Una compañera me ha pedido que
recoja mis impresiones de lo que supuso mi paso por la escuela de
Badajoz. Una alumna desea escribir al respecto y le vendrían bien
una pautas de orientación.
¡No sabes, María Luisa, lo
complicado de resumir en cuatro ideas diecinueve años!
La escuela de Equipo
Solidaridad no es exactamente lo que su nombre indica, un centro
educativo. Sí es cierto que trabajábamos por niveles :
Alfabetización,Medio ( donde se englobaba a quienes no entraban en
los extremos) y Graduado. Se sumaban infinidad de talleres
transversales: educación en valores, salud e higiene, informática,
prevención de drogadicciones, ocio y tiempo libre, orientación
laboral, cuidado medioambiental, etc, etc.
Sin embargo, la labor más
importante que las “maestras” hacíamos ( hacen) es la de
acompañamiento en todas las fases de la vida de esas personas que
llegaban al modesto centro de San Juan, 28.
Les proporcionamos cuidado y
atención de sus hijos en el Taller infantil ( el cometido realizado
por las magníficas compañeras que han pasado por el aula resultó
crucial para esos niños), asistencia en papeleo, apoyo moral y
psicológico… En definitiva, una atención personalizada absoluta.
Las edades de las mujeres
abarcaban desde adolescentes – las cuales abandonaban los
institutos por imperativo de sus padres, para atender a los hermanos
o contribuir con un sueldo al mantenimiento de la casa o por
desinterés hacia los contenidos curriculares –hasta adultas de
diferentes etnias y nacionalidades. Tuve una mujer de más de sesenta
años que se sacó el graduado escolar y actualmente sigue
participando de la Escuela de Mayores de la Universidad Popular. Un
logro inmenso para ella y una satisfacción increíble para mí, “su
maestra” como me llama siempre.
A pesar de la disparidad, las
relaciones solían ser excelentes. Contribuía la actividad del café
de los viernes, un espacio en el que se compartían confidencias,
opiniones y, por supuesto, las diversas gastronomías de nuestras
chicas. ¡Jamás he comido dulces árabes más ricos que los que
ellas hacían! ¡Ni en el mismo Marruecos! Tampoco hemos bailado al
son de canciones y palmas de temas gitanos con más diversión que en
las fiestas de fin de curso.
¡Ha sido gratificante unir en
nuestras salas a mujeres saharauis con marroquíes sin que mediaran
disputas, a árabes con negras y blancas, tanto españolas como de
países del este!
El respeto fue siempre la base
de esa convivencia. Jamás se rompió en los años que viví entre
ellas y me consta que sigue siendo regla elemental. Teniendo como
presidente de la Asociación a un sacerdote y, durante muchos años,
a una religiosa como directora, jamás se nos impusieron valores
distintos de los de solidaridad, respeto y defensa de la mujer; su
inclusión social como fin único para obtener un puesto en la
sociedad que la hiciera sentirse valorada como mujer y como
profesional, sin perder su identidad de gitana, inmigrante o,
simplemente, perteneciente a una familia vulnerable. El objetivo
máximo eran ELLAS. Siempre.
El equipo de trabajadoras del
proyecto (no todas eramos maestras) cambió a lo largo de esos
diecinueve años, excepto María Luisa y yo. Ella aún permanece.
Confieso que fue duro, que sorteamos muchas dificultades: económicas,
burocráticas, de salud.. Pero no puedo estar más agradecida a mi
destino porgue me permitiera pasar esos años allí. Pocos trabajos
son tan gratificantes, pocos enganchan emocionalmente hasta el punto
de que despedirse provoque tristeza. Sigue habiendo un hilo que ata
a quienes nos fuimos con ese lugar lleno de sonrisas, lenguas
diferentes y rasgos exóticos.
Me considero parte del
proyecto pese a haberlo dejado en 2014. Sigo teniendo relación con
muchas de las alumnas, y por supuesto con las compañeras. Sigo
añorando mi trayecto de San Fernando a San Juan cada tarde,
atravesando el Puente Viejo sobre el Guadiana, para ir a encontrarme
con mujeres que veían en mí no a una persona que iba a instruirles
sino a una amiga con la que compartir la vida.
Hay personas que nunca se van, en la Escuela se crean unos lazos que son para siempre. Tú eres una de esas personas.
ResponderEliminarSe suponía que eramos nosotras las que enseñabamos pero hemos aprendido y aprendemos tantas cosas de ellas cada día!. Aqui seguimos persiguiendo sueños con mujeres extraordinarias que merecen en sus vidas más justicia social.Hemos conseguido mucho pero somos conscientes de que queda mucho por hacer. Seguiremos todo el tiempo que las mujeres nos necesiten. Sus días merecen días claros, brisa y cometas de colores. Gracias, Mercedes
Gracias a vosotras por mantener esa senda abierta. Mi corazón y mi mente os acompañan.
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