Si
me lee alguien de Extremadura, seguramente yo llamé a su puerta.
Visité todos y cada uno de los pueblos de ambas provincias, a lo
largo de cinco años. Realicé venta puerta a puerta, exposiciones, y
más tarde, me dediqué en exclusiva a temas legales. Vendí
enciclopedias, colecciones de ayuda al estudio, de medicina familiar,
de plantas, de viajes, biblias...Después Derecho laboral, fiscal,
contable... En fin, cualquier cosa que estuviera publicada en papel y
engrosara un considerable conjunto de libros.
Fueron
años intensos, amargos, alegres...pero nunca he escrito sobre ellos.
Recuerdo haber visto un corto en televisión con Pepón Nieto y otros
actores conocidos que reflejaba tan bien aquella realidad que no
sentí la necesidad de relatarla yo; sin embargo, ahora que vendo
libros, pero de otra manera, he recuperado la sonrisa al recordar
aquellos lejanos años y se me ha ocurrido que puede ser un
ejercicio – más para mí que para vosotros – divertido.
He
decidido que me lo voy a tomar como un trabajo de redacción-evocación
y lo voy a dividir en tres secciones:
- cómo atreverte a trabajar en semejante empleo
- compañeros/ amigos
- gente con la que te encuentras y sus motivos para comprar.
Empecé
a trabajar en una empresa de Badajoz, filial de otra nacional,
arrastrada por la necesidad de hallar un empleo que me proporcionara
independencia. Huía de un desengaño amoroso y necesitaba “cambiar
de aires”. Mi familia puso el grito en el cielo porque llegué a
Badajoz – donde había vivido años atrás una maravillosa
experiencia como estudiante de Magisterio – sin conocer a nadie.
Dormí de prestado en casa de la amiga de una amiga hasta que
entablé amistad suficiente en mi trabajo para hallar a una chica que
quería independizarse de su casa y que tenía un amigo hippie que
nos ofreció refugio por pocas pelas al mes.
Así
me hice adulta de golpe. Lloré muchísimo por las noches, añorando
la comodidad de mi casa, hasta que los nuevos amigos me sacaron del
letargo de “odiar – anhelar” al capullo de mi ex llevándome de marcha; conocí a Ángeles, mi jefa de equipo - desde entonces alguien imprescindible en mi vida - , y a Manolo, mi super jefe , de
los cuales terminé siendo algo más que una empleada
porque confieso que yo lo de obedecer y acatar es que no lo llevo en
la sangre; más bien al contrario, tengo complejo de líder, así que
me los metí en el bolsillo y me permitieron manejarme con más
independencia de lo habitual. Por ejemplo, no vendía de todo. Lo
que no me gustaba ni lo sacaba de la cartera... Sólo ofrecía las colecciones en las que creía, las que yo me hubiera comprado. Y me fui
haciendo un hueco en la empresa. Con el paso del tiempo también
enseñé a los novatos, aunque jamás me planteé formar mi propio
equipo y abandonar el de Angeles. Viajar con ella era tremendamente
divertido y asumir más responsabilidades nunca entró en mis
cálculos.
Como
le dije a Ángeles el primer día – comentario que le sentó como
un tiro - “Yo he venido a probar”. Aunque “la prueba” duró
cinco años, el último ya a salto de mata.
Me
costó muchísimo asimilar que una persona con mis estudios se
subiera cada mañana en un coche y partiera hacia cualquier lugar de
la geografía regional para llamar puerta a puerta, dispuesta a
enfrentar las caras escépticas de quien estaba en su hogar y en
quien debía crear la “necesidad” de comprar mi producto.
Tuve
tantas y tan dispares experiencias, que ya os contaré, que muchas
noches llegaba a mi casa y me miraba en el espejo para ver si de
verdad aquella Mercedes era yo. Siempre estuve mimada, arropada por
los míos, pero los cien kilómetros que nos separaban eran esas
noches una distancia insalvable y tuve que aprender a apañármelas
sola. No existían los móviles, no tenía fijo en casa ( suena
antediluviano pero hablo del año 89) así que mi timidez se disfrazó
de descaro y aprendí a mostrar una seguridad que la mitad de las
veces no sentía.
Así
fue como me convertí en vendedora de libros. Y como me precio de no
hacer las cosas a medias, lo llevé a cabo con bastante dignidad. No
brillantemente, en esa categoría entraban muy pocas personas – de
las que ya hablaré – pero sí con buena nota.
En
próximas entregas, os relaté el resto.
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