Siempre
que acudo a un congreso de escritores lo hago desde la humildad.
Para
conocer a compañer@s, aprender de los que admiro y sentirme parte de
un mundo fascinante en el que la gente te demuestra – muchas veces
con simples comentarios – lo creativos y brillantes que pueden
llegar a ser.
En
un ambiente donde la concurrencia lee mucho y escribe a la par es
imposible no quedarte con la boca abierta, no tomar nota mental de
qué libros quedan por devorar, qué autores faltan por añadir a
la lista de favoritos.
Resulta
satisfactorio cuando las personas que admiras por sus obras se
muestran cercanas, dispuestas a compartir sus experiencias con
naturalidad y te miran a los ojos sin suficiencia; te ofrecen
pequeños retazos de su día a día y te hacen entender que son tan
humanos para lo bueno y lo malo como tú, simple mortal. Y si ya son
tímid@s resulta el colmo, porque te hablan como si no merecieran
ocupar el pedestal que se han ganado con un trabajo bien hecho. (Eso,
por cierto, deja en mal lugar a los que se dan aires de grandeza
como si el resto del mundo les debiera algo. Pero allá cada cual).
Lo
más gratificante para mí es poner voz y cara ( las fotos no hacen
justicia la mayor parte de las veces) a amigos de las redes, a
personas que nos seguimos por leernos aunque jamás nos hayamos
visto. Es fantástico abrazar a aquellos con quienes has mantenido
arduas conversaciones y compartido emoticonos, prácticamente a ciegas.
Y
al revés, conocer gente nueva y que te entren unas ganas locas de
pillarte algo suyo para ver si se corresponde lo genial que te han
resultado con su modo de expresarlo. Me ha sucedido con el asunto de
la erótica. Yo, que no soy lectora del género, ahora tengo un
listado tremendo. (Quizá lo notéis en mis futuras novelas)
No
voy a dar nombres, para qué si ell@s ya
saben que estuvieron allí, pero fue un placer coincidir con «las
grandes», «las sabias», las «novedosas» ...
He
reído, hablado – sigo afónica unos cuantos días después –
bebido ( besos especiales para Raúl y Manolo) y disfrutado más que
un crío en una feria.
Por
cierto,no puedo concluir este artículo sin una mención especial a
mi «incitadora» para acudir al congreso, la abogado esa que anda
siempre con lecturas en la boca, y su hermana, excepcional
conductora y mejor persona. Sin ellas, A Coruña, no hubiera sido
sino un punto en el mapa. Ahora es un rincón cálido en mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario