oooooh, ¡Qué bonito!
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