«¡Qué
asco de ciudad! » «Vivimos en la población más sucia de…»Frases
que escucho de
continuo a mi
alrededor.
Todo
el mundo se queja de lo sucias que están las calles, de lo mal que
se cuidan los parques y jardines y se culpa ¡cómo no! a los
políticos y los empleados de la limpieza.
Ni
la menor autocrítica a nuestras
actitudes
incívicas.
No nos culpamos de
tirar colillas al suelo, huesos de aceitunas, papeles… De
no recoger las cacas del perro, de permitir a los niños pegar voces
y romper lo que les cae a mano…
No
nos avergüenza poner verde al político de turno, o al policía
local, o a la persona de la limpieza; sin embargo, no decimos ni mú
si somos testigos de cualquier infracción que ocurre a nuestro lado.
Estoy
descubriendo
estos días cómo los contenedores de plantas se llenan de vasos de
plástico, cajetillas de tabaco, bolsas de chuches… Cuando a solo
dos pasos hay una papelera. Eso,
por no hablar de cómo se arrancan las plantas y se las llevan o las
dejan de cualquier manera sobre el pavimento.
¡Mas
vigilancia policial! , reclaman algunas voces. Y yo me pregunto ¿ es
eso lo que queremos? Un policía en cada calle o , peor aún, una
cámara que me vigile? ¿Es preciso que vivamos en un estado de Gran
Hermano – el de Orwell, no de la tele – para aprender a respetar
nuestro entorno?
¿Aún
no hemos meditado en que lo que hace falta es más sentido cívico,
más educación ciudadana? ¿Es más eficiente la
represión que la
educación? Triste conclusión si decimos
que sí.
Personalmente
pago impuestos para ver
limpias mis calles. Para que mi Ayuntamiento vigile y fomente los
espacios bien cuidados...Y para que mi gobierno incluya una severa
ley de educación que muestre a los niños que el planeta se salva
cuidándolo y que les enseñe a reprender a sus padres si se
muestran descuidados en sus deberes cívicos. Porque de verdad, no
son los peques los culpables, lo somos los adultos.
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