Gracias, gracias, gracias. Este año no he tenido tarjeta, ni rosa, ni peluche.
Marcos me ha citado en nuestro banco de siempre y me ha confesado, con la mirada baja y rubor en sus mejillas, que ha dejado de quererme. Se ha vuelto loco, de repente, por la chica que nos sirve los cafés en el insti. Y que ella le corresponde.
¡Aleluya! ¡Ya era hora de que ambos se decidieran! No es que yo tenga sustituto ni nada parecido pero empezaba a cansarme de ser la tercera en discordia, de captar miraditas culpables de Marcos y enfurruñadas de ella cuando, cada mañana, aprovechábamos el recreo para desayunar.
¡Hasta un topo se habría dado cuenta de la química entre esos dos! La que nosotros no tenemos desde hace bastante tiempo.
Así que gracias, San Valentín, por escuchar mi ruego.Gracias por devolverme la fe en el amor.
Este año no me toca, pero al próximo...quién sabe.
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