Admito que soy una persona
extraña. Desde que tengo uso de razón dije que no quería ser madre. Poca gente
lo entiende. Es posible que, a veces, ni yo misma. Pero uno debe seguir los instintos de su naturaleza y aprovechar
que el destino te permita no tener que ceder a las presiones de una pareja que
sí los quiere.
Considero que ser padres es la tarea más difícil que a alguien se le
puede presentar en la vida… Supongo que habrá momentos gratificantes, pero
después de ser testigo de los mil y un disgustos que mis amigos tienen con sus
hijos, me reafirmo en lo dicho.
Prefiero ser tía. Y tengo la suerte de serlo de verdad de mis sobrinas
de sangre, y adoptiva, de algunas hijas de mis amigos.
A ellos les toca sufrir los
“¡Estas no son horas de llegar!”, “¡No pretenderás salir con esa pinta!”,”¡Ordena
la leonera que tienes por habitación!”, “¡ La próxima factura del móvil la
pagas tú!” y similares…
A mí, los “Quedamos para tomar
un café y hablamos”, “Porfa, mírate el capítulo de la serie X y me dices…”,
“¿Te has leído ya tal libro?” o “¿Has visto la peli…?”
A algunas les he dedicado cuentos y con muchas he compartido charlas banales
y divertidas sobre gente guapa,
series juveniles y libros de
vampiros, hombres lobos y “tonterías” que sus padres no consideran de interés…
Pero que, a mi entender, sí lo son. Puede que no se necesite ver o leer todo lo
que a la juventud le interesa, pero sí
está bien informarse sobre lo que forma parte de sus vidas. Lo cierto es que para la mayoría
de ellos, sería un incordio. Mi ventaja
es que yo disfruto de esas cosas tanto como ellas. Me flipan la mayoría de las bobadas que les gustan y encima no se las tengo que censurar. (Por
algo mi sabio subconsciente insistió en que no fuera madre, imagino…)
Suelo ser bastante crítica con los jóvenes en general – como lo fue la
generación de mis padres con la mía, sin ir más lejos – No me gusta su carencia
de vocabulario, cuando no su chabacanería, su apatía hacia el esfuerzo, su
creencia de que “lo merecen todo”, su mano pegada al móvil… Sin embargo, las
charlas íntimas que hemos mantenido mis chicas y yo me llevan a considerar que no se puede ser
intransigente. ¡Hay tantas cosas guay en ellas…! Si sus padres supieran lo que
les pasa por la cabeza “de verdad” – no las contestaciones que les dan, guiadas
por la rebeldía – se sentirían infinitamente más tranquilos con el presente y el futuro de sus vástagos.
Sé de alguien con vocación de maestra, con un corazón como un templo
aunque externamente sea una borde; de
otra con ilusión por escribir sus
guiones y hacer cortos, de otras
que abordan su entrada en el mundo laboral con vibrante energía…Y podría
seguir así indefinidamente, ya que todas tienen sus puntos positivos…Además de
eso, por supuesto, son marchosas, divertidas, gamberras en ocasiones,
exasperantes e intransigentes a ratos…Pero ¿Quién no lo fue a su edad?
Para mí, el problema de ser padres es que los adultos no quieren que
sus hijos sufran, que pasen por lo mismo que ellos, pretenden quitarles todas
las piedras posibles del camino…No obstante, se nos olvida que esas piedras
ayudan a forjar el carácter, aunque a veces se quede la ingenuidad por el camino y eso duela.
Pero sobre todo, se nos olvida que nosotros, a ojos de nuestros
padres, también fuimos así: rebeldes, contestones, vagos… Nosotros no nos
criamos en sus tiempos difíciles pero
los hijos de hoy lo están haciendo, además, en los fáciles. Porque se lo hemos
permitido; les hemos hecho creer que podían tener todo lo que quisieran. El
problema es que la vida está cambiando y su futuro se ve un poco negro. Y me
pregunto si se les ha preparado para
eso.
Pero, en todo caso, me reafirmo: Gracias, destino, por no hacerme
madre. Ya “padezco” bastante siendo tía.
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