No
soy ninguna leyenda, solo un guerrero de carne y hueso
En
un tiempo donde las mujeres no pueden decidir su futuro y los reyes
las usan como simples peones en el juego de la política, lady
Elizabeth MacDermont se rebela contra las intenciones de su hermano
de unirla en matrimonio al único hombre que puede hacerle sombra, el
barón de Rostalch. Utilizando las artimañas propias de su sexo
decide demostrarle que no hay súbditos tan leales como él parecer
creer. A cambio, será libre de elegir su destino. Pero ¿logrará su
propósito o la arrolladora personalidad de su contrincante
conseguirá desbaratar sus planes?
¿Quieres saber más ? Así comienza.
-
North Yorkshire, 1107 -
El
interior del convento bullía de actividad. Tanto en el huerto como
en las cocinas y corredores se afanaban las religiosas en mantener el
orden y la pulcritud que habían acrecentado su fama. Sin embargo,
nada de aquello interesaba a la joven que caminaba a través del
atrio, aguardando la llamada de la superiora. Aunque vestía un
traje azul recatado, sin rastro de adornos ni joyas, y llevaba el
cabello en un modesto recogido, se percibía a la legua que procedía
de buena cuna. Se la notaba nerviosa, tanto en la zancada larga con
la que se desplazaba, como por el restregar de sus pálidas manos.
Disimuló
el respiro hondo que le brotó del pecho al abrirse la puerta y
adoptó el aspecto sumiso que se esperaba de ella al adentrarse en
el sobrio despacho de la abadesa.
Al
levantar la vista para conocer el motivo de la convocatoria, la
perplejidad se reflejó en su semblante al toparse con el familiar
rostro de Walter Brodrie, el senescal de su hermano.
El
caballero, con una amplia sonrisa, se incorporó del sillón que
ocupaba frente a frente con la adusta superiora y le besó una
mano, en gesto galante no exento de respeto.
–
Mi
señora, continuáis tan bella como os dejé.
La
muchacha, incapaz de morderse la lengua, replicó, mordaz.
–
Algo
más pálida, me temo.
El
noble contuvo una carcajada, admirando la fiereza de la joven, y
deslizó su mensaje con voz suave, esperando ganársela.
– El
rey me envía a buscaros.
–
¿Ya
se arrepintió de la insensatez de su idea? –Simuló
sorprenderse, izando una ceja de color azabache.
La
sonrisa masculina se ensanchó, incapaz de ocultar la diversión que
el tira y afloja le proporcionaba.
–
Más
bien al contrario. El barón de Rostalch ha sido convocado a
palacio, igual que vos. Va siendo hora de que os conozcáis.
La
muchacha frunció el ceño, despectiva.
–
¿Dicho
barón conoce la intención del rey?
–
Eso
creo.
–
¿Y
está conforme? – Su incredulidad sonó mayúscula.
El
senescal se atusó el bigote, reacio a mostrar sus cartas.
–
No
estoy en su cabeza, mi señora. Pero difícilmente se rechaza la
petición de un rey.
–
¡Creí
que se trataba del barón más poderoso de Inglaterra!
Su
burla descarada fue acogida con una mueca de manifiesto escándalo
en la faz huraña de la abadesa, quien se dispuso a intervenir ante
la falta de recato de su pupila. No obstante, sir Brodrie se le
adelantó.
–
Lo
es. Pero el rey es el rey.
–
No
hablemos más –ordenó la superiora, disgustada por las maneras de
la díscola joven - Puesto que vuestro hermano os convoca, haced el
equipaje y partid enseguida.
La
muchacha, conocedora de que poco podría cambiar su futuro
discutiendo entre aquellas paredes, acalló la réplica que pugnaba
por escapar de sus labios; realizó una sencilla genuflexión
mientras besaba el anillo que le tendían y, tras una breve mirada
al senescal, se despidió del lugar que con tanto fervor había
odiado en los últimos meses. ¡Al menos ahora respiraría aire puro
y abandonaría los rezos!
Lucharía
por escapar del destino que querían endosarle, merced a la única
baza posible, la que le habían negado por rebelde y que resultaba
imprescindible para sus planes: la libertad. No en vano su
inteligencia había maquinado el modo.
Sólo
quedaba esperar que los hados le fueran propicios.
Me encanta!!!! Que ganas y que contenta de que este a la venta. Pronto en papel, espero. Enhorabuena y a por otro éxito, my friend!!
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