Esta
semana he tenido oportunidad de disfrutar de una película
entrañable: El libro verde. Ganadora de 3 Premios Oscar en 2018.
Admito
que me había olvidado de ella pero la recomendación de un amigo lo
ha remediado. Desde aquí le reitero las gracias.
Viggo
Mortensen es uno de mis actores “estrella” y suelo seguir su
filmografía. En esta ocasión no sale atractivo ni por asomo; es
más, borda la zafiedad con tal maestría que le coges un poquito de
asco. Hasta que avanzamos en la trama. Entonces te olvidas de que
está gordo y de que su cara sin barba no resulta sexy. Interpreta a
un “hombre para todo” italiano, racista, machista y grosero. Nada
sorprendente en una América de 1962, por otro lado, aunque no soy tan
ingenua de esperar que las circunstancias hayan cambiado mucho. Al
contrario, en la América de Trump, esta historia debe de ser de potente
actualidad. A Tony Lip no le queda más remedio que aceptar un
trabajo que le repele: ser chófer y guardaespaldas de un negro
durante una gira por los estados sureños.
El otro protagonista es
Mahershala Ali, que interpreta a Don Shirley, un virtuoso del piano
que llegó a tocar en distintas ocasiones en la Casa Blanca.
La
película está basada en un hecho real, en el peregrinaje por esos
paisajes del sur donde compartirán vivencias que les llevarán a
convertirse en buenos amigos. No resultará fácil. Los dos son
radicalmente opuestos. Pero los dos convergen en un punto: son
honorables. Gente de palabra. Provienen de mundos distintos, pero
encontrarán el modo de coexistir. Hay escenas asombrosas, muy duras,
porque el libro verde alude precisamente a una guía para negros que
pretendieran viajar al sur: sitios donde podían hospedarse, tomar
una copa, jugar al golf o parar el coche, simplemente… Algo
inconcebible para una mente racional, pero que en el sur profundo
americano ni era raro ni lo sigue siendo, pese a que dejó de
publicarse en 1967.
Esta
película nos ofrece mensajes interesantes: nada es lo que parece (
en este caso, el hombre culto es el negro en vez del blanco), se
puede modificar el modo de entender el mundo ( ellos lo hacen; uno se
baja del pedestal y el otro percibe injusticias que antes le
resbalaban), se puede ser tan hipócrita como para admirar el
virtuosismo de alguien pero ser incapaz de verlo como a un ser
humano, existe el racismo dentro de la propia raza…
En
fin, hay mil y un motivos para ver esta película. Yo, al menos, la
recomiendo.
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