Para
variar, seguro que llego tarde; pero como acabo de descubrirla ( y
terminarla porque además
de interesante es
breve) recomiendo encarecidamente la serie The
Bletchley Circle. Una
primera tanda
de
siete
episodios
transcurre
en Londres y otra
segunda , con la variante de trasladarse dos de las protagonistas a
Estados Unidos, en San Francisco.
El
titulo hace alusión al
lugar secreto en
el que
los
británicos
desentrañaron los
movimientos del ejercito alemán. Matemáticos,
criptógrafos , ajedrecistas y personas de alta capacitación
trabajaron codo con codo para descifrar los mensajes de las máquinas
Enigma con la que ellos se comunicaban. Gracias a la labor de estas
personas se salvaron muchas vidas y se vencieron muchas batallas. Y
gran parte del personal que trabajaba en Bletchley eran mujeres.
La
serie no va sobre el trabajo que realizaron en esas instalaciones
sino de su vuelta a “la normalidad” después de la guerra.
Mujeres con una inteligencia impresionante, que pusieron su saber al
servicio de su gobierno, fueron desdeñadas posteriormente por este y
por sus propias familias.
Resulta
elocuente el caso de una de las protagonistas. Su
marido es un herido
de guerra que
no
pierde oportunidad de vanagloriarse
de los viejos tiempos y
que no ve en ella otra cosa
que
un ama de casa aficionada
a
los crucigramas y
puzzles. La
cláusula de confidencialidad que firmó al entrar en Bletchley le
impide contarle hasta qué punto ella sí que fue una heroína. Y
da bastante rabia, la verdad.
Había
mujeres cartógrafos,
descifradoras,
expertas en maquinaria…
Por lógica, esa inteligencia sale a relucir en
la serie en
cuanto se sucede una oleada de crímenes que no pueden ignorar.
Se involucran para resolverlos y se encuentran con la desidia de la
policía y de los políticos. Nadie cree que “unas pobres mujeres”
sean algo más que unas histéricas con exceso de tiempo libre.
Los
personajes están perfectamente
definidos
para visionar
las miserias de la sociedad de posguerra,
la
europea y la americana.
Se
alude al machismo,
el
contrabando,
la corrupción, la trata de bancas, la
violencia de género, el
racismo. En la versión de San Francisco llegan a presentarnos temas duros, como
el sórdido trato que se les dio a los japoneses residentes en EEUU o
la homofobia. La afrontan con la
suficiente valentía
como
para que una
protagonista sea
lesbiana, otra negra y
pianista en un club de jazz y
una tercera, japonesa.
Todas
formaron parte del equipo americano de espionaje. Todas
son personas de segunda categoría después.
Mientras
las ves desentrañar un misterio tras otro, enfrentarse solas a los criminales porque los hombres las desdeñan, te comes las uñas de rabia.
Por la impotencia y el desconsuelo que debieron sentir.
Hay
una frase de Jane
que lo engloba: “Podemos hacer lo que hacemos porque nos
subestiman”.
Triste ¿no?
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