Si
cuando brindé en nochevieja por el nuevo año me hubieran dicho la
que se nos avecinaba, hubiera replicado ¡venga ya!
Pero
aquí estamos.
Con
mascarillas por la calle, como los chinos que veíamos por
televisión.
Con
guantes y geles de manos.
Haciendo
colas en los supermercados y farmacias.
Preocupada
por los amigos que trabajan por toda España en el sector sanitario o
las fuerzas del orden.
Realizando
trabajos on line y aprendiendo a toda mecha cómo hacerlo.
Usando
el móvil como lugar de reunión con la familia y los amigos, en
videoconferencias entrecortadas.
Recurriendo
a las redes sociales para enterarte de la actualidad con visión de conjunto.
Descentrada
de cualquier actividad creativa porque la mente quedó dispersa.
Con
una ventana o balcón como único lugar de esparcimiento.
Haciendo
pandilla con los vecinos ( desconocidos todos)
para aplaudir a los que nos protegen y corear que de ésta saldremos.
Consultando
con el médico por teléfono y sin pisar ni por asomo un ambulatorio.
Ni pizca de prisa por esa analítica pendiente ni por un dolorcillo
en cualquier parte.
Haciendo
pilates en casa con la grabación de las sesiones que ha tenido a
bien regalarnos la monitora.
Deseando
que abriera la peluquería para dejar de verme con semejantes pelos.
Recibiendo
vídeo tras vídeo, buenos y formativos unos, gamberros y de mal gusto,
otros.
Pegada
a la radio o la televisión aunque las noticias fueran siempre las
mismas.
Viendo
series como una posesa para desconectar de “lo que pasaba ahí
fuera”.
Leyendo
a mogollón por el mismo motivo.
Tragándome
la nostalgia por no poder quedar con nadie querido para, simplemente,
verlo en persona.
Saludando
con la mano si encontraba a un conocido en la calle por no emitir
saliva que lo pusiera en peligro, a pesar de la mascarilla, o
viceversa.
Asombrándome
de la poca solidaridad de algunas personas acaparando bienes de
primera necesidad.
Divirtiéndome
con el empeño de mis conocidos de convertirse en chefs a toda costa.
( ¡Jamás había conocido tanto panadero amateur!!)
¿De
verdad no hemos estado dentro de una película de ciencia ficción?
¿De verdad, no lo seguimos estando?
Y
todo eso, dando gracias por no estar incluido en la triste
estadística de “perjudicado por el virus”: enfermedad de uno
mismo, muerte de personas queridas, no asistencia a funerales, tener
familiares en residencia de ancianos…
Agradecida
de vivir en una casa confortable y no en un barrio marginal, de ser
española y no americana de Trump, de contar con un sistema de
sanidad público que, aunque mal abastecido , ha dado la talla al más
alto nivel, con unos maestros y profesores que han mantenido a los
niños entretenidos para que sus padres no se tiraran por los
balcones y ellos aprovecharan el curso, con gente altruista que ha
estado pendiente del bienestar ajeno… ¡Tantas y tan variopintas
situaciones!!
Solo
espero que esta nochevieja, cuando vuelva a brindar por el nuevo año,
lo haga con humildad, con alegría por seguir teniendo a mi vera a
todos los míos, con esperanza de que un rebrote no nos vuelva a
joder la vida...o a quitárnosla.
Pero
consciente de lo afortunada que soy porque he vivido una mala
película de serie B con trama catastrofista y la he superado.
Como
dice Og Mandino en El vendedor más
grande del mundo: “Trataré
con ternura y afecto cada hora porque no retornará jamás”
y “ Tres palabras aprenderé a repetir: esto pasará también”
Así
sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario