Hola
Leo, estoy segura de que llorarás cuando “leas” esto, igual que
a mí se me está desgarrando el alma al escribirlo. Tengo reciente
la mañana en que te entregué una fotocopia de lo que había
redactado sobre mi madre y te dije “Pero léelo en casa, no ahora”
porque no quería ver el disgusto que te darías y al poco me
llamaste para decirme lo mucho que te había gustado y cuánto habías
llorado...¡Cómo iba a imaginar que tan pronto escribiría sobre
ti...!
Esta
tarde dejarás de estar en una urna y te disolverás entre el viento
y la naturaleza que tanto amaste... Ese lugar que ocupó tantos años
de tu vida y de tu corazón, por el que paseaste, sola con tus
recuerdos o con la risa y la cháchara de aquellos que te queremos.
Los ladridos de los perros serán un lamento por ti, no cabe duda.
¿Cómo no van a intuir ellos , a los que tanto mimaste, que en ese
aire estarás presente?
¡Cuánto
voy a echarte de menos! Cómo voy a sentir no pasarte mis novelas
favoritas, cómo voy a llorar mientras borro la carpeta “Guardar
para Leo”... Primero mi madre y ahora tú. Sólo unos meses atrás
mi segunda madre de juventud, mi querida Francisca, y ahora tú, mi
segunda madre de adulta...
Sé
que no tengo derecho a llorar sino a vanagloriarme de haber
disfrutado de dos personas tan espectaculares que me quisieron,
aconsejaron y ayudaron como lo hizo mi madre de sangre, la que me
parió...Pero que os hayáis ido con tan pocos meses de diferencia
las tres son una de las grandes “jodidas” del Universo.
Te
debo esto. Decirte lo mucho que admiré tu fuerza, lo que aprendí de
tu carácter...Te enfrentaste a situaciones difíciles, con cada uno
de tus hijos y con la ausencia de Juan. Pero te aferraste a la vida,
a la familia, a tus perros, y saboreamos mil momentos que nunca se
borrarán de nuestras retinas.
¿Te
acuerdas de los viajes a los que siempre te apuntabas con un “No,
ni hablar, que a mí me da miedo” ? Miedo a la carretera, pero
fuimos a Cataluña, Valencia y Portugal. Miedo al avión, pero nos
paseamos por Berlín, París, Marrakech...
Te
encantaba probarlo todo, comprar, regatear... La cerámica, los
pañuelos, los pendientes...¡Toda tú eras un anhelo ante una cosa
bonita! Y los demás nos moríamos por complacerte porque si alguien
era detallistas, por otro lado, eras tú!
Tras
una infancia tan difícil como la de cualquier mujer de tu edad, hija
mayor para más inri, con padres con negocio y una “jartá” de
hermanos por cuidar ( esos que ahora te echarán de menos más de lo
que imaginas porque tú eras un referente para cualquiera que te
conociera), tras una vida de sacrificios sacando adelante cuatro
hijos, un marido que compartió su amor contigo con el campo y los
animales y tú decidiste compartirlo con él, tras tanto cansancio y
agobios acumulados, te llegó el momento de quedarte sola pero
aprendiste a sentirte acompañada, con los perros, los libros, las
series, las películas románticas ( cuántas veces no habremos
repetido tus favoritas porque te empeñabas en ellas!) , el festival
de Eurovisión que se convirtió en un icono en nuestras vidas,
convirtiéndose esa noche en la de las pizzas y las votaciones
particulares, las anotaciones para luego descargarlas...
Ese
mp3 con música que cualquier jovencita llevaría entre sus enseres
lo escuchabas tú mientras recorrías kilómetros más ancha que
pancha caminando por los puentes de la ciudad...A poca gente he visto
más puesta que tú en música de todo tipo.
¡Eras
una “abuela” alucinante!
Amparo
dice que añorará ver tu imagen por las calle tirando de los dos
perritos cada mañana pero me temo que serán muchas las personas que
te echarán de menos por ese puente, con tus bolsitas de plástico en
la mano, como ciudadana cívica que eras...Recogiendo lo de tus
“niñas” y lo de las ajenas.
No
nos dio tiempo a ver el Hola de los Oscar...No sé si puedo
perdonártelo... los cotilleos no volverán a ser igual. Ni el
intercambio de libros, ni comentarás más lo mucho que te gustan mis
novelas, ni podrás leer las futuras, esas que me decías “pero
termínalas de una vez, que me dejas con la intriga”...¿O sí?
Después de todo, si tengo la sensación de que mi madre me acompaña
cada día , si ella está presente en mis acciones diarias ¿ no lo
vas a estar tú? Seguro que sí. Cuando le lea a tu hija los avances
de lo que escribo, seguro que andarás con la oreja pegada y me
guiarás por el buen camino...Describe,
cuenta mejor cómo es la ropa, cómo es ese sitio... No termines el
final de golpe, que me dejas con ganas...
Todo eso me insististe durante años mientras te daba a leer en
primicia lo que luego saldría publicado... Seguí tus consejos y
ahora soy escritora, no sólo escribo. Tú creíste en mí, como
mucha gente a la que jamás tendré palabras para agradecer lo
suficiente el apoyo que me da, pero tú fuiste de las primeras. Y me
ayudaste a crecer y a confiar en mí.
Hay
muchas más cosas que podría resaltar: tu habilidad culinaria (
lloro ya añorando tus sopas, tu escabeche, tu leche frita...), tu
amor a las plantas – esas interminables conversaciones con mi
hermano Manolo -, tu sentido de la familia ( como el último
encuentro “de mujeres” al que nos invitó Pepi)... ¡Tantas
cosas, Leo...!
Pero
me duele el pecho y las lágrimas corren por mi rostro mientras
escribo... Tengo enfrente tu fotografía con Juan, los dos
sonrientes, pegados en mi pared y casi puedo sentir que me
susurras...”Es como en tus finales felices. Me he reencontrado con
el hombre de mis sueños. Estoy bien”
Y
sé que es cierto. Pero nos duele tu ausencia. A todos. Los de tu
sangre y los “postizos”. Por lo mucho que nos diste.
Hasta
siempre, Leo.
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