Lo
encontré en un cajón de la vieja cómoda de mi madre. No
funcionaba, claro. Sin embargo hubo una época en que regresó del
silencio para volver a dar la hora. El milagro lo produjo un curioso
personaje llamado Uri Geller, allá por los años setenta. Jose María
Iñigo lo trajo a su programa «Directísimo». Nos asombró a todos
los televidentes con su magia ( poder de la mente lo llamó
él ) llevándonos a doblar cucharillas de café como si fueran de
plastilina y a buscar relojes viejos por toda la casa a ver si de
verdad funcionaban… ¡y vaya si lo hicieron! El de mi abuelo, sí.
Aguantó un tiempo y luego retornó a su callada presencia sin tic
tac.
¡Jamás
he olvidado aquella noche! La excitación de mis hermanos, el
alucine de mi madre, mi imagen doblando una cuchara… Recuerdos que
perduran aunque los años nos coman las neuronas.
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